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SEXO SIN TABÚ: Sexo al borde de un ataque de pánico



“El miedo a mostrar el cuerpo tal como
es suele estropear una relación…”

 

Pese a que no se mencionan, las fobias son comunes y conviven en hombres y mujeres que arrastran sus frustraciones en silencio.

A sus 32 años de edad, Edgar J. no atesora otro deseo que pasar una noche de sexo placentero con alguna de las chicas que se les insinúan, tanto en la oficina como en las fiestas a las que asiste en busca de emociones. Pero, ¿qué se lo impide, si quien rumia su pena es profesional, extrovertido, un tipazo que fácilmente arrebata las miradas no sólo de mujeres, sino hasta de los mismos hombres? “No sé explicarlo; cuando estoy a punto de lograr una relación, piso el freno por miedo a que las cosas salgan mal”, confiesa este merideño, que a los 19 años de edad tuvo un sueño: ir a Caracas y conquistar mujeres; y ahora un temor “que me viene de adentro” lo bloquea para terminar sus noches, a solas, arrinconado en la habitación. El asunto se ha vuelto serio para el ingeniero de sistemas, blanco de burlas de sus compañeros, quienes se lo dicen en dos platos: “O eres gay y no lo sabías o eres el tipo más pendejo del mundo”.

Lo que padece Edgar J. no es una enfermedad física sino un tipo de disfunción que, aunque suene a nimiedad, sufren como promedio 3 de cada 10 hombres y 5 de cada 10 mujeres, de acuerdo con el psicólogo clínico Víctor Aranguren, que ha escuchado en su consultorio lamentos de hombres y mujeres afectados de fobia sexual .

“Se trata de una afección, nacida del temor a un riesgo a veces inexistente. Puede ser pánico a no hacerlo bien, a no lograr la penetración o a no satisfacer a la mujer; es un bloqueo que en los varones se traduce en el temor a la eyaculación precoz, impotencia o a perder el deseo en mitad del acto; mientras que en la mujer es, entre otras razones, miedo a ser penetrada, lo que se conoce como vaginismo, imposibilidad de realizar el acto, debido a la contracción involuntaria de los músculos de la vagina”.

Hay casos extremos, como las secuelas de abusos y violaciones, para los cuales es indispensable un tratamiento realizado por un especialista con orientación psicoanalítica, ya que a veces se presentan signos de trastornos de la personalidad, y la meta consiste en que el paciente vuelva a confiar en sí mismo y en su sexualidad

Los intocables:

No es fácil tratar la fobia sexual. Quienes la padecen citan verdaderos bloqueos en el momento en que surge la excitación. Es uno de los miedos más comunes. El más conocido en el varón es la medomalacufobia o, para decirlo en cristiano, pánico a la idea de perder la erección. También la eurotofobia o miedo a los genitales femeninos, tanto que les bloquea y les impide llegar más lejos. Del lado femenino figura, además del vaginismo, la galofobia o pánico al pene, ya sea tocarlo o mirarlo. En ambos sexos existe la erotofobia o miedo a hablar sobre temas eróticos, y que no tiene nada que ver con la vergüenza. A su lado está la gimnofobia, que es el temor a la desnudez propia y ajena.

Aunque los sexólogos admiten que uno de los causales pueden ser experiencias traumáticas, dan prioridad a la inseguridad por la falta de experiencia sexual o el miedo de no estar a la altura, lo que en este caso se supera con paciencia, práctica y de no ser así, con la intervención de un especialista.

“Pero hay también miedos que nacen de situaciones reales, como el temor a contraer sida u otros más viejos como el embarazo no deseado o el dolor, incluso el temor a perder la virginidad o a que existan indicios que delaten la relación”, señala Aranguren.

Subraya que muchos miedos nacen de la ignorancia en materia sexual, “ignorancia que se rellena con mitos”. Como el caso del sida, frente al cual “hay toda una falsa mitología, que incluso hace creer que las personas con VIH no pueden mantener una relación sexual sana”.

Cierra los ojos:

Aranguren afirma que cuando un amante (hombre o mujer) se pone como Hamlet a cavilar: “¿Le agradará mi cuerpo? ¿Debo ser brusco o apasionado? ¿Le gustará el sexo oral?”, ya tiene la mitad de la batalla perdida.

El especialista sostiene que el miedo a mostrar el cuerpo tal como es suele también estropear una relación sexual; pero resulta que estudios y experiencias personales avalan un hecho cierto: casi nadie está pendiente en esos momentos de si la mujer que está al lado tiene los senos pequeños o si el hombre muestra un pene diferente al que ella imaginaba.

“Cuando se está en pleno éxtasis sexual, el cerebro anula los temores, y sólo la persistencia de alguien que se subió inseguro a la cama puede colocarlos en primer plano”.

Aranguren insiste en que el acto sexual no es un concurso ni una competición, pero si las fobias persisten, lo ideal son los tratamientos de los especialistas para demostrarles la naturaleza de sus miedos. Son terapias que deben ser realizadas por un sexólogo o un terapeuta entrenado.

“Aunque nada sustituye la experiencia del acto sexual basado en los besos y caricias, un periodo de calentamiento ayuda a restituir la confianza perdida y, sobre todo, a decir con franqueza qué le gusta y qué no, sin provocar traumas”.


Por: ELIZABETH ARAUJO
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