“Hace pocos días, en Carúpano…”
■ En una pequeña ciudad venezolana del estado Sucre, fue testigo del salvajismo que recorre las calles del país.
■ Ya relatamos la detención de Luis Cortesía, acusado y presuntamente confeso del asesinato y brutal violación de una niña de 12 años.
Recluido por un juez en la cárcel de Carúpano, luego de ser devuelto desde Cumaná adonde había sido trasladado para protegerlo de una multitud de vecinos que pretendía lincharlo, al conocer esta medida, la poblada rodeó la cárcel con gritos de similar tenor.
Los gritos de la turba fueron pronto silenciados por los espeluznantes alaridos que desde el interior del penal profería Luis Cortesía, objeto de un salvaje linchamiento, empalamiento, incineración en vida y posterior descuartizamiento, ante la inacción de los mismos carceleros que lo habían entregado a la frenética turbamulta de reclusos. Cada aullido del linchado era celebrado en la calle por la irascible multitud. Pero esto no fue todo: desde el interior del penal comenzaron a ser lanzados hacia la calle fragmentos calcinados del cuerpo, de nuevo incitando los bramidos de júbilo de la poblada justiciera. Al espacio carcelario desde donde fueron lanzados los fragmentos humanos no tienen acceso los presos, así que solo pudieron ser lanzados por funcionarios de prisiones, guardias nacionales o por ambos.
Excúsenme la crudeza, pero los restos calcinados de Luis Cortesía tuvieron que ser reunidos por los forenses para ser trasladados desde la cárcel: solamente el tronco salió en una camilla, sus extremidades cortadas en secciones y su cabeza fueron buscadas en la calle. La crónica del periodista Pablo Rivera, del diario local La Región (30-06-12, pág. 38), señala que “… muchas personas no salían del asombro por la manera sañosa como se acabó con la vida de Luís Cortesía, a la vez que un alto porcentaje se mostraba de acuerdo con lo ocurrido…” La curiosa conclusión del mismo reportero se inscribe en el repertorio del “ni-niísmo” venezolano, cuando escribe: “… hecho que debe servir como medida de reflexión a aquellas personas que en algún momento intenten violentar la intimidad de algún ciudadano, independientemente de su sexo, ya que tal acción se traducía en repudio y rechazo de la ciudadanía en general”.
Ajeno a todo “ni-niísmo”, este cronista suelta su propia conclusión, omitida por la prensa local: lo relatado no es otra cosa que una flagrante condena de muerte bajo la más espantosa tortura, violatoria de los derechos constitucionales a la vida, a la defensa, a la presunción de inocencia y al deber del Estado de proteger a todos las personas, aunque fueren delincuentes confesos. Y fue producida a conciencia por un (a) fiscal, un (a) juez, los jefes de la guardia nacional y los jefes y guardianes de la cárcel de Carúpano.
Yendo más allá, es impensable que la decisión de devolver a Luis Cortesía desde Cumaná, donde había sido puesto a buen resguardo por el CICPC, y recluirlo junto a los demás reclusos de Carúpano, pudiera ser tomada por una autoridad local o regional. Ahí hubo una decisión política que compromete a alguien de rango por lo menos ministerial y del primer nivel en la fiscalía general. Una instancia en la que se pensó: “vamos a entregarle este criminal a la turba que lo reclama, en la forma de ponerlo junto a los delincuentes comunes, que ya sabemos cómo actúan en estos casos; así apaciguamos las protestas y satisfacemos su morbo enardecido”.
¿Se va a quedar esta monstruosidad sin investigar… Existió responsabilidad de la ministra Iris Varela en la liberación anticipada de Luis Cortesía… Existe alguna relación entre el rumor de que la minpopo para las cárceles liberó indebidamente a Cortesía y la virtual condena a linchamiento? Son preguntas que van a quedar sin respuesta, pero igual las hacemos, porque algún día se podrán investigar.
Por: THAELMAN URGELLES
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