“Diez años en el lodo y
vienen días muy duros”
■ El gabinete de abril es una de las manifestaciones más excelsas de falta de sentido común.
Lo malo del pasado es ser inmodificable. Para otros, por el contrario, el pasado es un invento del presente. En Retrato de familia con Fidel, Franqui revela cómo desaparecían los personajes de las fotos, en la medida que caían en desgracia.
O simplemente no existe, ya que sabemos precariamente qué pasó por testimonios e interpretaciones a posteriori, contradictorias, que expresan la visión de sus autores. El famoso clásico de Furet se llama El pasado de una ilusión, pero la Historia es la ilusión de un pasado.
A diferencia de las anteriores, las revoluciones del siglo XX son las primeras que obedecen a un plan deliberado de destrucción de la vida civilizada, si no contamos las tribus bárbaras germánicas y asiáticas. Comienzan por minar la autoestima colectiva, su autoconciencia, sus valores, su Historia. Son premeditadas.
En cambio sólo cuando iban ya por la mitad de la matanchina, los franceses se dieron cuenta de lo que pasaba y la llamaron “revolución”, término de las ciencias naturales. Paradójicamente alude una vuelta de 360 grados, dice Vico. Mucho nadar para ahogarse en la orilla. Volver con la frente marchita.
El día de la toma de la Bastilla, precedido por acontecimientos como la conformación de la Asamblea Constituyente y el juramento de Jeu de Paume, Luis XVI escribió en su diario: “nada”. No pasaba nada. Nadie lo sabía, ni siquiera Desmulins que encabezó la toma. Pensaban que era una revuelta y era una revolución.
Mao obtuvo un éxito momentáneo en su monstruosa tarea. Pero ya pasó. Hace tiempo Confucio salió de los calabozos de la Revolución Cultural, que compartió, entre otros, con Beethoven y Mozart, y volvió a las aulas con sus enseñanzas, aunque alguna Miss latinoamericana, tal vez secretamente maoísta, lo considere “padre de la confusión”. Es padre de la rectitud.
En Venezuela hicieron una reconstrucción aviesa de abril 2002, y para darle veracidad no vacilaron en enterrar vivos a los inocentes policías. Episodio rodeado de crímenes, cobardía, frialdad revolucionaria, y también valor, voluntad y estupidez de los demócratas.
La extraordinaria manifestación que algunos calificaron como “la mayor del mundo” se dirigió a Miraflores a solicitar la renuncia. La respuesta fue ordenar a la FFAA aplicar el Plan Ávila, disparar contra los civiles. El alto mando no obedecería. Ante eso los grupos paramilitares del gobierno atacaron la marcha. Tiburón I llamando a Sardinita III. Plomo.
Dieciocho muertos a mansalva, dieciocho “muñecos” dijo uno de los asesinos. Eso costó la ilusión de libertad. Ante la ola de ira y estupor causada por esas muertes, el presidente se entregó en fuerte Tiuna, precavido de que una poblada asaltara el palacio. Algún mermado moral ahí maltrató al prisionero. Dicen que Lucas guarda la renuncia manuscrita en un banco suizo.
La ciudadanía, con su sacrificio, sacó a quien montaba paso a paso una dictadura totalitaria, como sigue haciéndolo. Pero la tragedia se gesta en la selección del gobierno provisional. El primer error, designar un gran gerente, un hombre bondadoso y útil, pero sin la más remota idea de política, y jefe de la Casa Militar a un rival de Tom Cruise. Se requerían plomeros del poder.
Ninguno de los dos conocía la o por lo redondo, nadie daba órdenes a los militares ni la policía. Dicen que el teniente o capitán Rodríguez de la DISIP, fue con su Estado Mayor a entregarse en Fuerte Tiuna y consiguió una gran fiesta. Cuándo saludó de rigor, y le dijo -“mi general, venimos a entregarnos”- la respuesta fue -“!no hombre, chico!… Quédense por ahí y échense un palo”.
El gabinete de abril es una de las manifestaciones más excelsas de falta de sentido común que se conocen, con un guardia nacional retirado Ministro de Defensa, igual que el Decreto Número 1, un documento suicida, descabellado, escrito por las mentes jurídicas más brillantes de la república bananera. Destituye parlamentarios, gobernadores y alcaldes electos que ya eran aliados del nuevo gobierno.
Horas después ante la marea de estupor, Carmona lanza el decreto Número 2 que dejaba sin lugar el primero. Era el momento de aferrarse al gobierno provisional y apuntalarlo para que convocara nuevas elecciones, ayudarlo a superar su propio enredo.
Ocurrió lo contrario. Debilitado le saltaron al cuello. Ambiciones insatisfechas, corazones heridos, y una parte de la oposición optó por el derrocado como mal menor en vez de Carmona y el movimiento se desmoronó. Diez años en el lodo y vienen días muy duros.
Por: CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
Politica | Opinión
@carlosraulher
EL UNIVERSAL
sábado 7 de abril de 2012