En el libro de Marcos, encontramos la reseña de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén el domingo de ramos, montado en un burrito que a su solicitud le habían traído sus discípulos. “Muchos alfombraban con sus mantos el camino, otros con ramos cortados en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: ¡Hosana! Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino de nuestro padre David que llega. ¡Hosana en las alturas! Entró en Jerusalén y se dirigió al templo. Después de inspeccionarlo todo, como era tarde, volvió con los doce a Betania”. Mc 11 (8-11). El pueblo, los peregrinos que habían ido a Jerusalén para la Pascua, con la expresión Hosana significaban en su lenguaje: “sálvanos, por favor”, y Jesús sabía cuál era su destino, tenía conciencia de lo que iba a suceder en los siguientes días.
En la interpretación de la palabra de lo escrito por Marcos, la Biblia apunta que Jesús de Nazaret conoce su realidad y sabe que las autoridades religiosas y políticas eliminan a todos los que se oponen a sus intereses. Hace notar además el contraste entre Jesús, que va delante, decidido y convencido de “subir” a Jerusalén, y los discípulos que lo siguen con miedo. No terminan de entender que el seguimiento a Jesús implica avanzar por caminos, unas veces de fiesta y otras de pasión, pero que conducen siempre a experiencias de resurrección. Tres días es el plazo máximo para la intervención divina a favor del justo paciente (Os 6,2).
La muerte de Jesús produce en esas horas un silencio y un vacío, pareciera que todo habría acabado. “Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María de Santiago y Salomé, compraron perfumes para ir a ungirlo. El primer día de la semana (domingo), muy temprano, llegaron al sepulcro al salir el sol. Se decían: ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Alzaron la vista y observaron que la piedra estaba corrida. Era muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven vestido con un hábito blanco, sentado a la derecha; y quedaron sorprendidas. Les dijo: No tengan miedo. Ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado. No está aquí, ha resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ellos a Galilea. Allí lo verán, como les había dicho. Mc 16 (1-7).
Muchos al momento no creyeron, pero por “último se les apareció a los Once cuando estaban en la mesa. Les reprendió su incredulidad y obstinación por no haber creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará” Mc 16 (14-16). Hoy nos sentimos felices de la resurrección de Jesús de Nazaret. Disfrutemos de esta Semana Santa, démosle libertad a nuestro espíritu para que se deleite con la palabra de Dios que habrá de encontrar en la Biblia, guiado por el propio Dios que está vivo. Reciban un abrazo y les deseo que sientan alegría en su corazón, porque Dios anda con nosotros. Y por lo que viene.
Por: Lenín Valero
(Periodista)
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