No importan las diarreas cotidianas
de los aragüeños y valencianos
■ Hasta el affaire Guarapiche, se pensaba que la potabilidad del agua era un asunto de “laboratorios”.
A la orden judicial que exige a los medios hacer estudios de agua antes de informar le faltó un complemento indispensable: pro-hibir la mayor amenaza con respecto al vital líquido, que además no esconde su proveniencia extranjera: Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen.
La conocida obra teatral parece escrita en las riberas del Guarapiche, inspirada en el Lago de Valencia. Como sabemos, el enemigo del pueblo es nada menos que un médico que denuncia que el agua del balneario de la ciudad está contaminada, luego de varias y minuciosas pruebas, y termina despedido de su trabajo, desalojado de su casa, sus niños agredidos en la escuela. Declarado oficialmente por una asamblea popular, el consejo comunal de la ciudad, como su enemigo.
El paralelismo es increíble con la situación actual. La clásica obra de Ibsen ha sido desde su publicación el emblema de la verdad contra el poder, contra todo poder. Al doctor Stockmann, el enemigo del pueblo, lo persiguen y agreden el poder político, el alcalde que es paradójicamente su propio hermano; los ricos dueños del balneario y hasta los medios, el periódico del pueblo, que no se atreve a publicar los resultados de su investigación. Y también los obreros y campesinos, la mayoría también se opone a su idea de purificar las aguas del balneario.
Hasta el affaire Guarapiche se pensaba que la potabilidad del agua era un asunto de laboratorios y pruebas. Pues no, es una realidad política. Las coliformes y el porcentaje de partículas suspendidas se determinan en la Asamblea Nacional o en Miraflores, con micrófonos y cadenas, y no con los humildes reactivos patrimonio del más modesto gabinete científico. Tampoco importan las diarreas cotidianas de los aragüeños y valencianos, los años de denuncias ante todos los foros públicos y privados y las consultas abarrotadas de los gastroenterólogos. Todo esto no es más que maniobra desestabilizadora.
“La putrefacción del balneario viene de la putrefacción de la sociedad”, dice Stockmann a medida que va asombrándose ante la oposición cerril contra lo que es una verdad física y química. Nadie en la ciudad propone más pruebas, nadie pretende contraargumentar. La diferencia está en que no todos los medios de Venezuela son como el periódico de la ficción de Ibsen.
Por: GUSTAVO LINARES BENZO
glinares@cjlegal.net
Politica | Opinión
EL UNIVERSAL
domingo 25 de marzo de 2012