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Edit.Talcual: El Twitter y los trapos rojos


Hay asuntos que no se tapan por
más rojo que sea el trapo

 

Una sesión de twitteros en momentos de rumores intensos puede ser muy parecida a una terapia de grupo de orates muy avanzados. Los obsesos intercambian a una velocidad pasmosa las más diversas, contradictorias y alocadas informaciones.

Que si se murió y ya eso circula en las redes de no sé cuántos países. Que está como una uva jugando una partida de bolas con Fidel y Raúl. Que las metástasis se multiplican a millón. Que los narcogenerales ya están reunidos en Fuerte Tiuna. Que se dejen de vainas porque esos son trucos del gobierno para que la gente se olvide de Aponte. Y así hasta que logran crear un clima de zozobra suficiente para que los participantes en la velada se atosiguen de alcohol o caigan en profundos estados depresivos. Terminada la sesión, que mucho tiene de espiritista, el mundo exterior parece de lo más normal e indiferente al miniclima creado por el curioso artefacto que, no dudamos, puede ser muy útil y según dicen capaz hasta de derrocar sátrapas y gorilas. Pero también acabar con el poco buen juicio que le queda a un país traumado hasta los tuétanos.

Y no es que los rumores sean cosa nueva, son tan viejos como la política. Lo que pasa es que la revolución tecnológica y su conquista de lo instantáneo y la inmensidad de emisores les dan un lugar distinto y decisorio en la comunicación o incomunicación de los humanos, según sea el caso. Pero nos llama la atención eso que repetían algunos emisores, lo del famoso trapo rojo que algo tiene que ver con su repotenciación twittera.

Esa categoría seguramente es pertinente en muchos casos. Que si Pedeval bate el récord mundial de pudrición, pues se inventa que va a tener lugar un atentado contra el Presidente, cuyos autores están identificados y serán detenidos en los próximos días. Total, que en un tiempito nadie habla más del tal atentado y ciertamente desvió la atención de la opinión pública como planeado. Pero, mucho ojo, la figura se puede convertir en boomerang o, simplemente, no tener ningún efecto.

Por ejemplo, tanto propiciar la expectativa del agravamiento presidencial, si es que este es provocado por silencios y ambigüedades calculadas, podría dar como resultado que la gente se vaya acostumbrando a la idea de que todos los padrecitos se mueren y algún día tenemos que portarnos como adultos responsables y libres. Lo cual es un efecto terrible para cualquier autocracia.

Puede ser también que hay asuntos que no se tapan con nada, por más rojo que sea el trapo. Y da la impresión de que esto de Aponte es de gran tamaño, el escándalo mayor de nuestra historia según María Corina. Y ciertamente el silencio de mucha gente que debía andar dando gritos, para empezar Esteban, que sólo lo consideró mosca, y algunos y algunas de los implicados podrían indicarlo. Como igualmente el balbuceo torpe de los que han querido anular el terrible fenómeno y que no hacen sino repetir, clonar, las mismas pendejadas de la maldad imperialista y la voluntad desestabilizadora de la oposición apátrida De manera que hasta es posible que las dos negatividades se junten. Que la misión lástima se esté volviendo pesada, al fin y al cabo la muerte es el más estruendoso lugar común. Y que Aponte Aponte siga perorando cosas monstruosas, para mayor vergüenza de la república bolivariana.

Por: Fernando Rodríguez
Editorial | 09/04/2012