“Mientras todo el país
demanda diálogo y paz”
El décimo aniversario de los sucesos registrados en Venezuela entre el 11 y el 13 de abril de 2002 fue arteramente utilizado por el Gobierno con el doble propósito de echarle leña al fuego, de mantener vivas las llamas de la revolución bolivariana, pero, sobre todo, sirvió de mampara para ocultar el vacío de poder que generan la ausencias del Presidente de la República.
No hubo un minuto en los medios oficiales que no estuviera copado por la propaganda más estridente, por el abuso de cuñas, documentales, películas, entrevistas, declaraciones viejas y nuevas, presentados de tal forma que la división del país entre los buenos y los malos fuera el único alimento para nutrir la revolución. El despilfarro y la malversación de dineros públicos se tradujeron en ediciones de panfletos, videos y libros destinados al engorde del culto a la personalidad.
El país se convirtió en un espectáculo un poco fantasmal, el de esos gritos de guerra que nadie quiere oír, esas amenazas sistemáticas que buscan aplastar a la gente, convencer a todo el mundo de que aquí no hay sino una fuerza capaz de dominar la nación, y esa es la fuerza del Gobierno.
La bullaranga oficialista no fue suficiente para hacerles olvidar a los venezolanos la angustia de todos los días. La angustia existencial de la incertidumbre que causan la ausencia del Presidente de la República y las indecisiones que genera en su entorno. Esta incertidumbre no pudo ser acallada por la vorágine de los medios oficiales entregados a su misión de alborotar y de incitar al odio y la división.
El uso y abuso que el Gobierno hace de los medios públicos contribuye a envenenar el ambiente político y a generar un clima propicio para la violencia. El gasto multimillonario del Gobierno en el aparato publicitario se lleva a cabo con gran descaro; pagan altos sueldos a quienes actúan como agentes de estas campañas de descrédito y de liquidación de adversarios políticos o independientes.
El vacío del Gobierno no se puede llenar con estas maniobras publicitarias. Está claro que la gente se angustia porque no encuentra respuestas válidas a la incertidumbre creada por la enfermedad del Presidente. La gente se pregunta qué va a pasar en Venezuela, o qué está pasando que no se les habla claro a los ciudadanos. Como única respuesta a esa agonía ciudadana, el Gobierno responde con el retumbar de los tambores de guerra. Y se equivoca otra vez el Gobierno, y los líderes de la revolución malinterpretan la realidad. O la malinterpretan o están paralizados, incapaces de pensar y de actuar por sí mismos, y de decirle la verdad al país.
Frente a la arrogante conducta oficial, en Venezuela se levanta un clamor por el diálogo y la paz. Nadie quiere jugar su destino y su tranquilidad, su vida y sus bienes, al azar. Que cesen los tambores de guerra, las campañas de odio y división desatadas por el oficialismo, y se cree un clima propicio para la convivencia. Será una tarea conjunta, desde luego, pero no más tambores de guerra. Es hora de que se privilegien los intereses prioritarios del pueblo venezolano. No hay nada más urgente ni más patriótico. Resulta terriblemente absurdo constatar que mientras el Presidente se somete a un severo tratamiento médico, no se propicia el clima de paz que tan compleja situación aconseja.
¡Todos contra el comunismo!
¡Por la vigencia del Estado de Derecho!
¡Por la libertad y los derechos humanos!
Caracas, domingo 15 de abril 2012
Movimiento 2D • democracia y libertad
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