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Thursday, November 21, 2024
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EDUARDO SEMTEI: Capriles, ten misericordia, pon el agua clara

La contaminación del embalse del Pao-Cachinche a lo largo y ancho es evidente.

Hemos perdido la razón. Manda
libremente la sinrazón…

 

Todo anda de revés.

Todo, todito. En cualquier país del planeta, los habitantes, en este caso, como hay elecciones cerca, los electores, tienen el derecho de exigirle al Gobierno eficiencia, eficacia y, sobre todo, calidad en la gestión administrativa de los asuntos públicos.

Por ejemplo, en Japón los amarillos (ya se va a arrechar el afrodescendiente por el uso de esta palabra), los nipones, le piden al Gobierno de ese país, y eso es a cada rato, certificaciones sobre los niveles de contaminación atómica de Fukushima.

Y el Gobierno presenta certificados oficiales, universitarios, internacionales, locales, ONU, AIE, y pare usted de contar.

¿Quedan contentos nuestros amigos de las antípodas? No, señor. A la semana vuelven con la pedidera de informaciones.

En Venezuela es distinto. Aquí el Gobierno no está obligado a presentar informes de ninguna naturaleza, mucho menos técnicos o científicos, sobre la calidad del agua o de la atmósfera o de las playas. Y si te atreves a decir que el agua huele un poco rara, allí aparece la fiscal, con su pelito amarillo, su voz chillona, sus ropas caras, su maquillaje profesional, y armada de cuatro artículos prohíbe esa preguntadera y sobre todo esa “dudadera” sobre la pureza del agua que bebemos o con la cual cocinamos. Imagínense si la fiscal fuera la primera ministra del Japón. Ya estuvieran presos desde los herederos de Hirohito hasta Francis Fukuyama.

Ay, señor Capriles, yo le juro, de verdad, por la Virgen Santísima, que el agua está ligeramente piche y turbia. Yo recuerdo cuando estaba en primaria que un profesor se la pasaba en una repetidera de que el agua era incolora (aquí esa vaina presenta varios tonos marrones, dependiendo de la zona donde se haga la toma), era insípida (ni de casualidad, aquí puede saber a petróleo, a algas, a estancada, a cloro, una verdadera diversidad) y, finalmente, que era inodora (aquí el asunto si es escandaloso, los diversos aromas, a veces vomitivos, de nuestras aguas, no tienen comparación). Por lo tanto, le digo a mi maestro Rodríguez, el que se la pasaba con la repetidera, que en Venezuela el agua es colora, sípida y olora.

Ah, pero esto no se puede decir a menos que quieras que la fiscal te acuse de cuanto delito se le pueda ocurrir y el flamante Tribunal Supremo de Justicia ordene, prohíba, amenace y joda a medio mundo si se atreve a afirmar, no importa si usted es un renombrado científico o ingeniero, que el agua está ligeramente piche, podrionsona, diría yo.

Mire, señor Henrique Capriles, en nombre de los venezolanos, de todos, rojos y no rojos, le pedimos que si no puede convertir a Venezuela en una potencia, en una repotencia, en una superpotencia, caramba, nos ponga el agua clarita. Si usted, en su gobierno, nos garantiza que el agua que vamos a consumir es potable, limpia, sana, inodora, insípida e incolora se lo agradeceremos para siempre. Si usted como presidente repara las escuelas, las carreteras, rescata a Pdvsa, mejora las misiones (comprométase a hacer una ley de misiones que impida que ni usted ni ningún presidente maneje las misiones, que son del pueblo, que son de la gente, que son de todos, como si fuera la cantina militar donde Chávez tomó sus más importantes decisiones económicas antes de ser presidente), aumenta la seguridad, soluciona el problema de los apagones, pasará a la historia como el jefe del Estado más mejor de Venezuela. Muchísimo más mejor.

Son cosas simples que, caracha, no me explico cómo no las han podido solucionar con esa hemorragia de miles de millones de dólares que hemos recibido. ¿Será que se roban los reales? Ummmmh. Anjá.


Por: EDUARDO SEMTEI
esalvarado1000@yahoo.com
@ssemtei
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