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El Editorial: El Bolívar de Chávez



Un caso de locura

 

Extraña obsesión, digna del análisis de los psiquiatras.

En estos casos, sólo los científicos expertos en los laberintos de la mente pueden diagnosticar fenómenos que los legos observamos con estupor, sorpresa e, incluso, escándalo. Este es el caso del Presidente de la República y su obsesión con Simón Bolívar. Chávez quiere voltear la historia, reinventarla e imponer la suya, a veces quiere ser el médium a través del cual se exprese el padre de la patria. Chávez inventa frases de Bolívar, toma un fragmento y lo adultera, y adulterado lo aplica contra sus adversarios, o mejor, contra sus enemigos que, paralelamente, convierte en enemigos de Bolívar.

Chávez es el único dueño de Bolívar, y ha sido tan audaz e irresponsable que no ha tenido escrúpulo alguno al convertir en sinónimos el adjetivo “bolivariano” y el adjetivo “chavista”.

Así, comenzó por llamar bolivarianas a las Fuerzas Armadas, para terminar con que son chavistas. Venezuela es bolivariana y por consiguiente “chavista”, y “el que no sea chavista no es venezolano”.

Ninguno de los dictadores del pasado, que ocultaron sus desmanes bajo el paraguas de Bolívar, llegó a tanto. Aquellos como Guzmán Blanco o Juan Vicente Gómez tuvieron mínimos escrúpulos.

Esta demencia de borrar la historia y reinventarla no ha tenido límites. Chávez se obstinó en que se inventara un rostro de Bolívar. Un rostro de photoshop, naturalmente, para perturbar la iconografía histórica. Una iconografía abundante, excelente, auténtica; una iconografía que le ha dado la vuelta al mundo y que ha consagrado la historia.

Todo eso queda borrado ahora por “el Bolívar de Chávez”, ese extraño personaje mostrado el pasado 24 de julio, y que, según noticias, el Gobierno se propone imponer mediante una campaña publicitaria que incluye la impresión de millones de estampillas. Es un irrespeto a Bolívar y a los venezolanos. Chávez es capaz de mandarlo a poner en la tarjeta electoral, a su lado, para que la gente vote por Bolívar.

Este episodio ilustra el irrespeto por la historia y por el propio Bolívar, que reconoció como impecables los retratos que le hizo en Lima el gran pintor José Gil de Castro, llamado “el pintor de los libertadores”. Ante su caballete desfilaron, escribió Alfredo Boulton en Los retratos de Bolívar, en la plenitud de su gloria y en la culminación de su carrera militar y política, enfundados en vistosos uniformes de gala, los inmortales genios de José de San Martín, de Simón Bolívar, de Bernardo O’Higgins y decenas de sus más distin guidos lugartenientes.

Son innumerables los retratos de Bolívar. De pintores famosos y de pintores anónimos, como el retrato de Haití, excelente. Todo eso lo quiere borrar Chávez porque quiere tener su Bolívar propio, sin la nobleza, la autenticidad y la elegancia de los retratos de su tiempo. ¡Dios tenga piedad de Bolívar!


Por: Redacción
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EL NACIONAL