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Pedro Lastra: El apóstata

“La barbarie sacrílega se ha
instalado en Miraflores..”

 

La misa que se le escenificara en sus predios, ultrajada sin otro objetivo que servir al propósito de la apostasía: convertirla en ritual de sanación, en médium de un conjuro y en escenario de una impostura – pedir prestadas las espinas y la sangre de Cristo para burlar al destino y lograr la eternidad sólo reservada a Dios – colma el vaso de lo tolerable.

Encender la Cruz del Ávila por capricho de los sicofantes del tirano ya fue un irrespeto descomunal, un acto de prepotencia digna de quienes creen que la Cruz del Gólgota es una figura como cualquier otra: una cruz gamada, por ejemplo, la misma con la que Hitler creyó posible desterrar para siempre del imaginario alemán la de Nuestro Señor Jesucristo. Un acto de avasallamiento de quienes creen ser dueños de hombres e instituciones y se sienten facultados para apropiarse de todo cuanto existe en nuestro territorio. Incluso sus ideas y creencias. Rebajando un símbolo de nuestra espiritualidad y un signo inequívoco de nuestra identidad cristiana a amuleto de la suerte. Una pata de conejo, una herradura, una moneda recogida del piso.

Corresponde al sustrato de barbarie que se ha instalado en Miraflores desde hace 13 largos años y que se expresa en el recurso a santeros, babalaos, paleros, brujos y toda suerte de siniestros artificios de la superchería afrocubana que se ha apoderado del corazón y la mente de su inquilino mayor. Barbarie que no ha trepidado en descerrajar el sarcófago del Libertador para jorungar su osamenta y manosearla con fines inconfesables. Para mayor humillación de nuestras tradiciones más sagradas, mediante la transmisión en vivo y en directo del sacrilegio.

¿A qué fines obedeció ese obsceno manoseo histórico sino a los de intentar apoderarse del poder sobrenatural que la suprema ignorancia del teniente coronel le atribuye a los despojos inanes de un simple mortal, al que atribuye sus delirios y devaneos? ¿A qué fines obedeció encender la Cruz del Ávila sino a la absurda y sacrílega creencia en los poderes sobrenaturales de un símbolo, cuya sacralidad le viene dada por la fe que en él depositamos tras dos milenios de historia y no en supuestos conjuros de magia negra?


Por: Pedro Lastra
Politica | Opinión
Sabado, 7 de Abril de 2012