“Betsabeth era una mujer muy bella
según cuenta el cronista Samuel…”
Ella misma confiesa posteriormente al Rey David, “que sabia perfectamente, que este acostumbraba recrearse por las tardes en su balcón, con la vista panorámica que daba la ciudad”. Al frente de dicho lugar, quedaba precisamente la casa de Betsabeth y entonces, ella aprovechó en darse un baño en su patio, esperando que el Rey la viera y así llamar su atención.
¡Sorpresa! Todo salió como ella lo había planeado. El Rey David-el mismo que derrotó a Goliat con su onda, cuando era un mozo-, fue envuelto en la trampa femenina y se quedó prendado de la hermosa mujer, cuando pudo verla desnuda desde lejos. A cualquiera le hubiese pasado lo mismo con la escultural mujer. El impacto fue tan grande en el hombre, que la invitó a cenar esa noche-para conocerla y llevarla a la cama- con el pretexto de reconocer el servicio que daba su marido como soldado del ejercito, independientemente que este se encontraba ausente.
Betsabeth aceptó explicando “que no quería ser un vaso de agua”. Quería ser un amor estable, pues no era mujer de andar por esos caminos viviendo “rochelitas”. Y menos, si se exponía a ser apedreada por adultera, según exigía la ley de Moisés, escrita 50 años atrás. Acordaron el asunto y mantuvieron en secreto encuentros amorosos por un tiempo, al punto que el Rey no atendía sus esposas y causando sospecha seria en la madre de sus herederos,- la hija del rey Saúl, predecesor de David. Y cuyo matrimonio, le permitió unificar Israel-.
Mantuvieron sus amoríos escondidos, pero como nada es perfecto, apareció en escena el chisme. Y todo el reino se enteró de la comedia de David, pues Betsabeth aparentemente tenía una barriga. Efectivamente, las mujeres de servicio sospechaban el asunto y regaron la bola. Esta situación puso en pico de zamuro el reinado de David que intentaba salvar la vida de Betsabeth. Para evitar el trágico final, David mandó a llamar al marido de Betsabeth, cosa que pasara una noche con ella y así poder echarle a este la barriga, pero increíblemente la cosa no le salió como él esperaba, dado que el soldado no durmió esa noche con la bella mujer y al día siguiente retornó al frente.
Entonces- les cuento-, David decide eliminar al marido de Betsabeth mandándole a pelear al sitio más difícil, contra los guerreros más violentos y en malas condiciones. Efectivamente, el pobre hombre muere en batalla, allanándole el camino a David para legalizar su amorío con Betsabeth, asumir su barriga como si nada y de paso, salvarle la vida a la mujer, evitando un apedreamiento seguro.
Pero, no contaba el rey con un juicio en su contra aparejado con una maldición judía que lo hizo tambalear en el Poder. La ira de Dios sin duda, de acuerdo a las palabras del sacerdote Nathan, por haber violado la ley y matado al marido de la Betsabeth.
* Al final del cuento, David fue perdonado con un castigo evidentemente, perdiendo el niño recién nacido que le dio Betsabeth; exponiéndole al escándalo que no fue nada despreciable hasta el sol de hoy y soportar el azote por las inclemencias del tiempo, fuera del desprecio de su familia, pero siguió viviendo sus amores con Betsabeth, quien finalmente le parió otro hijo, que fue precisamente el futuro Rey Salomón. Y para que no se olvide la cosa, yo aprovecho y refresco el chisme de la barriga de Betsabeth, recordando aquel momento, cuando por poco un mandatario pierde la corona por mujeriego.
Por: Luis Alfredo Rapozo
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@luisrapozo
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