El discurso de Chávez en
la ciudad de Barcelona
■ Chávez: Hay que “recuperar a la gente cansada y defraudada por la revolución”.
Fue el jueves pasado (el segundo que pronunciaba después de 15 días de iniciada la campaña electoral) fue memorable por varias razones, si bien por motivos de espacio y tiempo, solo me reduciré a una, que, en muchos sentidos, resume a todas las demás:
Empezaré diciendo que fue la primera vez en mucho tiempo que los asistentes a un mitin del comandante-presidente estuvieron más pendientes de sus palabras que de su aspecto físico que, ya sabemos, es el de un enfermo alterado por los tratamientos anticancerígenos y de esteroides que ya le dejan escasas semejanzas con el original.
En cuanto a las palabras, hubo sorpresas, muchísimas sorpresas, la más impensable de las cuales fue cuando Chávez se presentó ante los no muy numerosos chavistas que lo seguían, como un furioso, encendido y frenético candidato opositor (no lo duden, dije bien: “candidato opositor”).
Y no llegaría a la exageración de decir que se ha convertido en un clon (vuelvo a aclarar: dije “clon”, no clown) de Capriles, o que está copiando su mensaje letra por letra, pero si Chávez inicia su discurso del jueves en la tarde en Barcelona con un: “Les transmito desde mi corazón un intenso y profundo saludo de amor” ¿cómo se llama eso?
Pues yo afirmaría que “caprilismo en estado puro”, ya que fue el candidato de la unidad opositora quien escogió, desde mucho antes del inicio de la campaña, hablarle a los electores “desde el corazón” y para invitarlos “al amor”, pero sin el olvidar que una invocación “al corazón” y “al amor”, no pueden conducir sino a la reconciliación, a la unidad y la paz entre todos los venezolanos.
Chávez, por el contrario, y a diferencia de otros procesos electorales, decidió desenterrar el hacha de la guerra, terciarse el fusil, ponerse la pistola al cinto, y como en cualquier época no electoral, no se cansó de hablar de violencia, muerte, odio, sangre, división y amenazas de que si ganaba, pues a la oposición no le quedaría otro remedio que agarrar sus cachachás y mudarse de país.
Yo diría que el epítome de este aquelarre fue aquella frase pronunciada en el teatro de la Academia Militar o en el Patio de Honor de Fuerte Tiuna, y ante un numeroso grupo de oficiales, donde dijo que “quien no era chavista, no era venezolano”.
Pero todo esto en recintos cerrados, o en estudios de televisión donde simulaban que acababan de bajarlo de la cama, o lo habían traído en silla de ruedas, o de videos editados con huellas de que usaban tomas de otras épocas, y que dejaban claro a quien quisiese verlos u oírlos, que el autor de las amenazas, el hombre que se disponía a emprender la guerra o dirigir las batallas, era un capitán maltrecho, sin ánimo si quisiera de sostener una espada, o de empuñar una daga, que más debía estar pensando en su epitafio, que en redactar proclamas de victoria.
Y pienso yo que sería por eso, por lo que, el electorado, comenzó a tener un solo candidato, a Henrique Capriles Radonski, a el hombre que estaba en la calle, los visitaba casa por casa, les oía sus necesidades, las anotaba, se comprometía, los invitaba a sus marchas y recorridos, y sobre todo, les hablaba de paz, amor, reconciliación, unidad y fraternidad entre todos los venezolanos.
Que Chávez está acusando el golpe, y que el golpe no puede venir sino de las encuestas que dicen que “Capriles sube, y Chávez baja”, lo vimos por primera vez en el mitin de Barcelona en la tarde del jueves pasado, donde no solo se convirtió en clon de Capriles, sino que se pasó a la oposición.
“Viniendo para acá” dijo “me fijé en las calles de Barcelona, y qué feas, y qué sucias, y qué llenas de huecos están las calles de Barcelona. Y dónde está la alcaldesa de Barcelona que dice que es revolucionaria, y el gobernador, Tareck Williams Saab, porque no son solo las calles de Barcelona, sino los apagones. Esta es la ciudad con más apagones en todo el territorio nacional. Y que me perdonen la alcaldesa y el gobernador, pero yo soy el funcionario que más protesta por las fallas del gobierno, y porque no le cumplimos al pueblo”.
