“Pasan los días y uno se pregunta…”
¿En qué anda el invisible candidato Chávez?
Y para ser más precisos, ¿qué hará, pongamos por caso, cuando le llegue el momento de cumplir con el requisito constitucional de su postulación? Lo cierto es que, a medida que nos aproximamos a la fecha crucial del 7 de octubre, más ominosas se nos presentan estas incógnitas que marcan los pasos inciertos de Chávez. No hace mucho, por ejemplo, el presidente-comandante anunció que acudiría el lunes 11 de junio a la sede del CNE para oficializar su postulación como candidato presidencial del PSUV. De ahí que el martes 23 de mayo mostrara la primera página de de Últimas Noticias y regañara crudamente a sus editores por indicar que aún se ignoraba el día exacto de ese importante acto político y electoral. Muy molesto, a punto estuvo incluso de acusar al diario de formar parte de algún siniestro plan desestabilizador del imperio. Sin embargo, el pasado lunes 27 de mayo, Diosdado Cabello, con cara de muy pocos amigos, declaró que no había fecha para la dichosa postulación, y hasta asomó la posibilidad de que Chávez lo hiciera a distancia, vía Internet. Para completar este cuadro de confusión general, el pasado jueves, Jorge Rodríguez, en su condición de jefe de la campaña roja rojita, informaba que la postulación de Chávez la haría el candidato en el CNE rodeado de multitudes.
Tratar de ocultar el sol con el uso de las redes sociales y la manipulación mediática ha demostrado ser un ejercicio fútil. Querer ignorar durante todo este año la especificidad de la enfermedad presidencial y los resultados de las tres intervenciones quirúrgicas y de los diversos tratamientos a que ha sido sometido el paciente, una experiencia patética.
De ahí el agobio, la ansiedad colectiva y el desasosiego creciente que ha dominado el ánimo de la mayoría de los venezolanos desde que se hizo pública la noticia del grave cáncer que padece Chávez. Nada más natural, pues, que esta justificada inquietud del país, infructuosamente pendiente de un misterio médico que el régimen se ha empeñado terca e inexplicablemente en disimular.
Sólo que ahora, al cabo de tantos meses, y como no hay mal ni suspenso que pueda mantenerse con vida durante 100 años, aquella zozobra inicial, día a día, se ha ido haciendo indiferencia, aburrimiento y desdén.
Sin la menor duda, no era ese el objetivo que se pretendía alcanzar con la equivocada estrategia oficial de silencio a toda costa diseñada quizá en La Habana, pero a fuerza de decir hoy esto y mañana lo contrario, de inundar el país con los torrentes de un canto de alegría por la supuesta recuperación del enfermo insistentemente refutado por la realidad, de no saberse nunca en las alturas del poder cómo manejar la intromisión fatal del cáncer en la marcha del proceso, ¡ah, McLuhan, qué grande eras!, el mensaje ha terminado convertido en masaje grotesco. Gradualmente, casi sin darnos cuenta, todos nos hemos ido habituando a los desvaríos del guión y ya a nadie parece importarle si Chávez aparece aquí, allá o en ninguna parte, mucho menos si acude personalmente a la sede del CNE o simplemente deja que algún asistente suyo apriete una de estas mañanas la tecla remota de un computador para hacer oficial su cuarta candidatura presidencial.
De esta extraña manera, a la virtualidad de Chávez como Presidente de la República en funciones le sucede ahora, al iniciarse la campaña electoral, la virtualidad de Chávez como candidato. Una contradicción entre el ser y no ser, que ha obligado a muchos de sus hombres de mayor confianza a hacerle el juego a las fantasías y anhelos de la propia propaganda oficial, o tratar de jugar, como hace un año hizo Nicolás Maduro con funestas consecuencias, en peligrosas posiciones adelantadas como recurso práctico para prevenir sorpresas desagradables y desenlaces aún peores.
Se trata de una encrucijada difícil frente a las cuales se requiere la disposición de correr grandes riesgos y la habilidad para confundir al adversario, dos de los atributos que transforman a un general en un gran general. Sólo faltaría que Chávez, además de la audacia y la imaginación que en mayor o menor grado posee, también tenga oculta, bajo su ancha manga de exitoso prestigiador de feria, la carta decisiva: un plan B que le permita salir airoso de esta intrincada situación en la que lo ha colocado el cáncer y su pobre gestión de gobernante. Habrá que esperar y ver. Mientras tanto, imaginarnos cómo podría ser una campaña electoral en la que uno de los dos candidatos termine siendo un no-candidato.
Por: ARMANDO DURÁN
Política | Opinión
EL NACIONAL
LUNES 28 DE MAYO DE 2012