El veterinario era amigo personal
del Gobernador Henrique Salas Feo
■ Makled quería la finca El Rosario porque tenía una pista.
■ Desde avionetas se descargaban cajas a la finca de Makled.
Al sur de Valencia, en el municipio Libertador a pocos kilómetros de la ciudad, se encuentran más de 400 hectáreas que, luego de la muerte de su propietario, el veterinario Francisco Larrazábal, hoy están bajo la constante amenaza del Instituto Nacional de Tierras de expropiar porque, según empleados de la hacienda, el organismo adscrito al Estado ha calificado de ociosos esos suelos.
En el lado oeste de la agrofinca está la Villa San Francisco que, en principio, sería una urbanización cuyo proyecto estaba en manos de la familia Larrazabal y, por orden del Inti, el 4 de enero de 2009 -un día antes del asesinato del veterinario- parte de las tierras del haras fueron expropiadas para construir un conjunto residencial que no cuenta con más de cien casas.
Cada vez son menos los metros cuadrados que conforman la propiedad del difunto Larrazabal, porque la construcción de la urbanización Villa San Francisco se sigue extendiendo y abarca varios espacios de lo que, para los encargados del hato, era el tesoro más preciado de su dueño.
Sin nada que decir y sin objeción alguna, cada vez que funcionarios del Inti llegan al hato, a los encargados no les queda otra opción que aceptar las condiciones del organismo para seguir construyendo casas, porque temen que en cualquier momento le quiten la agrofinca que, durante tres años y medio, han tratado de mantener. “Si no dejamos que construyan más casas en estas tierras, nos quedamos sin trabajo y San Francisco desaparece para siempre”, señaló una empleada.
Juicio por narcolavado:
El dueño del fundo que estaba en posesión del presunto traficante de drogas dijo que a Walid Makled le interesó la hacienda porque tenía donde aterrizar. El interés que tenía Walid Makled en hacerse con la finca El Rosario, en la que en noviembre de 2008 encontraron 393 panelas de cocaína, era que la propiedad tenía una pista de aterrizaje que compartía con el fundo contiguo, la hacienda San Francisco.
Así lo indicó ayer ante el Tribunal 20° de Juicio de Caracas Henry Lord Boulton, dueño de la hacienda.
Explicó que le entregó el fundo a Makled bajo la figura de préstamo de uso y que nunca le transfirió la propiedad porque no la pagó en su totalidad.
“El interés de él era la pista”, dijo en dos oportunidades.
Indicó además que Makled tomó posesión del fundo a finales de 2006 y que sólo le hizo dos pagos por porcentajes muy bajos con respecto al monto total de la negociación, cifra que no precisó.
“Lo que quiero es que me devuelvan mi finca”, manifestó.
Boulton, que es piloto y tenía su propio avión, explicó que cuando aterrizaba en la pista debía salir por la finca San Francisco para poder llegar a su propiedad. No mencionó la existencia de algún paso que diera acceso directo desde la pista hacia el fundo El Rosario.
Makled es juzgado por tráfico de drogas, asociación para delinquir y legitimación de capitales, entre otros delitos.
La tesis que sostiene la Fiscalía es que la droga era llevada en avión hasta la mencionada pista, y de allí transportada a la finca que estaba en posesión de Makled a través de un camino que, según varios testigos, conecta directamente con el fundo El Rosario.
En este juicio también son juzgados seis empleados de la finca, el supuesto administrador de Makled y los tres hermanos de Walid: Basel, Alex (que tiene arresto domiciliario desde la semana pasada por razones de salud) y Abdalá (que desde el lunes se negó a entrar al juicio porque exige que lo procesen en libertad).
Avionetas en la finca de Makled:
Manuel Aparicio, trabajador durante 15 años en el haras San Francisco, propiedad del veterinario Francisco Larrazabal, aseguró que en la pista de la hacienda aterrizaba una avioneta de un motor de la que descargaban cajas blancas, transportadas en una camioneta del mismo color rumbo a la vecina hacienda El Rosario, propiedad de Walid Makled.
En la décima audiencia del juicio que se le sigue al presunto narcotraficante Walid Makled, a tres de sus hermanos y a trabajadores de la finca, el testigo promovido por la Fiscalía dijo que en dos oportunidades vio aterrizar una avioneta blanca más grande de las que habitualmente tocaban tierra en esa pista, propiedad de Richard Bulton y otra de Francisco Larrázabal, asesinado a finales de 2008.
