Henrique Capriles Radonski es más
que un candidato presidencial
No es en este momento una individualidad, sino la expresión, el vocero de una creciente franja de venezolanos hastiados de la exclusión, del mesianismo, de la inseguridad, del sectarismo, de la corrupción, de la peleadera estéril en la cual ha transformado el Gobierno nuestra cotidianidad.
En torno a su candidatura se han nucleado millones de compatriotas a quienes pueden separarlos visiones ideológicas, posición socioeconómica, militancia partidista e incluso credos religiosos, pero que están unidos por el deseo de cambio, por el cansancio de un modelo político que excluye a la mitad, y cuidado si más, de la población. Un modelo frente al cual hay que pagar un peaje muy caro, el de la incondicionalidad, el del silencio, el del conformismo, el de la irremediable aceptación de que somos subalternos de un mesías que pretende imponernos hasta el modo de caminar.
Eres venezolano, patriota, honesto, merecedor de respeto e incluso de ser tomado en cuenta sólo en la medida de que aceptas el sometimiento a la voluntad del “big brother” tan esclarecidamente descrito por Orwell en 1984. De lo contrario, eres cuando menos sospechoso de ser apátrida, agente del imperio, saboteador, o incluso terrorista, si tus expresiones o acciones indican al menos una pizca de resistencia a entrar por el aro de la incondicionalidad. Y si por casualidad fuiste elegido candidato presidencial para presentar a tus compatriotas un camino diferente, de inclusión, de diversidad, de espacio para todas las visiones presentes en una sociedad, pues entonces te conviertes en la nada. Ese es el caso de Capriles.
Pero esa nada que según Chávez es Capriles está en la calle. Y no se puede ignorar así “como si nada”. En ocho días hemos visto cómo las más grandes ciudades del país y otras no tan grandes han sido escenarios de grandes movilizaciones populares en respaldo a Henrique.
Y lo más curioso es que las imágenes de esas concentraciones y marchas nos hacen recordar lo que pasaba con el mismo Hugo Chávez en 1998, mucho antes de que la calle comenzara a meterle miedo en serio a los factores que estaban nucleados en torno a otras candidaturas.
Entonces no se trata de que Capriles sea la nada, sino de que el candidato a la reelección prefiere no ver nada, ignorar lo que está pasando cada vez que el abanderado de la unidad se mezcla con las multitudes decididas a abrir con su voto un nuevo ciclo en la historia del país. No nos vamos a poner a cuestionar o a alabar encuestadoras. Peor para las que tomen la ruta del autoengaño. La calle está hablando, y mucho. Ese sentimiento es cada vez menos oculto. Si algún miedo parece estar presente en electorado es al continuismo, a la posibilidad de que Venezuela siga la ruta del apartheid.
Maria Teresa Castillo Se ha ido María Teresa Castillo, una venezolana que hizo todo su esfuerzo por impulsar la cultura, y que convirtió el Ateneo de Caracas en el espacio de la diversidad, del pluralismo político, de la convivencia entre los venezolanos. María Teresa fue, además, un semillero de solidaridad tanto en nuestro país como en otras latitudes.
El pueblo nicaragüense, que tan valientemente luchó contra la dictadura sanguinaria de Anastasio Somoza, tiene mucho que agradecerle a quien en vida presidiera el Comité de Solidaridad con esa nación hermana. Lo mismo el exilio chileno, argentino, uruguayo y boliviano en nuestro país. Y los perseguidos de otros tiempos, entre ellos Hugo Chávez, también tuvieron en el Ateneo y en María Teresa una mano tendida cuando otros les daban la espalda.
Queda de ella su aporte a la cultura y a la democracia. Ni la más envilecida y putrefacta hojilla podrá mancillar su huella imborrable.
Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
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