La propia policía judicial ha
admitido que hubo “excesos”
La gavilla de agentes que acribillaron a balazos el auto donde viajaban la hija del Cónsul de Chile en Maracaibo, quien falleció, y su hermano, quien salvó la vida por milagro.
En este caso la prominencia del padre de los jóvenes, dado el cargo que ejerce, impidió que la policía científica le echara tierra al caso. Pero, ¿cuántas personas anónimas no han perecido de igual manera, víctimas de “excesos” policiales, pero sus casos han quedado ignorados, básicamente por su condición humilde y desamparada? Se puede calcular, conociendo a nuestras policías, en varios miles a lo largo de los años.
Porque este es el punto. Nuestros cuerpos policiales, en todas las instancias, salvo algunas excepciones en las cuales es visible el esfuerzo por mejorarlos, merecen muy poco aprecio por la población y de esto da cuenta el siniestro decir popular de no saber a quién temer más, si a los delincuentes o a los policías. Con razón las encuestas muestran que el 91% de los venezolanos desconfía de la policía.
Esto es gravísimo, porque la policía constituye la primera trinchera que tiene el Estado para contener el delito, ya sea previniéndolo o reprimiéndolo. Nos referimos a los instrumentos estatales para la lucha día a día.Ya se sabe que las políticas de fondo para hacer frente a la delincuencia están asociadas a políticas de largo plazo, económicas, sociales, culturales, habitacionales, etc. Pero, simultáneamente, cada día trae exigencias que no pueden ser remitidas a las soluciones de largo plazo sino que necesitan atención perentoria. Para eso se cuenta con la policía, los tribunales y las cárceles. Desgraciadamente estas tres “trincheras” en la batalla contra el delito constituyen, más bien, factores criminógenos, esto es, generadores de situaciones delictivas.
El caso de la policía, que hoy abordamos, es particularmente preocupante porque de las tres “trincheras” es la que está en la primera fila en el choque con la delincuencia. Pero, ¿qué se puede esperar de una policía mal integrada, con personal seleccionado sin demasiadas exigencias, poco o nada entrenada, mal pagada y con no poca frecuencia infiltrada por delincuentes? Para muestra basta el botón de los grupos de “exterminio”, que en cierta época aparecieron en varios cuerpos policiales de los estados del país. Sin hablar de que las personas que han escogido la profesión policial carecen de todo estímulo o incentivo moral por parte de otras instituciones del Estado. En estos días un grupo de efectivos de distintos cuerpos policiales se dirigió a la defensora del Pueblo reclamándole que la misma preocupación que mostró públicamente por los dos muchachos de La Piedrita que fueran asesinados, nunca la ha puesto de manifiesto en los casos en los cuales las víctimas son funcionarios policiales muertos a manos del hampa.
Como se ve, la urgente reforma policial que está planteada no se agota con la creación (lentísima, por lo demás) de la Policía Nacional Bolivariana. Hay demasiado que hacer y no se observa la voluntad necesaria para ello.
Por: Fernando Rodríguez
Editorial | 20/03/2012