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MANUEL MALAVER: El terror de Fidel a que Chávez lo abandone



El vetusto vampiro del caribe
amenaza con “baño de sangre”

 

No pudo resultar más desesperada la amenaza de Fidel Castro al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en el sentido de que si no aceptaba el fraude o el autogolpe que tiene pautado el chavismo para eternizarse en el poder en Venezuela, sería responsable del “baño de sangre” que presuntamente seguiría a la intentona.

Confesión, tanto más sorprendente, cuanto que procede de un anciano y destartalado dictador, pero por eso mismo, mas ávido de la sangre sin la cual siempre se le hizo difícil respirar al vampiro caribeño, pero que deja un aviso que no debe ser pasado por alto por las fuerzas democráticas nacionales e internacionales: Castro podría estar incitando a los sectores más radicales del chavismo a no acatar los resultados adversos que los esperan en las elecciones presidenciales del 7 de octubre próximo, y a echar por la borda cualquier remilgo democrático, el más mínimo apego a la Constitución nacional y al orden jurídico global con el cual pretendió que se le tomara como un movimiento defensor del estado de derecho y de la legalidad regional e internacional que lo sustenta.

En otras palabras, que en la amenaza de Castro al presidente Obama no puede esconderse sino la decisión de reconvertir a la Venezuela chavista en un estado forajido y al margen de la Ley, dispuesto a empuñar las armas y disparar contra su propio pueblo, tal perpetró en Libia el defenestrado Muamar Gaddafi antes de perder vida y poder, y ejecuta día y noche en Siria, con crueldad sin límites, el asesino en masa, Bashar Al-Assad.

Debemos reconocer, no obstante, que no habiendo sido formulada tan monstruosa declaración por autoridad legítima venezolana alguna, como podrían ser el presidente de la República, Hugo Chávez, el Canciller, Nicolás Maduro, el Presidente de Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, o el ministro de la Defensa, Henry Rangel Silva, cabría preguntarse si, más que ante una declaración oficial del gobierno de Venezuela, no estamos frente a otra incitación al odio, al derramamiento de sangre y a la muerte de un anciano delirante que comprende que, sin la gigantesca y masiva ayuda chavista, el socialismo stalinista cubano estilo Castro moriría para siempre y se apresura a provocar una guerra civil entre venezolanos, pero no para salvar al chavismo, sino al castrismo moribundo y en putrefacción.

Se deduce del fracaso del modelo con el que los hermanos Castro pretenden perpetuar la dictadura comunista, pero no renunciando o reformando sus rasgos más repugnantes y aterradores, sino reforzándolos, y permitiendo una suerte de capitalismo bastardo, que no solo no oxigena la libertad y la democracia, sino que las asfixia.

Las cárceles siempre abiertas para los disidentes, la represión contra las heroicas “Damas de Blanco”, la penalización del ejercicio de la libertad de expresión y el control absoluto del conjunto de las actividades ciudadanas y de la sociedad civil, demuestran hasta el hartazgo que las llamadas reformas “raulistas” no son otra cosa que más de lo mismo.

Un sistema parasitario, en fin, especialmente apto para disecar los mecanismos de producción y distribución de riquezas y que solo sobrevive por la voracidad e instrumentalidad de socios que quieran usarlos como mercenarios en sus políticas, bien de expansión, bien de represión.

Recordemos que los Castro se hicieron expertos en esta clase de clientelismo durante los 30 años en que fueron socios privilegiados del Imperio Soviético actuando como su brazo armado en África y América latina y ahora, ya adentrándose en el siglo XXI, secundando a Hugo Chávez, desde que asumió el poder hace 14 años, en el establecimiento en Venezuela y Suramérica del totalitarismo marxista que yacía enterrado bajo los escombros del Muro Berlín.

Por estas aficiones los hermanos Castro pudieron emplearse en su actividad favorita, la guerra, mientras recibían enormes subsidios en energía, alimentos, medicinas, armamento, calzado, ropa, equipos para la infraestructura básica y de servicios, que hicieron de Cuba una sociedad improductiva pero guerrera, de socialismo militar tipo prusiano y que con el señuelo de las ayudas sociales tenían injerencia y presencia en cuantos países subdesarrollados y del Tercer Mundo se propusieran.

Modelo de dependencia perfecta que tenía un solo punto débil: que el país, gobierno o sistema dador, subsidiador o financiador colapsara y desapareciera.

Experiencia traumática, devastadora y terminal que vivieron los hermanos Castro a comienzos de los años 90 cuando el “Imperio Soviético” colapsó y dio lugar a una serie de reformas precapitalistas para aliviar su maltrecha y absolutamente ineficiente economía, hasta que en febrero del 98, como caído del cielo y con la cabeza rebosante de anacronías, simplezas y de un marxismo escolar, el teniente coronel, Hugo Chávez, asumió la presidencia de Venezuela y se dio a reconstruir lo que la historia y los pueblos de Europa del Este y de la exURSS, habían deshecho.

Es una relación de interdependencia en la cual la Venezuela rica y disfrutando de un ciclo alcista de los precios del petróleo que no termina, subsidia a la vetusta economía cubana en todo o casi todo y recibe a cambio una supuesta ayuda social que se publicita para justificar el ingente subsidio que reciben los Castro de Chávez (unos 5 millones de dólares diarios), mientras se oculta la asistencia en entrenamiento militar, mejoramiento de los servicios de inteligencia y represión policial y la organización de grupos civiles armados de resistencia que serían en los que está pensando Castro, el mayor, cuando habla del “baño de sangre”.

En otras palabras, que otra vez el maridaje perfecto, la combinación dorada, el parasitismo de nunca acabar, hasta que un día de junio del año pasado, no la historia, ni los pueblos venezolano y cubano, sino la biología que es más impredecible que unos y otros, anunció a Fidel y Raúl que debían ir pensando en otro socio, porque Chávez había sido diagnosticado con cáncer.

Imposible describir la lucha heroica sostenida durante el último año por los dos ancianos cubanos, y su hijo y heredero venezolano, pues en la recuperación de Chávez, no solo está en juego la sobrevivencia del último gobierno de la historia marxista residual, sino de la monarquía dinástica de los Castro en Cuba, que ya han decidido, según fuentes cercanas a los disidentes de la isla, que sea, Alejandro, el hijo mayor de Fidel, quien suceda a Raúl.

O sea, un Kim Jong-un cualquiera, el nuevo presidente de Corea del Norte que es hijo del anterior presidente, Kim Jong-ill y nieto del fundador, Kim Il Sung.

“¿Quién es ese muchacho tan joven que siempre está a tu lado y luce tan informado en todo?” cuentan que le preguntó el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, a Raúl Castro, en su última visita a Cuba hace un mes.

“Humm” contestó el viejo zorro “Es Alejandro, el hijo mayor de Fidel, un muchacho con un gran futuro político.

Claro, siempre y cuando Chávez sobreviva al cáncer que lo mina, o su sucesor logre ganar las elecciones presidenciales del 7 de octubre próximo.

Si no sucede una cosa u otra (parece decirse el vetusto vampiro caribeño), hay que irse de fraude o de autogolpe, pues cualquier cosa podría soportar un caudillo que se hizo viejo esperando tener una colonia rica y a su mandar: que se la quiten de las fauces.


Por: Manuel Malaver
Politica | Opinión
DOMINGO, 6 Mayo, 2012