Penurias cambiarias para empresas
extranjeras -y nacionales-
Las empresas extranjeras -y también las nacionales- que trabajan en Venezuela lo hacen “como pueden”. Enfrentan un cúmulo creciente de dificultades financieras, administrativas y regulatorias, particularmente cuando deben remitir dineros (por el motivo que sea) al exterior,…
… dependiendo para ello de la más absoluta discrecionalidad de las autoridades de ese país, que no ocultan nunca su profunda desconfianza y sus resentimientos -casi atávicos- hacia las empresa y el capital privados.
Ahora se han quedado sin opciones legales para poder hacer, materialmente, esas transferencias. Porque el organismo estatal venezolano que concede las autorizaciones requeridas (CADIVI, el encargado de asignar los dólares al tipo de cambio oficial, lo que -es obvio- por su precio conlleva un enorme subsidio implícito), como también sucede en la Argentina, ya prácticamente no las aprueba. Porque Venezuela tiene apenas unos mil seiscientos millones de reservas de libre disponibilidad, la cifra más baja de los últimos 16 años. Apenas diez días de importaciones.
Ocurre que las emisiones de bonos locales expresados en dólares han dejado de ser una opción. Algo parecido al denominado “contado con liquidación” hoy utilizado en la Argentina, que supone poder adquirir en moneda local los bonos emitidos en el país que están expresados en dólares, para luego exportarlos y proceder a venderlos en el exterior contra dólares para poder hacerse así de los dólares que, de otra manera, son simplemente in-encontrables.
Está claro que tanto la Argentina como Venezuela enfrentan dificultades crecientes en materia de disponibilidad y posibilidades de acceso a las divisas extranjeras. Con sus respectivas economías en estado caótico -en las que las reservas en divisas extranjeras son bajas, sino casi inexistentes- ambos países hacen penar a su sector privado. En Venezuela, la caída de la asignación de divisas al sector privado en el primer trimestre del año en curso, es del 9% anualizada. En lo que va del año las reservas totales cayeron un 17%.
Todo esto es mucho más que enfrentar un mero “sobre-costo” y, en algunos casos particulares, es hasta una amenaza para las posibilidades de supervivencia de la respectiva empresa. Para la misma gente significa tener que sobrevivir cotidianamente sin sus medicamentos tradicionales si éstos eran importados, o sin poder reponer piezas en sus bienes de capital, o sin sus repuestos automotrices. Con toda suerte de penurias, pérdidas de tiempo e incomodidades que son -es obvio- consecuencia directa de este azote dirigista que ha caído sobre las empresas y las personas individuales.
El caso venezolano es realmente patético. Habría casi diez billones de dólares que debían haber sido ya girados al exterior por el sector privado y que hoy están, en moneda local, “atrapados” en Venezuela. Prisioneros de Hugo Chávez y los suyos. Por esto, se “re-invierten” forzadamente hasta en la compra de inmuebles, de modo de que su valor no se evapore como consecuencia de la inflación galopante que golpea a Venezuela tanto como lo hace con la Argentina, pese a que esta última la procura disimular de alguna manera con el grosero manoseo de las cifras oficiales.
Esto, queda claro, es absolutamente todo lo contrario a generar y mantener un “clima de negocios” propicio para atraer la inversión. A todo lo que hay que sumar el vertiginoso aumento de la deuda pública externa venezolana que ya está en los 95.000 millones de dólares, de los cuales 10.000 millones se agregaron en el primer trimestre de este año, electoral, por cierto. Cada vez más el país caribeño recuerda aquello de “sembrar vientos y cosechar tempestades”. Una pena para su gente. El 7 de octubre tendrán una oportunidad para salir de la tiniebla de Chávez. Dios quiera que puedan hacerlo.
*Emilio J. Cárdenas, Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
Por: Emilio J. Cárdenas
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MARTES 19 DE JUNIO DE 2012