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TULIO HERNÁNDEZ: Contra la improvisación



“Capriles y su equipo tiene
que introyectar…”

 

Uno de los proyectos políticos que más resonancia ha tenido en los últimos tiempos latinoamericanos ha sido el gobierno de la Alcaldía de Medellín conducido por Sergio Fajardo. En un lapso de apenas tres años, el alcalde paisa logró que la ciudad dejara de ser famosa por sus altos índices de homicidios y el poderío de los capos del narcotráfico para ser reconocida como modelo de gestión urbana.

Alguna vez en Caracas, invitado por el entonces también alcalde Leopoldo López, tuve la oportunidad de preguntarle a Fajardo cómo habían hecho tanto en tan poco tiempo. Respondió con una frase muy precisa: “Porque el día que asumimos el gobierno ya sabíamos exactamente lo que íbamos a hacer”. Y agregó que apenas terminó el acto de investidura como alcalde ya estaban poniendo en marcha los más importantes proyectos que había madurado con su equipo en los cuatro años transcurridos entre su primer intento, fallido, de ser alcalde y el momento en que, por fin, lograron ganar las elecciones.

Es exactamente todo lo contrario de lo que le ocurrió a Hugo Chávez y el suyo. El chavismo, que, por su origen militar y su vertiente fidelista, desconfiaba, y aún desconfía, de las libertades democráticas, fue a elecciones en 1988 sólo para ganar espacios en la tarea de preparar la insurrección armada con la que proyectaban tomar el poder que no habían logrado con el golpe de 1992.

La fecha prevista era el año 2002. Pero gracias a la profunda crisis del sistema de partidos y del liderazgo bipartidista, aunada a las peculiares facultades personales sobre las que se sustenta su liderazgo carismático, el teniente coronel se convirtió en el fenómeno de masas que todavía es y le ganó cómodamente las elecciones a Irene Sáez, quien a finales de 1997 aparecía en las encuestas como candidata imbatible.

Por eso no se tomaron en serio planificar cómo iba a ser la gestión de gobierno, de qué manera afrontar la pobreza o la inseguridad, qué hacer para resolver el déficit de viviendas o el de la producción agroalimentaria. El trabajo proselitista les consumió toda su energía y, al contrario de la experiencia Fajardo, al llegar al poder, el chavismo no tenía un proyecto concreto. Tenía, sí, grandes pulsiones, consignas ampulosas, ideas gruesas y heroicas sobre el cambio que el país necesitaba. Cosas como “refundar la nación” o “retomar el hilo perdido de la obra inconclusa de los libertadores”. Pero no estrategias concretas sobre cómo hacerlo. Ni metas específicas como las que se fijó Lula en relación con el número de brasileños que calcularon, técnicamente, era posible sacar de la pobreza.

Por eso estos trece años han sido de improvisación absoluta. De ensayo y error. El país se ha movido de acuerdo con los enamoramientos del Presidente. El método de gobierno pareciera ser “como él vaya diciendo, vamos viendo”.

Hemos pasado de la fascinación por las tesis neonazis de Norberto Ceresole a las vacuidades de Lucas Estrella en El oráculo del guerrero y luego a las orientaciones decimonónicas de Harnecker, Dieterich o Monedero. De los gallineros verticales al culto a las cooperativas, del trueque como ética a la emisión de capitalistas bonos de la deuda, de los círculos bolivarianos a los consejos comunales, de la revolución bonita al socialismo del siglo XXI, de la abulia al trabajo desesperado por construir viviendas a última hora violando las más mínimas normas de planificación urbana.

Ha sido exactamente lo contrario del segundo gobierno de Pérez, que tenía proyecto pero no tuvo capacidad de negociación y conducción política.

Ahora estamos ante un nuevo fracaso histórico y queda claro que se puede tener todo el poder, el apoyo popular y los recursos económicos y, sin embargo, gobernar mal.

Es la lección que Henrique Capriles y su equipo tiene que introyectar. La posibilidad de triunfo en las elecciones presidenciales se hace cada vez más cercana, pero definir el plan de vuelo, saber qué hacer con el país, por lo menos por dónde comenzar, media hora después de que Chávez entregue el mando es una tarea tan importante como ganar las elecciones. Lo sabía bien Fajardo en su alcaldía.


Por: TULIO HERNÁNDEZ
hernandezmontenegro@cantv.net
Política | Opinión
EL NACIONAL
DOMINGO 17 DE JUNIO DE 2012