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FERNANDO LUIS EGAÑA: La cachaza ilimitada



Armas y sus municiones decomisadas a una sola banda de hampones.

“La ‘revolución’ se rinde
ante el hampa…”

 

Después de más “planes integrales de seguridad” que los años que lleva desgobernando, después de que todos fracasaran por una mezcla de piratería con interesada negligencia, después de haber degenerado a Venezuela en una de las sociedades más violentas del mundo, después de tan trágica e imperdonable realidad, el señor Chávez se encadena para pontificar sobre la metafísica histórica de la inseguridad, y para anunciar una misión correspondiente, denominada “A Toda Vida”, que en verdad debería llamarse “A Toda Cachaza”.

Durante sus tres gobiernos consecutivos (1999-2012), el número de asesinatos por año se ha incrementado de 4.500 a 20.000, o sea en casi 450%, y con el resto de los géneros y categorías delictivas también ha ocurrido un fenómeno similar, pero resulta que -según él- eso se debe al neoliberalismo del siglo pasado, o al influjo de los medios de comunicación capitalistas, o a la infiltración de los para-militares colombianos en las barriadas venezolanas. Si eso no es cachaza, ¿qué es?

Y para colmo de la cachaza o descaro, lo que se presentó de la referida misión no es más que un refrito de los sopotocientos planes fallidos de sus tres gobiernos. De acuerdo a las cuentas del candidato Capriles van 20, y todos con nombres pomposos y empaques rebuscados. El de ahorita, por ejemplo, se sustentaría en el “Plan Nacional de Despliegue del Servicio de Policía Comunal” (Pndspc), un emprendimiento de Power Point que costará un platal y que muy pronto pasará al olvido, en medio del auge de la criminalidad.

Y he aquí el nudo del asunto: no es que la “revolución” no haya podido con el hampa, es que la “revolución” es la causa activa del desbordamiento del hampa, porque la “revolución” y el hampa no son realidades separadas sino amalgamadas. Si no lo comprendemos así, y en cambio insistimos en que la violencia delictiva es un problema técnico al margen del contexto político, que además se resuelve con un cóctel apropiado de medidas técnicas, entonces erraremos en el diagnóstico del mal y por ende en su tratamiento.

Un régimen político que encumbra y premia a personajes profusamente denunciados como narco-generales, narco-ministros, narco-gobernadores o narco-magistrados, se vuelve una especie de turbina generadora de delincuencia organizada. Y el efecto multiplicador que eso tiene en toda la estructura delictiva es exponencial. ¿O acaso el malandro de esquina no se siente alentado por esas mafias cenitales?

Las bandas hamponiles que controlan populosos territorios urbanos, y que por hacerlo en nombre de la “revolución socialista” se ufanan de su impunidad, incluso en las propias adyacencias de Miraflores, ¿qué reflejan si no la aleación entre hampa y poder? Y ni hablar de las imbricaciones oficiales con el narco-terrorismo colombiano y otras especies de lo ilícito internacional.

Así mismo, una satrapía que dispone del poder a sus anchas, sin contrapesos efectivos y burlándose del Estado de Derecho, es también una molienda socio-cultural para la convivencia cívica y el respeto de los derechos de los demás, comenzando por la propiedad y terminando con la vida. La corrosión de los valores básicos que cimentan la vida en común, siempre es una consecuencia directa de los despotismos envilecidos.

Y en esas profundidades se sigue sumiendo el país, mientras el jefe de la satrapía se solaza con una “misión” cuyo objetivo sería “disminuir la ocurrencia de situaciones vinculadas con el delito”. Y es que esa cachaza sólo llegará a término con el fin de la satrapía.


Por: FERNANDO LUIS EGAÑA
flegana@gmail.com
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