Según Aparicio, entre las nueve y diez de la mañana eran descargadas dos y hasta tres cajas de color blanco no tan grandes -por lo que el testigo indicó con sus manos-. Aseguró que las vio en dos oportunidades, y mencionó que rápidamente eran trasladadas a la hacienda El Rosario. En esta finca, el 13 de noviembre de 2008 fueron encontrados casi 400 kilos de presunta cocaína, uno de los motivos por los cuales es juzgado el comerciante de origen sirio.
“Lo mataron por decir la verdad”:
Con el temor que invade a los pocos trabajadores que permanecen en el haras vecino a la finca El Rosario, propiedad de Walid Makled, los empleados aseguran que Larrazabal se vio forzado a declarar como testigo de la incautación de un alijo de droga en esa finca y, “por decir la verdad”, lo mataron.
Según los obreros, su jefe lo único que hizo fue dar detalles a la Fiscalía sobre las aeronaves que aterrizaban en la finca y el movimiento que se registraba en los linderos. Aún no se explican cómo es que esas declaraciones llegaron a oídos de su presunto sicario, si eran confidenciales de expertos del Ministerio Público.
Cuenta uno de los trabajadores que era habitual en el haras, luego de hacer sus quehaceres con los caballos, salir a las doce del mediodía para almorzar, y ese 5 de enero de 2009 regresaron un poco más tarde lo habitual. De regreso a sus labores, diez minutos después de las 2:00 de la tarde, se encontraron justamente con el cuerpo sin vida del veterinario frente a la entrada del quirófano de la finca.
Larrazabal en su vida había visto de cerca a quien presuntamente lo mandó a matar -Walid Makled- solo le atendió un caballo victima de una picada de culebra, y para atender al animal envió a uno de sus trabajadores, aseguran los empleados con cierto nerviosismo.
El crimen del reconocido veterinario y amigo personal del gobernador del estado Carabobo, Henrique Salas Feo, ocurrió cuatro días después de su declaración en la Fiscalía, en relación con el decomiso de 388 kilos de droga en la finca de Makled.
Los empleados contaron que el veterinario Francisco Larrazabal Álamo era un hombre que amaba a los caballos y con un ferviente deseo de ayudar a quien lo requiriera. “Francisco era una persona de buen humor. Siempre mantenía el respeto y fue muy servicial”, recuerda la veterinaria Carmen Uzcátegui de Gubaira, quien conoció al profesional durante 38 años. “No cobraba a aquellas personas que tenían caballos y eran de escasos recursos. Sentimos su pérdida y nos hace bastante falta”, se lamentó.
El juicio en contra del presunto asesino de Larrazabal comenzó el pasado 9 de abril y hasta el momento no se ha presentado por parte del Ministerio Público ningún órgano de prueba que fundamente el delito de sicariato en perjuicio del doctor.
“No quiero ser la segunda que maten”:
Una de las trabajadoras del haras San Francisco, que prefirió no identificarse por temor, señaló que su jefe fue asesinado por hablar. Por ese motivo ella teme ser la siguiente. Cinco caballerizas con más de 500 caballos, tres hangares, un quirófano y laboratorio para animales de la ciudad, dos gorilas, tres cebras, dos avestruces, un camello y un hipopótamo, todos propiedad del desaparecido Safari de Valencia, eran los activos más valiosos de Larrazábal.
Hoy esos animales desaparecieron, la trabajadora con 20 años de servicio, indicó que San Francisco no es el sol ni la sombra de lo que era, pues la trágica muerte del doctor Larrazabal trajo consigo la pérdida de 400 animales, solo quedan 100 caballos, el abandono del 80% de los clientes, las ruinas de las instalaciones y el abuso de los vecinos de Tocuyito quienes en Semana Santa cuentan que llevaron una miniteca sin permiso para bañarse en la piscina de ejercicios de los caballos.
A diario Juan Carlos y Pablo Larrazabal, hermanos de quien era el dueño, se comunican para girar instrucciones y no dejar perder la propiedad que, según sus trabajadores, tiene ganas de seguir adelante.
Por: Yamis Urbano
Politica | Opinión
Carabobo | Valencia
MARTES 22 DE MAYO DE 2012