Tiempos de cambio
No puede haber titubeos ni medias tintas y mucho menos dobles discursos frente a la agresión que se cometa contra un comunicador social, independientemente del medio en el cual labore, sea público o privado, audiovisual o impreso, sea de carácter nacional o local.
En tal sentido, no se puede pasar por alto la agresión cometida contra un equipo de Venezolana de Televisión en el estado Guárico, por parte de un individuo identificado con la candidatura de Henrique Capriles Radonski, y de cuya acción existe una grabación que la confirma. En una campaña electoral, a la cual se incorporan cientos de miles de personas, es muy difícil evitar situaciones como estas, pero cuando ocurren deben ser condenadas de inmediato. Es más, diría que el agresor debe ofrecer excusas por su condenable conducta.
Ahora quiero referirme a lo que ya es moneda corriente en el comportamiento del Gobierno, de su partido y de sus funcionarios con respecto a temas como el que estamos abordando. Es asombroso el doble discurso que deja desnudos a quienes desde el oficialismo se rasgan las vestiduras en defensa de los periodistas.
Hemos visto a altos funcionarios del Gobierno empujando periodistas, es público y notorio que en Venezuela hay grupos que han agredido comunicadores sociales y disfrutan de total impunidad, como ocurrió con los trabajadores de la Cadena Capriles, el 12 de agosto de 2009, a quienes una banda de supuestos “comunicadores alternativos” les cayó a palo limpio cuando realizaban una protesta pacífica. En días recientes, un equipo de Globovisión fue detenido por darle cobertura a la situación de violencia carcelaria en el retén de La Planta, e igualmente se han producido agresiones contra reporteros de medios privados en actos del PSUV.
Es imposible no recordar el ataque neofascista por parte de activistas “revolucionarios” que sufrieron militantes opositores y periodistas en Cotiza, durante un recorrido de Capriles Radonski.
Pero, por si fuera poco, también se ha impedido el ejercicio periodístico, sin ningún pudor, en casos tan escandalosos como el de Walid Makled, las miles de toneladas de alimentos podridos de Pdval, e incluso en la cobertura de las sesiones de la Asamblea Nacional se han establecido limitaciones inimaginables en una democracia. Y lo peor es que esas restricciones en el caso del Parlamento se han puesto en práctica con el visto bueno de diputados periodistas.
Frente a estas situaciones no hemos visto ni la más mínima señal de preocupación o remordimiento por parte de altos representantes de los poderes públicos, de voceros del Partido Socialista Unido de Venezuela o del Ministerio de Comunicación e Información.
Y mucho menos por parte de quienes conducen espacios en medios que en el papel son del Estado y en la práctica se comportan como parte del departamento de propaganda del partido de gobierno.
El Gobierno y sus voceros que hoy hacen demagogia en un alarde de supuesta defensa del periodismo son los mismos que les niegan a los propios trabajadores y sindicalistas de Venezolana de Televisión siquiera un mínimo derecho de réplica para defenderse de las graves acusaciones que les formulan en el escatológico programa de la medianoche. Y son los que nada dijeron cuando trabajadores de los medios públicos recibieron “gas del bueno” en una protesta realizada en la sede del Minci. O los que guardaron silencio frente a la trágica muerte del fotógrafo Jorge Durán, del Ministerio de Interior y Justicia, por presunta negligencia de uno de sus superiores, caso que por cierto sigue sin esclarecerse.
Los hechos son tercos, y por eso dejan muy mal parados a estos supuestos defensores del periodismo.
Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
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