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Thursday, November 21, 2024
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PABLO AURE: Nadie se sorprendió



¡Hasta cuándo!

 

Las declaraciones del ex magistrado Eladio Aponte Aponte, hasta hace muy poco el encargado de medir la justicia con la “vara” de Miraflores, corroboran lo que hace varios años hemos venido denunciando desde esta trinchera ¡Hasta cuándo!

Lo peor en realidad es que no fue ninguna sorpresa lo que dijo. Ya todos los venezolanos saben el grado de descomposición que existe en la justicia venezolana.

Desde luego todas estas patéticas perversiones deben servir para que el nuevo rumbo que tome el país, considere pertinente tomar medidas inmediatas para el saneamiento moral de la sociedad, porque no es común que justamente quien desvele con sus propias palabras, no sea un penado, sino un magistrado de las altas esferas del Tribunal Supremo de Justicia. No es un preso o un testigo estrella como el que se buscó en el caso de Danilo Anderson. Fue un hombre que tuvo en sus manos la justicia.

“Vocero” no, testigo de excepción sí:

Lo que llama a la reflexión de todo esto, es justamente la persona que hace los señalamientos: nada menos y nada más que un militar que tuvo el cargo de Fiscal General Militar y más tarde el de presidente de la Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia. No es un cualquiera. Por el contrario, era un paladín del proceso en el ámbito judicial, precisamente venido de las filas militares, en un gobierno cívico militar. No tengo dudas el juez más emblemático era Aponte Aponte. He ahí el punto: Aponte confesó sus delitos, y al hacerlo se hizo testigo excepcional de las peores marramucias del Gobierno, condición que el oficialismo ahora busca distorsionar.

Decir que “Aponte es el nuevo vocero de la oposición” como lo han pretendido hacer algunos connotados funcionarios, es absurdo. Los invito, entonces, a representarse en mente uno de esos juicios orales “de película”: entra a la sala uno de los cómplices de un crimen atroz cometido por la parte defendida y se dispone a intervenir como testigo, cuando la defensa se levanta y dice: “¿Señor juez, no debería darle pena a la parte acusadora usar a este criminal de vocero?”

Por si el símil no quedó claro: Aponte Aponte es un criminal confeso. Por él hay muchos injustamente presos. Fabricó expedientes, jugó con la vida, la salud, la libertad y todos los bienes de ciudadanos. Pero para el chavismo su verdadero pecado fue delatar al régimen. Nadie ha negado la veracidad de los hechos, solamente lo tildan de traidor y agente de la CIA, pero nunca dicen que es mentira que un alijo de droga fue guardado en instalaciones militares, ni que liberó a militares narcotraficantes o que utilizó testigos falsos para encarcelar a opositores.

Ñángara:

Conocí al ex magistrado en los pasillos de la Facultad de Derecho de la UC, en la vieja casona. Para ese entonces, estoy seguro, nunca se imaginó el gran poder que acumularía con el devenir del tiempo. Supongo que tampoco se imaginó que serían las garras del imperio, a quien toda la vida detestó, a las que se entregaría, tan sólo para salvarse de las fauces de la bestia chavista.

Me cuentan sus compañeros de bachillerato, que Eladio Aponte desde muchacho era “ñangara” quemaba cauchos, tirapiedra y se encapuchaba. O sea, personifica el prototipo del llamado hombre “revolucionario”.

Los “ñangaras” son así, no tienen puntos intermedios, pero al final siempre saltan la talanquera. Sus impulsos obedecen incontestablemente a una gran carga de resentimiento, o a la autopreservación. Pero cuando conocen la buena vida (y les preocupa protegerla) se olvidan de las causas por la cuales luchaban.

Carecen de valores y cumplen las órdenes sin medir las consecuencias. Si tienen que matar lo hacen no por la revolución sino para proteger los privilegios mal habidos.

La noche cuando vi a Aponte Aponte sudoroso y notablemente nervioso, confesando sus delitos sentí lástima por su familia y vergüenza por la pobre justicia venezolana. Sin vergüenza afirmó que lo traicionaron y por eso estaba hablando. Es decir, si no lo hubiesen juzgado: ¡pa’lante comandante!

