Aquí y ahora
La verdad es que Chávez se encuentra en un verdadero laberinto del cual le va a ser muy difícil salir. Como por arte de un sortilegio de la providencia, se han conjugado una serie de situaciones difíciles de conjugar.
No obstante el empeño que ha puesto para tratar de salir del atolladero en que lo ha colocado el destino, son contextos y escenarios que se manejan en las antípodas.
Por una parte, la peligrosa enfermedad que lo aqueja (un cáncer recurrente, sea del tipo que sea, no es cualquier cosa), y, por la otra, la oportunidad en que se presenta la campaña electoral.
Sin embargo, él, poseído por el carácter mesiánico de su presencia en este mundo terrenal, hace de tripas corazón para tratar de manejarse en los dos escenarios, buscando de sacarle provecho a ambas realidades.
Esto, como es de suponerse, no es nada fácil, es casi como lograr la cuadratura del círculo.
Ya que son dos aspectos de la vida de cualquier ser humano diametralmente opuestos. Es más, si se quiere hilar más fino, a pesar de la poca y contradictoria información que hay sobre su enfermedad, me atrevo a aseverar, sin querer oficiar de Casandra, que, quizás, en un futuro no muy lejano, le tocará escoger entre su salud o asumir toda la carga emocional y física que exige una campaña electoral presidencial.
A esto hay que sumarle la circunstancia de que se enfrenta a un candidato fresco, de las nuevas generaciones (Capriles tiene 39 años de edad), con toda la energía, la disposición, las posibilidades y las ganas de ser Presidente de Venezuela. El contraste entre ambos es cada vez más visible.
En una esquina está un candidato que lleva casi catorce años gobernando el país a su leal saber y entender, dilapidando sin freno alguno los ingentes recursos petroleros provenientes de la ya larga coyuntura del aumento de los precios a escala internacional, que habla hasta por los codos, y, en la acera de enfrente, un joven con experiencia exitosa, tanto cuando fue alcalde de Baruta, como ahora que es gobernador del estado Miranda.
El abismo entre ambos es casi insalvable. Chávez ya no puede seguir mintiendo sobre lo que hará en el futuro y que no hecho en todo este tiempo. Ya él, irremediablemente, es parte y constructor de un pasado que difícilmente tendrá un sitial preferencial en la historia; por lo menos como él lo pretende.
Pronunciar la palabra “futuro” ya no le queda bien y, mucho menos, hablar de progreso y bienestar. Esas banderas se las arrebató Capriles, hace tiempo sin que él se diera cuenta, ya es tarde para tratar de voltear la tortilla.
La alquimia política que el militar Presidente pretende hacer no le saldrá bien. No cuenta con las condiciones para alcanzar una transmutación maravillosa de lo que ha significado su (des)gobierno durante su largo mandato presidencial. Sus habilidades están menguadas, aunque, bajo ninguna circunstancia, deben ser menospreciadas. Todavía cuenta con el control de todas las instituciones del país, amén de un flujo de caja holgado para seguir haciendo demagogia de la buena, repartiendo lo que no es de él.
Me temo que durante estos meses el tiempo transcurrirá entre idas y regresos a la cálida y bella ciudad de La Habana, donde es acogido con hospitalidad. Esto hace que sus estancias sean, cada vez, más seductoras, porque le harán revivir añoranzas espirituales, en cierta forma reconfortantes.
Allá, aun cuando esté en un hospital, respira un ambiente bucólico, tranquilo, sin mayores contratiempos, propio de los regímenes mineralizados.
Allá no pasa nada…
Por: FREDDY LEPAGE
@freddyjlepage
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