¡Hasta cuándo!
La historia de nunca acabar: seguir utilizando los paros universitarios como medio de lucha para protestar contra los gobiernos que maltratan nuestras casas de estudio, recortándoles el presupuesto y castigando a sus trabajadores con salarios de hambre. Nunca estaré de acuerdo con esa herramienta gremial para reclamar reivindicaciones.
Que alguien me diga qué hemos logrado paralizando las clases. ¡Nada! Con eso no sensibilizamos a nadie, como lo pretenden hacer ver. Olvídense de que el Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria otorgará los recursos presionado por esos paros. Ni los dos días de la semana pasada, ni los dos decretados para esta aportarán absolutamente nada positivo para el sector universitario. De eso no me cabe duda alguna. La parálisis laboral no afecta a quienes la decretan, sino a los estudiantes y a sus familiares. Es una lucha donde no se sacrifica el luchador, ni mucho menos se debilita al adversario.
Los gremios deben ser más creativos a la hora de protestar. Por qué castigar a los alumnos retrasándole el estudio, si la lucha es contra el Gobierno que no paga. Por qué imponerle a los estudiantes el fardo pesado de esta batalla gremial.
Mala memoria:
Definitivamente, en Venezuela no queremos aprender. Recordemos: el “papá” de los paros contra este régimen fue el paro llamado petrolero del año 2002-2003, ¿qué logramos? Así lo reseña Wikipedia: “La huelga petrolera y general, pese a su histórica duración, finalmente no cumplió ninguno de los objetivos que se planteó. En el área petrolera Chávez ordenó un despido general de todos los trabajadores petroleros directos o indirectos, que participaron en la huelga. Para sobrevivir la paralización de la principal industria nacional, el Gobierno puso a la empresa, a nivel administrativo, en manos de simpatizantes suyos. A nivel operativo contrató a personal internacional para que dirigiera las refinerías venezolanas. Y a nivel del área de transporte marítimo, Chávez ordenó el arresto y desembarco forzado de todos los marinos mercantes en huelga, iniciándoles causas judiciales por sabotaje y traición a la patria. Estas causas fueron declaradas contra los otros huelguistas”.
Pues está más que demostrado que a los gobiernos comunistas le resbalan los paros. Es más, se burlan y disfrutan cuando la gente adopta esos medios de protesta. ¿Se nos ha olvidado también lo que ocurrió con el mártir Franklin Brito? ¡Por el amor a Cristo! Lo dejaron morir. Ojalá los universitarios recapacitemos y lo entendamos de una vez por todas que la lucha es en la calle y en las aulas, de forma activa. Nada de decirles a los estudiantes que no hay clases. Hasta por razones lógicas y políticas nos interesa que las universidades estén llenas, generando opinión, debatiendo con los muchachos en salones y pasillos. Hablándole del futuro y de lo que significa la pérdida de los valores democráticos en una sociedad. Pero no: es más fácil decir que estamos protestando y por eso nos quedamos en casa y no vamos a la Universidad.
Los paros hacen que nuestras razones legítimas para enfrentarnos al Gobierno las desaprovechemos. Con dolor pienso que la comunidad nos puede ver como flojos, incapaces de poder movilizar al sector universitario y plantárnosle al Gobierno.
Por eso, amigos de los gremios, la historia es inclemente a la hora de mostrar la factura. Si tenemos la razón en nuestras luchas, no la perdamos desmovilizándonos. Los acompañaré siempre en la calle, como lo he hecho, pero dándole libertad a los estudiantes y profesores para que nos acompañen. De lo contrario tenemos la pelea perdida.
Tribunales y la capucha:
Los Tribunales (estos de ahora) siempre han sido benévolos con la capucha. Recordemos el último acontecimiento vivido en la UC. Fueron capturados en flagrancia un grupo de encapuchados armados dentro del Rectorado, y al día siguiente un juez les decretó la libertad.
La UCV también ha vivido eventos parecidos, la ULA, la UDO la LUZ. Todas las universidades han sido víctimas de actos violentos, y a la hora de aplicar sanciones siempre encuentran un juez laxo que las impide.
Por cierto, aquellos hechos violentos del pasado 16 de abril, protagonizados en el recinto del Rectorado de la UC, se produjeron porque la capucha armada se oponía a la designación de la Dra. Brigida Gianoid Sánchez de Franco como Decana de la Facultad de Ciencias de la Educación. Pregunto: ¿Qué interés tenía -o tiene- la capucha para evitar tal nombramiento? Para quienes no conocen a la decana nombrada, les digo que es una profesora con varios postgrados y doctorado. En el último proceso electoral celebrado en la Facultad de Ciencias de la Educación obtuvo la más alta votación como consejera de facultad en representación de los profesores. Con aquilatadas credenciales para ser decana. Pero, como es la vida universitaria, hay algunos -muy pocos- profesores que se oponen a su designación sin razón alguna de peso.
Para los que poco se han enterado de lo que ocurre en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UC, les digo que mientras los procesos electorales estén suspendidos por órdenes del Tribunal Supremo de Justicia, quien tiene la potestad de designar decanos hasta tanto no se celebren las elecciones, es el Consejo Universitario. Esto lo señala el artículo 23 del Reglamento de la Ley de Universidades: “Las faltas temporales de los Decanos serán suplidas por un Director de la respectiva Facultad o por un profesor de la misma que reúna las condiciones para ser Decano. La designación la hará el Consejo Universitario a requerimiento del Decano, o en su defecto del Consejo de la Facultad respectiva. En caso de falta absoluta y hasta tanto se realice la nueva elección, la falta será suplida en la misma forma”.
Buscar en ámbitos distintos al universitario el nombramiento de nuestros decanos encargados es llanamente desconocer esa norma y renegar de nuestra autonomía.
Los jueces deben ser muy celosos a la hora de analizar disputas universitarias, sobre todo cuando se emplean medios extraordinarios como el amparo constitucional para dirimir conflictos domésticos como estos de la designación de un decano encargado.
Por: Pablo Aure
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