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THAYS PEÑALVER: Chávez y la tiranía lumpenproletaria

Un joven lector me pregunta si pienso
que vamos o estamos en comunismo

 

Aprovecho las vacaciones de Semana Santa para responder pensando en los arqueólogos que estudiarán las ruinas que dejará el chavismo.

Veamos, en este país hay 200 mil revolucionarios marxistas que votan por acto de fe, al único partido que los representa (el PCV) pero de pronto aparecieron 7 millones de nuevos revolucionarios “comprometidos”, esto ya nos podría dar una idea del tufillo lumpenproletario del proyecto. Por eso es por lo que es muy difícil encontrar a un chavista que lejos del insulto o la descalificación vacía, se atreva a debatir sobre el tema.

Daré pues mi explicación de la izquierda, desde la izquierda, diciendo que me da un poco de cosa, cuando algunos, de forma simplista sostienen que la idea del “Socialismo del Siglo XXI” no es otra que la del “Comunismo del siglo XX”. Y es que el proyecto chavista es un insulto al comunismo. Crecí rodeada de verdaderos revolucionarios de la talla de un Gustavo Machado en un hogar demócrata, y pude darme el lujo de aprender de primera mano el significado de muchas ideas desde diferentes puntos de vista. En una de las tantas discusiones que se llevaron en casa, surgió la crítica sobre como Acción Democrática pretendía sostener el Lumpenproletariado creado por las clases burguesas del siglo XIX, con la misma intención de sostenerse en el poder que estas.

Lo más importante fue ver a líderes democráticos de una talla increíble, que a diferencia del chavismo, asentían sobre tamaña verdad. Ninguno se sintió insultado o abrumado, sino más bien preocupados ante esa inminente realidad. El adeco Lumpenproletario fue creado entonces a imagen y semejanza de los anteriores y profundizado aún más en la medida que competían con los copeyanos.

¿Qué quería decir Machado con aquello? Lo mismo que sospechan muchos venezolanos. Una de las quejas más recurrentes sobre los 40 años de democracia fue aquel presagio de Machado. Sembrar la mala costumbre de mantener a la gente con regalitos, comida, organizarlos en comunas improductivas, colchones y misiones para que pueda gobernar el de turno. El más crítico de ese modelito fue Marx, quien definió muy bien la creación de la “sociedad de beneficencia” para sostener a los reyes y a los tiranos, una “subclase social” llena de “gente arruinada”, “desempleada”, “funcionariado público”, “licenciados de tropa” y un montón de aprovechados y vagos”, “con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia”, “la cual se beneficiaba a costa de la nación proletaria” (K. Marx dixit).

¿Qué querían decir Marx y Machado? Que aumentar la nómina pública para dar cabida a burócratas que solo piensan en cestatickets, aumentar las nóminas empresariales gubernamentales para dar cabida a gentes improductivas, crear círculos o comunas no productivas, concertar sociedades de beneficencia para repartir los dineros públicos en dádivas sin contraprestación productiva, eran el principal medio “contrarrevolucionario” y más odiado que el capitalismo. Y si a ver vamos, Lenin y Mao fueron los más críticos al respecto, porque más lumpenproletarios cayeron en los campos de concentración y de trabajo forzado, que enemigos de la revolución.

En palabras sencillas, Marx y Machado sostenían que en la revolución todo lo que se alejara de la producción y la conformación de un proletariado productivo debe ser atacado con mayor ferocidad que el capitalismo en sí. Tarde entendieron los adecos la prédica de Machado y comenzaron a cambiar el modelo que, como a Napoleón, le costó nada menos que su extinción.

Pero de pronto llegó el desconcierto a lomos de una tanqueta, abrumada por aquellos cambios, e institucionalizó ya sin tapujos que el lumpenproletariado es nada menos que el modelo del “nuevo socialismo del siglo XXI” y claro ya no quedan machados ni nadie con quien discutir, porque ellos no leyeron jamás el Capital de Marx.

Desde la teoría política ¿Vamos o estamos en el comunismo? No, la transición al comunismo es la dictadura del proletariado, donde se invierte el 70% de los recursos en la industrialización y el proyecto bolivariano, es un inmenso despelote, financiado por el boom petrolero y las importaciones, cuyo único norte es sostenerse en el poder indefinidamente, apoyado en una tiranía lumpenproletaria.


Por: THAYS PEÑALVER
tpenalver@me.com
@thayspenalver
EL UNIVERSAL
jueves 05 de abril 2012