Artillería de Oficio
Resulta si se quiere hasta congruente que el canciller Nicolás Maduro haya escogido la Embajada de Cuba como escenario para excretar sus expresiones homofóbicas ”sifrinitos, mariconsones y fascistas” contra la dirigencia de oposición y del candidato presidencial, porque desde la década de los años sesenta Cuba se destacó por la violencia con que persiguió, apresó y obligó a exiliarse a miles de homosexuales, a los que trató como traidores de la revolución e identificó la homosexualidad con la decadencia capitalista.
Fidel Castro encerró en verdaderos campos de concentración, eufemísticamente llamados unidades militares de ayuda a la producción Umap a homosexuales, opositores, intelectuales y artistas. A los homosexuales los juzgó siempre como débiles políticos.
Es abundante la literatura que documenta la intolerancia homofóbica de la Revolución cubana, y películas como Antes que anochezca, que narra la trágica vida del escritor Reinaldo Arenas, una de las innumerables víctimas de la ira homofóbica, que huyó durante el éxodo de Mariel y finalmente se suicidó, no sin antes señalar al responsable, en una dolorosa carta de despedida: “Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro, seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país… Cuba será libre. Yo ya lo soy”.
A medida que pasaron los años y la aceptación social de la homosexualidad se extendió por el mundo, el régimen castrista intentó borrar toda referencia discriminatoria y adoptó una nueva postura, de supuesto respeto hacia la orientación sexual y a los papeles de género. La hija de Raúl, Mariela Castro, directora del Cenesex Centro Nacional de Educación Sexual, ha intentado exorcizar los monstruosos excesos del pasado como defensora de los derechos de los homosexuales y transexuales; pero no logra convencer de que esa institución no haya hecho otra cosa que poner la sexualidad al servicio de su ideología. Aunque está camuflada, en Cuba la cacería de brujas continúa, a no ser que los gays se declaren castristas.
La homofobia es una variante del fascismo que estigmatiza a las personas para excluirlas y someterlas al escarnio público, que crea un marco de referencia para acciones de violencia política. Desde que la oposición escogió su candidato, el oficialismo, a través de varios programas en la televisión estatal, viene atacando de forma miserable a Capriles, con chistes homófobos. Fue una falta de respeto, que no se debe pasar por alto, los insultos del canciller, durante uno de los actos conmemorativos de los sucesos de abril de 2002, cuando asediaron la Embajada de Cuba, en el municipio Baruta, donde era alcalde Capriles Radonski. Por el hecho de apersonarse en la sede diplomática y tratar de mediar entre el embajador y los manifestantes, estuvo preso bajo el cargo de violar principios internacionales y pedir supuestamente la inspección de la embajada.
Capriles fue un preso de Fidel Castro.
Hace pocos días el escritor peruano y premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, a propósito del asesinato del homosexual chileno Daniel Zamudio, escribió un artículo ”La caza del gay” en el cual lamentó que en América Latina continúen arraigados el odio a las minorías sexuales y la discriminación. Hoy, el canciller Maduro, a pesar de sus tímidas disculpas, ha producido en la opinión pública un efecto inverso al que pretendía con sus canalladas y fundamentalismos. Por su estupidez y falta de talento es el centro de la vergüenza ajena.
Por: MARIANELLA SALAZAR
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