Artillería de Oficio
Hace mucho tiempo que las encuestas sólo sirven para los titulares y no le sirven al ciudadano. Se hacen por encargo y se cuecen en la cocina de quien las paga.
El contraste en los resultados ofrecidos en los medios por diferentes empresas encuestadoras es abismal, por eso resultan tan poco creíbles. No reflejan la realidad que constatamos a diario en mercados populares, medios de transporte masivo, colas, espacios públicos y privados. Pretenden cambiar la realidad, sin caer en cuenta de que cada ciudadano, individualmente, tiene discernimiento, dignidad y libertad suficientes como para imponer su realidad a la política ficción con que se les engaña desde los medios oficialistas, un día sí y otro también. Para qué engañarnos, el resultado de los sondeos se incluyen en la factura y eso produce un profundo efecto desalentador. La única encuesta válida será la del 7 de octubre a pie de urna.
Podría ocurrir, y de hecho ha ocurrido algunas veces, que los votantes acuden a las urnas hipnotizados por promesas como las de la Misión Vivienda, bonos por embarazos, pensiones y la ilusión de un empleo digno, pero, después de catorce años de fracaso y la amenaza de que el desgobierno, la anarquía y el crimen impune continúen por 6 años más, los electores, en ésta oportunidad, lo harán poniendo en uno y otro lado de la balanza los pro y los contra de su propia realidad: crímenes, inseguridad, narcotráfico, inflación, pésimos servicios públicos, alto costo de la vida, desempleo, discriminación, empobrecimiento, injerencia extranjera, abuso de poder. Y eso es precisamente lo que ocurrirá en octubre, que la mayoría de descontentos representados por el candidato de la Unidad Democrática se impondrá a la bochornosa candidatura oficial, que por cuarta elección consecutiva, ésta vez, si se estrellara en la realidad de las urnas. Como el sentido común termina imponiéndose, el gobierno, con la ayuda de la pirotecnia practicada por algunos encuestadores, apela al desaliento, sabe que es una herramienta poderosísima para disminuir la participación electoral.
La abstención provocada por el desaliento sólo favorece a Chávez. En Sudáfrica (1899 1902), durante la guerra de los Bóers (granjeros holandeses que se radicaron en el sur de África) contra los colonizadores británicos, un hombre fue declarado convicto de un crimen muy poco frecuente y extraño. Fue hallado culpable de ser “un desalentador”. Cuando la ciudad de Ladysmith sufría un ataque y las fuerzas británicas estaban sitiadas, aquel hombre considerado traidor, iba de un lado a otro de las líneas de los soldados haciendo lo imposible por desalentarlos. Les señalaba la fuerza del enemigo, la dificultad de defenderse contra ellos y la inevitable captura de la ciudad.
No empleó ningún fusil para su ataque. No lo necesitaba, su arma era el poder del desaliento. Algunos encuestadores y analistas políticos, involuntaria o conscientemente, se han dado a la tarea de desanimar, sobre todo a los indecisos.
Además de la supuesta “invencibilidad” del candidato oficial sustentada en la Fuerza Armada Bolivariana, argumentan que no entregara el poder, que los colectivos violentos impedirán una transición pacífica. No hablan del entusiasmo que contagia el candidato opositor en su recorrido por todo el país, de su discurso respetuoso a los derechos humanos y la propiedad privada, de las garantías que ofrece para activar el aparato productivo e impedir “que el narcotráfico, la guerrilla y los grupos militares se infiltren y usen nuestras instituciones”. Una buena dosis de aliento es lo que nos falta para lograr un contundente triunfo electoral el 7 de octubre.
Por: MARIANELLA SALAZAR
msalazar@cantv.net
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EL NACIONAL