“El fracaso de la revolución
no se debe a una sola cosa..”
■ Cientos de errores adornan el proceso.
Se pueden encontrar muchas razones para tratar de justificar o explicar cómo ha hecho Chávez para desperdiciar la gran oportunidad que ha tenido para de verdad sacar adelante a Venezuela y ubicarla, al término de su mandato, entre el grupo de naciones que van directo al desarrollo.
Lo ha tenido todo. Tuvo, en su momento, el respaldo mayoritario de los venezolanos, tanto que adecos, masistas, copeyanos y hasta comunistas se montaron en el tren del militarismo golpista, suponiendo que el hombre tenía lo que hay que tener. Ha tenido en su bolsillo un poco más de mil millones de millones de dólares para impulsar los más importantes planes industriales, educativos, de salud, de vialidad o turísticos que al final, en 14 años montado en la silla, redundarían en progreso y bienestar para todos sus compatriotas. Ha contado con el poder absoluto para hacer lo que quiera en plan de presidente de un país. Pide una ley y se la dan. Pide plata y se la dan. Pide que lo dejen manejar el dinero público como si fuera propio por medio de fondos particulares y se lo dan. Expropia, confisca y se apodera de lo que quiere sin más límites que la pena, si acaso todavía algo le produce vergüenza. Ha sido un rey a la antigua.
Pero, lamentablemente para todos, el resultado es uno de los fracasos más ruidosos de la historia contemporánea en esto de presidir un país. ¿Qué ha ocurrido? Muchos encuentran en la incapacidad la razón del desastre. Pero parece poco. Hay de todo en el régimen chavista. Claro que hay incapacidad, pero coexiste con corrupción, ignorancia, soberbia, exclusión, poder de mando de otras naciones, inocultable prioridad para los problemas de otros países como Cuba o Nicaragua. Desidia, mucha habilidad para manipular y mentir. Una visión socialista atrasada, fracasada y muerta en el tiempo. Copiar esquemas de pobreza segura. Mucho odio y resentimiento. Evidente orientación hacia la división y la confrontación. Pérdida de tiempo en bolserías como pintar aceras de amarillo o forrar las ciudades con fotos del amo. Personalismo, narcisismo y hasta idolatría en la forma de conducir las relaciones presidente-pueblo. Nada es transparente, todo es oscuro y muy opaco. Destruyeron la seguridad jurídica, elemento clave para la inversión privada nacional o extranjera. Nepotismo y clanes familiares en el poder. Eternización en los cargos públicos. Persecución a los sectores privados emprendedores. Cárcel para la oposición. Considerar a los empleados públicos unos rehenes del partido. Desviación ideológica que impide ver dónde están los reales problemas de la sociedad y la gente. Eso y más.
Pero lo peor es que nunca supo qué es ser presidente, qué hace un presidente, cómo trabaja un presidente.
Lástima. Se lo tragó la historia.
Por: ELIDES J. ROJAS L.
erojas@eluniversal.com
@ejrl
EL UNIVERSAL
miércoles 21 de marzo de 2012