“Hay mucho que desmentir,
hay mucho que aclarar..”

Las declaraciones de Elías Jaua sobre la inscripción del “presidente” Hugo Chávez no sorprenden a nadie. En este teatro que se ofrece desde hace un año cuando los rumores reventaron la noticia de la operación realizada en Cuba hasta hoy, ya nada sorprende, nada inquieta, más bien fastidia, es como un compás de espera impuesto por la misma población a conciencia que esto es parte del final anunciado.

Y no creo que la contenciòn del ánimo popular se deba a fuerza del gobierno, a organización y disciplina partidista. Porque es obvia la anarquía en algunas manifestaciones violentas que lucen como desperdigadas aquí y allá, débilitadas y torpes, y que deben sorprender al mismo liderazgo chavista que no las puede controlar. Están muy ocupados, muy angustiados por la estratégica terquedad de Chávez que a su vez no confía en quienes son aspirantes a sucederle.

El Consejo recién creado es un parapeto que favorece sólo a José Vicente Rangel, a quien los dos magistrados acusan abiertamente de hechos terribles que apuntan directamente al asesinato de Danilo Anderson.

La distancia entre un zorro de la paciencia política que ostenta José Vicente Rangel en una larguísima trayectoria que como él declarara muchas veces lo convierte en el “ex” de la vida nacional, porque ha pasado por todo esperando llegar a la silla de Miraflores, y un Earle Herrera, por ejemplo, demuestra cuán escaso está Chávez en el intento de ayudarse a sí mismo.

Porque ese es un Consejo para jerarquizar al momificado Rangel.

Alli no tiene competencia. Venezuela, debatiendo su destino entre la ignorancia servil que se induce en dádivas y manipulaciones perversas, y la otra que es puesta de lado en diferencias crueles que ya habían sido superadas por nosotros mismos, parece tomar fuerzas, respirar profundo para alimentarse en una lucha desigual y voraz.

Todo es muy duro, muy peligroso. Porque Chávez no se ha detenido nunca en su intención de dividir, alienar, manosear, el espíritu de Venezuela.

Aparecen afiches de Diosdado con el puño en alto, en un tobelino gráfico rojo encendido. Es un error imperdonable de parte del desaforado Cabello. La revertida acusación sobre la oposición no se la cree nadie.

La oposición está en otra cosa. No se puede dejar de lado la urgencia de equilibrar la sin razón de la mentira, el abuso, las instituciones serviles, la arrogancia de un hombre enfermo negado a reconocer que gobernar o no, pero ocupar un espacio como el de Presidente de un pais, no es un derecho a usurparlo.

Si no puede ejercerlo, tiene que proceder a cumplir con las leyes y dar paso, soltar el freno que pesa en millones de personas que no son súbditos ni soldados, que son venezolanos comunes, que han pagado muy caro ser libres y unidos.

Y Capriles, contra insultos, maniobras sombrías y cobardes, no pierde la orientación didáctica.

Hay mucho que desmentir, hay mucho que aclarar. “Yo no insulto. Yo no descalifico. Pero esto se lo voy a decir a Hugo Chávez: cada vez que me nombre: Hugo Chávez, prepárate. Porque te voy a ganar el 7 de octubre”. Y crece la esperanza, el camino tendrá esquinas peligrosas y piedras inmensas. Pero no son insalvables. Ni imposibles.

Por: Isa Dobles
Politica | Opinión
Sabado 26 Mayo, 2012