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ARMANDO DURÁN: Transición al socialismo



Chávez aspira convertir el 7-O
en un plebiscito al socialismo

 

La semana pasada, Hugo Chávez reapareció por sorpresa en un Consejo de Ministros transmitido en cadena de radio y televisión.

El principal propósito de esta representación casi teatral fue el más sencillo de todos sus anhelos: dejarse ver. En segundo lugar, hacerles entender a propios y extraños que a pesar del cáncer que padece y de las ingratitudes que dejan a su paso la quimioterapia, los esteroides y la radioterapia, goza de suficiente buena salud para seguir siendo el candidato presidencial del PSUV. Por último, dejar bien claro que él descarta cualquier ilusión sucesora. Ni en Miraflores como Presidente ni en las urnas electorales de octubre como aspirante a la reelección.

Exactamente lo que Elías Jaua ha repetido tajantemente en el curso de estos últimos días. ¿Será por esta simple razón que los miembros del Consejo de Estado aún no han sido juramentados? Otro aspecto fundamental a tener en cuenta es que Chávez, presumiendo esa tarde de un envidiable buen humor, con el cabello más negro y brillante que nunca y la sonrisa y el gesto acomodados a los mandatos de las circunstancias narrativas del momento, aprovechó la ocasión para dar a entender que durante sus obligados retiros médicos no ha abandonado ni un minuto sus tareas de jefe del Estado. En este afán llegó incluso a señalar que él, telefónicamente, había negociado la paz con los internos de La Planta, informó que ya tenía a punto un nuevo plan para combatir la inseguridad en todo el país y, como quien no quiere la cosa, mostró a las cámaras de televisión la carátula de su presunto programa de gobierno para el período 2013-2019. ¿Título del documento al parecer elaborado por un equipo bajo la dirección de Jorge Giordani? Casi nada: Programa para la transición al socialismo.

Por supuesto, no se trata de nada nuevo. A lo largo de los años Chávez ha insistido en señalar que nos hallamos en uno de esos puntos de la historia en los que, según Gramsci, se entabla una batalla sin cuartel entre una sociedad que se resiste a morir y otra que pugna por nacer. Una retórica que comenzó a ser esclarecida en sus intervenciones del 12 y 13 de noviembre de 2004 en el seminario de alto nivel celebrado en Fuerte Tiuna tras la victoria roja rojita en las elecciones regionales de aquel año. La novedad actual del planteamiento radica en el hecho de que ahora, consolidadas en la conciencia de muchos las contraseñas de identidad de esta nueva sociedad supuestamente por venir, Chávez se ha sentido con fuerzas para llamar las cosas por su nombre. Y para protocolizar formalmente su audaz propuesta revolucionaria.

Vaya, que ahora, como si el triunfo del “No” el 2 de diciembre de 2007 como respuesta popular a su proyecto socialista jamás se hubiera producido, uno tiene la impresión de que Chávez aspira a convertir las elecciones del 7 de octubre en un plebiscito sobre la construcción del socialismo en Venezuela. Como resulta imposible separar su candidatura de su programa de gobierno, votar por Chávez para un nuevo período presidencial equivaldría a votar por la implementación, en el brevísimo plazo de seis años, del socialismo como sistema político y como forma de vida de todos los venezolanos.

Dos cuestiones importantes se desprenden de esta radical oferta electoral. La primera es, por supuesto, la necesidad de que Chávez aclare de qué socialismo habla cuando anuncia que esa es la meta de un hipotético nuevo gobierno suyo. ¿Del muy dudoso socialismo de Tony Blair, del más avanzado de José Luis Rodríguez Zapatero o del socialismo de verdad, es decir, el que a duras penas y con la exclusiva asistencia de Venezuela sobrevive en Cuba después de más de medio siglo de contradicciones esenciales? No nos hallamos ante un debate sobre inútiles exquisiteces filosóficas. Para Chávez, y así debe ser para todos los venezolanos, se trata de un lance existencial entre dos maneras opuestas de imaginarse la Venezuela del futuro. Hora difícil quizá, en la que la oposición tendrá que dejar atrás su inclinación a confundir los síntomas más detestables de la actual circunstancia venezolana con su principal causa de fondo y comenzar, nos agrade o no, a pensar en política. En definitiva, la elección del 7 de octubre nos coloca en una encrucijada inquietante, eminentemente política. Votar por el socialismo, a todas luces a la manera cubana, o por la democracia, con todas sus imperfecciones, pero a fin de cuentas, con democracia, libertad y derechos humanos. Ese es el verdadero dilema nacional.


Por: ARMANDO DURÁN
Política | Opinión
EL NACIONAL
LUNES 28 DE MAYO DE 2012