Parece que tanto el gobernador, como la alcaldesa, habían escapado de la tarima antes de que Chávez los acusara, pero de haberse quedado, Tareck Williams Saab, pudo muy bien alegarle que la responsabilidad de que haya luz u oscuridad en el país recae en el gobierno central, y especialmente en su jefe, Hugo Chávez, quien pasó 14 años olvidado de las inversiones por 20 millones de dólares que debían hacerse en el sistema eléctrico no más iniciado su mandato, mientras arreglaba los problemas eléctricos de Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia.
Aún más, quizá fue, Tareck Williams Saab, el único gobernador que protestó cuando percibió que a Anzoátegui, y a su gente, se les castigaba con un racionamiento de luz brutal para que no faltara electricidad en Caracas, y que recuerde, lo dijo por todo el cañón y sin pelos en la lengua.
Y pregunto si no será por esa sinceridad por la que Chávez condenó a Tareck a una muerte política en vida, forzándolo a que renuncie a su reelección el próximo año y se la ceda a un nuevo valido del comandante-presidente que podría ser Mauricio Pèrez Abad, o Yelitza Santaella.
Hipótesis que está sujeta a comprobación cuando Chávez visite al Estado Bolívar (si es que lo visita) en las próximas semanas o meses, pues ahí si podemos hablar de una región del país sometida a una siniestra razzia apocalíptica, pues ni empresas del Estado, ni seguridad, ni luz, ni abastecimiento, ni agua, ni limpieza, ni servicios, ni educación, ni salud, puede decirse que quedan del polo que antes se tomaba como emblema del desarrollo y el progreso del país.
¿Y culpable segundo y principal después de Chávez? Pues su compinche y compadre, el general, Francisco Rangel Gómez, quien si bien no ha compartido en muchos aspectos la destrucción de Guayana, ha apoyado todas las políticas destructoras y cuidando de no mal ponerse con su compadre.
De modo que, calles en peor estado que las de Barcelona, y apagones de más del doble, y escasez de agua, y basura, y secuestros, y sicariato, y narcotráfico, y contaminación, eso y mucho más se encontrará Chávez en Puerto Ordaz, pero cuidando no referirse a ellas, y muchos menos atribuírselas al procónsul o nuevo virrey, Rangel Gómez.
Y ello por una razón muy sencilla: Rangel Gómez es general y del Ejército, individuos que conjuntamente con los llamados “boliburgueses”, constituyen una suerte de casta revolucionaria o burguesía roja, detentadora de un poder descomunal, omnímodo e irrefragable antes cuyas apetencias se mueve con cuidado hasta el mismo Chávez.
Sobre todo en estos meses crepusculares cuando Henrique Capriles Radonski se ha adueñado del corazón, de las calles y de la mayoría de los votos de los venezolanos y contrarrestar tal avalancha simulando que se tiene el respaldo de los militares, no es solo indicado, sino urgente.
De ahí que la campaña electoral de Chávez (si es que hace tal cosa), ha tenido como principal escenario y target a los cuarteles y los militares, pues aunque es dudoso que se las jueguen por un jefe cuya expectativa de vida política y personal luce muy corta, las armas son las armas y siempre sirven para asustar o intimidar.
Pero también para negociar, para decir: “Ok, fui derrotado, entrego y me voy, pero con condiciones: quiero que se respeten estos contratos concedidos a mi padre Fidel, que Venezuela sea el primer país en ofrecerle cobijo si él y su hermano ,Raùl, son derrocados en Cuba, y que sus restos descansen al lado de los míos si es que alguna vez llegara a morir. También quiero que nuestro epitafio tenga apenas 3 palabras: “Vencidos al fin”.
Por: Manuel Malaver
Politica | Opinión
Domingo 15 de Julio, 2012