Aquí y ahora
En recientes declaraciones, con motivo de la visita del dictador Lukashenko de Bielorrusia, para la firma de más convenios y cartas de intención entre ambos países, Chávez, siguiendo la línea de ser él mismo quien dé los partes médicos sobre su enfermedad, aseguró que ya estaba sano y, por ende, no necesitaba de más exámenes médicos. Claro, como siempre, sin mayores explicaciones y detalles sobre su mal.
Esa no deja de ser una buena noticia, a pesar de que los impacientes por recuperar nuestra democracia quisieran otro desenlace. Y me refiero a que es una buena nueva, porque siempre he sido de la tesis de que lo mejor que le puede suceder a Venezuela es que derrotemos electoralmente al caudillo único de la revolución bolivariana, con varios millones de votos por el buche, producto de un trabajo arduo, intenso, efectivo, como el que está haciendo Henrique Capriles, que se ha planteado recorrer Venezuela tres veces más de lo que ya ha hecho.
La aseveración de Chávez seguro va a estar respaldada por la premisa fundamental de que salga de Miraflores y se codee, presencialmente, con el soberano que tanto dice amar. Esa sería, a mi juicio, la principal demostración de su curación.
Una persona sana no tiene por qué escudarse en las cuatro paredes de la casa presidencial (llamar palacio a Miraflores es un poco exagerado) y, mucho menos, durante una campaña electoral tan exigente como la nuestra.
Sus seguidores estarán gozosos de abrazar, tocar, manosear y hablar de tú a tú con su líder, y así tener la oportunidad de plantearle, de manera directa y sin intermediarios, sus problemas más apremiantes. Eso sería lo que haría cualquier aspirante a la silla presidencial, sin ningún tipo de inconvenientes, para conocer, de primera mano, el sentir de la gente. Es lo que en política se llama contacto directo.
También, de sentirse como un toro, luego del amargo trance que ha sufrido, evitará dar muestras tan desproporcionadas de ventajismo electoral, no sólo con el uso desmedido y hegemónico del aparato publicitario del Estado (porque eso es lo que es), sino, también, de los recursos de las oficinas públicas que, se supone, deberían guardar cierta compostura o apariencia para mostrar, así sea de mentira, respeto por la reglas y normas electorales impuestas por la normativa legal creada por el oficialismo.
Probablemente, las reiteradas e interminables cadenas serán administradas con mejor criterio y respeto hacia la opinión pública nacional, habida cuenta de que el eterno candidato a la reelección indefinida caminará las veredas de los pueblos y ciudades de nuestra patria para defender su “revolución” de los oligarcas, del imperio y de los adoradores del capitalismo y, al fin y al cabo, de todos aquellos que pensamos diferente.
Vistas las cosas así, de Perogrullo es que, al aparecer de cuerpo presente, no serán necesarias las tan largas y repetidas peroratas en la radio y la televisión, como lo han sido hasta ahora, porque ya podría matizar y equilibrar su trabajo proselitista saliendo del mágico y adictivo cajón (ahora con las nuevas tecnologías marco) rectangular a que nos ha tenido acostumbrados desde que Fidel Castro le refirió lo de su enfermedad.
En conclusión, quienes anhelan vivir en libertad deben duplicar esfuerzos y trabajo.
Buscar sus dos votantes adicionales (tú y dos más) a los efectos de llegar a los siete millones y medio de sufragios que permitirán lograr un triunfo sin ningún tipo de cuestionamientos o dudas.
Por: FREDDY LEPAGE
@freddyjlepage
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EL NACIONAL