Las apariciones de Maduro, Cabello y
Jorge Rodríguez resultan de mal gusto
No se les puede pedir más a los aspirantes a la sucesión en el chavismo. Hacen el mejor esfuerzo para ser reconocidos, pero en sus filas solo aceptan a Chávez. No es que muestren una pobre calidad de lenguaje o que sus alocuciones públicas estén cargadas de “chabacanerías”. Lo que pasa es que no les queda bien. Degradan a la gente humilde, a los homosexuales, son agresivos contra las mujeres. Es decir, hacen lo mismo que el caudillo, pero no tienen la aceptación del jefe revolucionario.
El caudillo, aún en medio de la enfermedad, cuando sale del ostracismo, la más mínima expresión produce un impacto en la opinión pública. Regala dinero, amenaza, insulta, derrama lágrimas y sus seguidores se reconfortan, aplauden y asientan cada una de sus palabras.
En su carrera presidencial se ha metido con todo el mundo, con mandatarios, con las iglesias, con mujeres prominentes y hasta con reyes. De cierta manera se le ha entendido como una suerte de deslenguado pero simpático. A Condolezza Rice, una de las mujeres más preparadas que han pasado por la Casa Blanca, utilizando expresiones procaces y de resentimientos racistas, le dijo ignorante y sugirió que su conducta era por falta de macho y por supuesto ese “macho” sería él.
De alguna manera a quienes representa se identifican con esos desmanes y ello le ha conferido adhesión con su carrera política. Para estos seguidores Chávez les resulta simpático y se sienten representados en esa forma de ser. Quizás una parte de Chávez convive en cada uno de ellos.
A diferencia las apariciones de Maduro, Cabello y Jorge Rodríguez resultan de mal gusto, desencajadas. El vocabulario limitado y de baja calaña juega más bien un efecto desmoralizador en un público que se da cuenta de que quienes intentan ser líderes, aunque son del mismo equipo, son como esos actores de reparto que no se creen el personaje.
Conocedores de la vida ostentosa que llevan Rodríguez o Cabello, se les antoja poco creíble eso de que “nos ven como unos pata en el suelo”. El aludido pata en el suelo, ha visto las caravanas de camionetas lujosas, vidrios ahumados con decenas de escoltas pasar a velocidad inalcanzable. Esa capacidad de desdoblarse y ser un excluido más se la han reservado a Chávez. Al caudillo le perdonan su ostentación, su vida de Rey y su derroche.
Se entiende que en un país en el que no se llega a las altas posiciones por méritos intelectuales sino por haber estado en el golpe del 4F, los aspirantes quieran parecerse al protagonista de aquellos hechos violentos. Pero a falta de gestas gloriosas, solo queda la pobre imitación de una figura que resulta lamentable, en medio de una Venezuela degradada.
Por: Francisco Olivares
@folivares10
Política | Economia
EL UNIVERSAL
sábado 21 de abril de 2012