Capucha en la UC:

No es la primera vez que me refiero a este asunto de la “capucha” universitaria. Esta vez lo hago debido a la suspensión de clases en nuestra Universidad de Carabobo.

Recordemos que el lunes pasado en plena sesión del Consejo Universitario cuando se debatía la designación del decano(a) encargado(a) de la Facultad de Ciencias de la Educación, un grupo de encapuchados portando armas y disparando se presentó en las instalaciones del Rectorado para impedir que se nombrara a quien sustituiría al decano renunciante. Aunque sí sembraron el terror, no pudieron lograr su cometido, pues los consejeros presentes -con excepción del presidente de la FCU, también representante estudiantil ante el CU- continuaron deliberando hasta agotar la agenda, y el CU tomó la decisión que tenía que tomar de designar como decana encargada a la profesora Brígida Ginoid Sánchez de Franco (por cierto, fue ella la consejera electa con mayor número de votos en el último proceso electoral para elegir representantes profesorales ante el Consejo de Facultad).

Es oportuno resaltar que la votación en el CU fue: de los 17 consejeros presentes, 13 votos a favor de la propuesta del decano saliente (conforme al reglamento de la Ley de Universidades) de designar decana a la profesora Brígida Ginoid de Franco y 4 votos salvados.

Con la vara roja:

En el momento que los encapuchados comenzaron con las acciones terroristas se accionó el dispositivo de seguridad, autorizándose la entrada de la Policía del Estado Carabobo para hacerle frente a los delincuentes (hasta ese momento no identificados como estudiantes ya que tenían los rostros tapados) la actuación policial, arrojó cuatro detenciones de encapuchados. Fueron llevados a la Comandancia de Policía y al día siguiente se presentaron ante un juez que inmediatamente los dejó en libertad.

Desde luego, esa libertad a la luz del derecho tiene que ser sospechosa, pues, siendo un hecho público, notorio y comunicacional que los encapuchados portaban armas y las accionaron. Misteriosamente no aparecieron las armas, ni tampoco se les consideró como autores de los disparos. El juez tampoco valoró la comisión del delito de agavillamiento. Sólo los liberó.

La vara de la justicia de la cual habló el magistrado Aponte fue la utilizada para liberar a quienes intentan desestabilizar la Universidad de Carabobo.

Amenazas, hemos recibido infinidades de veces, pero se equivocan si creen que vamos a ceder ante el chantaje y la delincuencia.

La justicia podrida los liberó y ahora le corresponde a la UC activar sus mecanismos disciplinarios internos. Ya se ha anunciado que serán suspendidos mientras que se les juzga garantizándoseles el debido proceso hasta la sanción definitiva.

Detrás de la capucha:

Muchos se preguntarán: ¿cuál es el interés de la capucha de evitar que se nombre un decano? La respuesta es muy sencilla. Ellos no se mueven por ideales. La capucha actúa cuando ve lesionados sus intereses económicos o son contratados por quienes también se sienten afectados económica o políticamente. Por eso cada vez que aparece la capucha en el escenario universitario un negocio sucio está detrás de ellos.

En el Arco de Bárbula aparecen para secuestrar camiones y vender la mercancía y luego cobrarle el rescate al dueño del vehículo. Pero también la capucha suele destruir, quemar o simplemente rayar instalaciones del patrimonio público universitario. Actúan siempre amenazando. El diálogo no es componente de sus luchas. Repito, sus luchas son económicas.

Vamos a seguir aterrizando. La aparición de la capucha en estos últimos días tiene doble piquete: el económico y el político.

También debemos diferenciar dos situaciones: hay un grupo de profesores, que está en desacuerdo con la designación de la nueva decana, pero jamás convalidarían actos vandálicos como los protagonizados la semana pasada. Pero también se encuentran, y es un secreto a voces en los corrillos universitarios, que presuntamente hay dos o tres miembros del personal de la UC que fungen como promotores de las acciones de los encapuchados. Nos ha llegado mucha información y más temprano que tarde todos pagarán por sus delitos.


Por: Pablo Aure
pabloaure@gmail.com
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