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Thursday, November 21, 2024
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VIOLENCIA: El Cicpc Ferreiro fue víctima de las bandas que combatió



La última morada del funcionario, en lo más alto del cementerio. 52 policías han muerto en lo que va del 2012 en Caracas.

El agente quería que lo
enviaran al Seniat

 

El funcionario del Cicpc fue ultimado por individuos atraídos por una camioneta que él apenas comenzaba a pagar.

Cuando se disiparon la lluvia y los llantos sobre la tumba del agente Ernesto Manuel Ferreiro Castañeda, en la terraza más alta del Cementerio del Este sólo quedó una montaña de flores.

A los 27 años de edad la vida de Ferreiro era todo proyectos.

10 balas calibre 9 mm terminaron con las ilusiones el miércoles a las 11:30 pm. Su cadáver quedó a pocas cuadras del apartamento que apenas comenzaba a amueblar para vivir con su esposa, de la que esperaba el segundo hijo.

Desde hace tres años Ferreiro tenía el grado de agente de investigación del Grupo Especial contra Bandas. En el sepelio, el viernes en la mañana, uno de sus compañeros observó que fue víctima de los mismos hampones a los que tenía que investigar todos los días.

Los sujetos, al parecer, pertenecen a una banda dedicada al robo de vehículos que opera en el norte de Caracas. Y Ferreiro tenía uno de los modelos más preciados por estos antisociales, una camioneta Toyota Fortuner que adquirió usada y que había comenzado a pagar en mayo.

“Esa camioneta la habían encargado. Ningún hampón de esos se expone a que lo maten si no tiene mercado seguro para el vehículo”, aseguró un agente.

En el sepelio, los familiares de Ferreiro optaron por mantener un discreto silencio. Según el compañero de trabajo, en alguna oportunidad le dijeron que el vehículo llamaba mucho la atención. Pero él insistió en conservarlo.

Avanzar por siempre:

El comisario jubilado Douglas Rico recordó que Ferreiro comenzó muy joven en la Policía Metropolitana.

“Era un agente muy tranquilo, de esos echados para adelante. No se conformaba y siempre quería avanzar”, recordó.

A los 24 años de edad el funcionario se dio cuenta de que, por decisión del Gobierno, sus días en la Policía Metropolitana estaban contados. Así que se puso a estudiar Derecho en la Universidad Santa María.

No había terminado la carrera cuando vio la oportunidad de pasar al Cicpc.

Sus compañeros aseguran que la plaza en la policía judicial era para él una especie de tabla de salvación. En la práctica aplicaba los mismos conocimientos que le sirvieron para avanzar en la PM. Puro trabajo con fuentes humanas.

“Era muy bueno para crear confianza en los barrios y determinar qué hacían allí las bandas. Donde estaba desarrollaba muy buenos vínculos, porque tenía don de gentes”, explicó otro compañero.

Ferreiro pasó por el lugar equivocado en el peor de los momentos. ¿No sabía que ese sector, frente a la estación de servicio Anauco, es uno de los más peligrosos de la ciudad? Allí se detuvo en su camioneta para manipular el teléfono celular.

El agente había salido de la casa en la que vivió con su mamá y su esposa, en Coche. Como no podía leer los mensajes mientras manejaba por las calles oscuras de San Bernardino hizo una breve parada.

Esa fue la oportunidad para los hampones. Ferreiro se bajó de su vehículo y dio unos pasos hacia la parte trasera. Esperaba un descuido para desenfundar su arma.

El agente creía en su entrenamiento, iba a un gimnasio y reforzaba la tonicidad muscular con horas de caminata por las subidas del Ávila. Pero los antisociales fueron más rápidos.

El último tiro se lo dieron por la espalda.

Los atacantes no pudieron disfrutar del botín que representaba la camioneta. Cuando la manejaban por la avenida Panteón se percataron de que habían disparado contra un policía. En los asientos de la cabina estaban su cachucha con el logo de Cicpc y diversos folletos que utilizaba para explicar sus funciones en las reuniones con los consejos comunales.

Media hora después el vehículo estaba estacionado en una calle de La Pastora.

Ferreiro creía que no permanecería mucho tiempo más en el Cicpc. En el sepelio se comentó que había gestionado un traslado en comisión de servicio al Seniat, o en todo caso a Cadivi.

La tumba del agente de investigación aún no tiene lápida. Con las flores, quedó el recuerdo expresado sin dudas por uno de sus compañeros de trabajo: “Era de lo mejor”.


Por: JAVIER IGNACIO MAYORCA
jmayorca@el-nacional.com
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LUNES 09 DE JULIO DE 2012