“Las despedidas y bienvenidas deberían
ser al revés de lo que son…”
El que buena parte de los jóvenes venezolanos y no tanto, se quieran ir de Venezuela porque no encuentran acá ni oportunidades ni sentido de futuro, es una realidad por todos conocida y ahora más en virtud de la polémica generada por el muy difundido video-clip universitario.
Pero de lo que se habla menos, es que Venezuela también está siendo “un país de bienvenidas”, aunque no precisamente de personas o grupos deseables sino acaso de los más indeseables que se pueda concebir, desde luego que la presencia de la narco-guerrilla colombiana, por ejemplo, no es precisamente auspiciosa…
Pero sí auspiciada desde el poder y con abundante documentación que lo evidencia, tanto nacional como foránea.
En pocas palabras, la Venezuela bolivarista es exportadora de juventud venezolana e importadora de delincuencia organizada.
¿O no? Luis Vicente Léon acaba de escribir lo siguiente: “las encuestas nacionales, en las que sí se toma una muestra representativa de todos los jóvenes entre 18 y 24 años en los diferentes estratos socioeconómicos y regiones, indican que el 48% de ellos (con picos más elevados en los más ricos y los más pobres) se iría del país si tuviera una oportunidad”. Es difícil encontrar una aseveración más grave sobre el presente venezolano.
Difícil pero no imposible, porque cuando el presidente Santos le dice al presidente Chávez que los guerrilleros colombianos que recién “incursionaron” en Maicao, venían de Venezuela, también está haciendo una aseveración de suprema gravedad para nuestro país.
Edulcorada, por cierto, pero no desmentida por el señor Chávez.
La satrapía roja es un edén para todo tipo de emprendimiento delictivo, justamente porque el Estado de Derecho ha terminado de ser sustituido por el derecho del poder, y de un poder despótico y corrupto por su misma naturaleza. Y ojo, no es que lo diga un modesto columnista, es que lo denuncian otrora magistrados, generales, ministros, altos funcionarios y boli-plutócratas de la “revolución bolivariana”.
Un país en el que la mitad de los jóvenes se despedirían si tuvieran la ocasión, es uno con muy menguadas oportunidades de un futuro mejor. Y algo tan obvio se explica por sí solo. Y como si ello no fuera suficiente, el poder establecido en ese país facilita la bienvenida a la hez criminal del vecindario, del continente y más allá.
Las despedidas y las bienvenidas deberían ser al revés de lo que son. Y pueden serlo si superamos la satrapía.
Por: FERNANDO LUIS EGAÑA
flegana@gmail.com
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