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PEDRO LLORENS: Permíteme igualarme con el cielo



La mosca en la oreja

 

De Miami salió un barco cargado de… ayuda humanitaria (alimentos, medicinas, ropa) y encomiendas de cubanos emigrados, con destino a La Habana.

Y el Ana Cecilia, que así se llama el paquebote, llegó ondeando las banderas de Bolivia y Cuba para no llamar la atención. Está autorizado para prestar el servicio semanalmente, con carga de Miami para La Habana, y al revés, de ser posible, porque un cubano con sombrero de liborio que estaba sentado en el malecón (extrañado de que llegara algo distinto a un buque de Pdvsa) aseguraba que “¡de aquí solo se puede mandar mielda!”.

El viaje inaugural duró un día más de lo previsto por problemas de burocracia (¿cuándo no?) a pesar de la importancia que debe tener para el Gobierno cubano la apertura de una ruta que de hecho rompe (o flexibiliza, como se dice oficialmente) el embargo impuesto por los gobiernos estadounidenses desde hace medio siglo, pero primero hay que superar toda la mielda que han hablado en ese tiempo, la misma que habla Chávez, salvo cuando, desde el imperio, lo precisan: “¡Quíhubo, que es lo tuyo!”. Frente a frente con Obama, en la V Cumbre de las Américas (2009) de Trinidad y Tobago, se mostró chiquitico, con rodilla en tierra, un hilillo de baba en las comisuras de los labios y una risita de pazguato.

Es la imagen que el mandatario estadounidense debe conservar de su homólogo (en color) venezolano, cuando afirma que Chávez no supone ninguna amenaza seria para la seguridad de su país, pese a todo lo que ha gastado y proyecta gastar en aviones, tanques, misiles, barcos y otras armas, largas y cortas, que regala a la guerrilla colombiana, a los gobiernos de su grancolombia particular y a cuanto grupo le hace creer que se opone al mismo imperio contra el cual él se ha rebelado.

Y es que es muy difícil tomar en serio a este personaje, porque así como ahora afirma que Obama es “un buen tipo si lo aíslas de su contexto” mañana podría inventar una conspiración internacional encabezada por éste y legalizar los escuadrones armados dirigidos desde las cárceles, otorgar grado militar a los pranes e incorporar a estos a las milicias.

Muchas veces, para entender a seres tan enrevesados y a la vez tan elementales hay que poner un bolero, como éste de Julio Rodríguez: “…el mar y el cielo / se ven igual de azules / y en la distancia / parece que se unen”, dice el entrépito (venezolanismo por entrometido), y desde el imperio responden… “mejor es que recuerdes / que el cielo siempre es cielo / y nunca, nunca, nunca / el mar lo alcanzará.


Por: PEDRO LLORENS
pllorens@el-nacional.com
Política | Opinión
EL NACIONAL