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Manuel Malaver: El país que encontró Chávez a su regreso de Cuba

¡Si Chávez pidiera datos sobre lo ocurrido en el país en estos 21 días...!

¡Para exilarse de
la catástrofe..!

 

Quizá después de echarle un vistazo a la Venezuela que lo espera vuelva a escaparse a La Habana, pero esta vez, para exilarse de la catástrofe que le ha generado al país y quien sabe si para no regresar jamás

No hay dudas que es diferente, dramáticamente diferente a la que dejó, la Venezuela que encontró, Chávez, a su regreso de la segunda operación a que fue sometido en La Habana para extirparle un nuevo tumor canceroso.

Pero no porque se hayan aliviado o resuelto los ya crónicos y devastadores desastres que se arremolinan y agudizan sobre el país desde que asumió la presidencia hace 13 años, sino porque, a los ya existentes (inseguridad personal que el año pasado cobró la vida de 19.500 venezolanos, colapso del sistema eléctrico que no termina de restablecerse, quiebra en la atención hospitalaria, de escuelas públicas, construcción de viviendas y la red vial), se han agregado otros de igual o peor magnitud y que, si no se conocían, era porque no habían hecho metástasis o se habían ocultado.

Entre otros, se me ocurre graficar el de los derrames petroleros, que no es que no son propios de cualquier país donde se explota, produce y transporta crudo, ni eran raros o imposibles en el pasado, sino que ahora, en tiempos de la Venezuela chavista, y cuando hay un slogan que reza que “PDVSA es del pueblo”, ocurren con tal frecuencia y proporciones que han pasado a ser como como otra marca de fábrica de la “catástrofe nacional”.

El más traumático de todos ha sido, sin duda, el del río Guarapiche, en el Estado Monagas, y no solo porque afectó una importante vía fluvial por la cual baja el oleoducto de aducción del crudo que se produce en El Furrial y Jusepín, sino, igualmente, porque surte de agua a la planta potabilizadora del “Bajo Guarapiche” que sirve del vital líquido a la ciudad de Maturín y poblaciones circunvecinas.

Desastre que se inició el mediodía del 4 de febrero pasado, cuando se celebraban en Caracas los 20 años de la intentona golpista, y se cuenta que la gerencia de PDVSA encargada de la vigilancia y control del oleoducto fue obligada, de acuerdo al ritual revolucionario, a presentarse en la avenida Los Próceres para presenciar el desfile militar con que se conmemoraba la “magna fecha”, sin que le resultara posible enterarse de que se había producido “una fuga” en la línea 12 (la que va desde los tanques de Jusepín hasta los depósitos de almacenamiento en la población de Orucual), dando lugar a un reventón sobre el Guarapiche cuya alarma se dio dos horas después y solo pudo corregirse, o medio corregirse, 24 horas más tarde.

Imposible calcular hasta hoy los daños ambientales que se produjeron en el Guarapiche, pues el empeño del ministro del Ambiente, Alejandro Hitcher, en no admitir el desastre, no ha permitido contabilizar el número de ejemplares en la flora y la fauna locales afectadas por la polución, aunque, si contamos que al dejar de ser aptas para el consumo las aguas que se vertían en la planta potabilizadora del “Bajo Guarapiche” hubo que cerrarla durante más de 40 días, y sustituirla por camiones cisternas que medio paliaron la emergencia, podemos darnos una idea de los gigantescos costos a que puede alcanzar la nueva tragedia de otro 4 de febrero.

Hace dos días no más, el gobernador del Estado Monagas, José Gregorio Briceño, alias “El Gato”, declaraba que ya había gastado la totalidad del presupuesto estatal (unos 200 mil millones de bolívares), en la compra de agua a empresas particulares, en tanto que de PDVSA se suministraban cifras que terminan de aproximarse al cuantioso costo que tiene que asumir un país cuando confía su destino en manos de improvisados, voluntaristas, autodidactas e ideologizados.

Pero eso en lo económico y ambiental, pues en lo que se refiere a lo político, la tragedia del Guarapiche también ha arrastrado al partido oficial en sus versiones regional y nacional, el PSUV, pues “El Gato” Briceño, que en el 2006 se alió con PDVSA, HIDROVEN y el ministerio del Ambiente para ocultar otro derrame ocurrido en el mismo río, la misma línea y el mismo oleoducto, sale ahora, en previsión de que no sería lanzado por el oficialismo para repetir en las elecciones regionales de diciembre próximo, a acusar a PDVSA, y a su presidente, Rafael Ramírez del desastre, ha desmentido al ministro del Ambiente, Alejandro Hitcher, en lo que respecta a sus consecuencias y ha terminado siendo expulsado del partido y la revolución, por lo que ya se prepara a postular su candidatura como independiente si lo dejan y no para en la cárcel “por traidor” y algunas causas pendientes que tiene con la justicia penal ordinaria regional y nacional.

En otras palabras, que de regreso a Venezuela, si Chávez pidiera datos sobre lo ocurrido en el país en estos 21 días, se enteraría de que ya hay otro estado que vuela vertiginosamente a desalinearse del chavismo, pues, aunque “el Gato” sea enjaulado, no hay dudas que sus partidarios preferirían votar por el candidato opositor a la gobernación, antes que por el de sus verdugos.

Pero sería injusto si, por sumergirme en la catástrofe del río Guarapiche, me olvidara de otra, no de igual magnitud ni proporciones, pero que sí refleja el estado de abandono en que implacablemente se ha ido hundiendo la industria petrolera nacional, como es el derrame de crudo sucedido en el “Complejo Petroquímico José Antonio Anzoátegui”, en la vía Barcelona-Caracas, un mes después, el sábado 3 de marzo pasado, cuando un tanquero no contó con la operación de embarque adecuada (pues la conexión entre la monoboya Este del terminal y las mangueras del tanquero no se desacopló), generando un derrame de miles de barriles de crudo al mar, cuyos residuos se regaron horas después por las playas de Píritu, Puerto Píritu y Playa Maurica en Barcelona, con los daños ambientales de ley que todos sabemos desatan tales impericias.

Fue un desastre casi local, que solo conocimos por el portal noticiasdeaqui.net de Puerto La Cruz, pero con el suficiente soporte gráfico, el testimonio de vecinos y la opinión del experto ambientalista, Pedro Labana, que no dejaron cabo sueltos a la hora de enterarnos de que también en Anzoátegui rueda el crudo como río en conuco.

Pero derrames petroleros ocurren también a diario en el Estado Zulia, donde ciudades como Tía Juana y Cabimas, en la Costa Oriental, y los Puertos de Altagracia en Maracaibo, claman por la contaminación de su medio ambiente por el vertido de crudo, en tanto que autoridades ejecutivas y legislativas de la región, continúan denunciando las criminales voladuras de oleoductos por guerrilleros colombianos en el río Catabumbo, que vierte en el lago de Maracaibo el 60 % de las aguas que constituyen su extensión.

Podría seguir en el occidente del país si quisiera completar este desgarrador tapiz de cómo la improvisación, el voluntarismo, el autodidactismo y la ideoligización ha destruido la eficiencia de la gestión pública en Venezuela, sino fuera porque muy cerca de donde escribo estas líneas, en el lago de Valencia, también viene ocurriendo una tragedia por la contaminación y desborde de sus aguas, siendo que es el principal surtidor de los embalses que sirven agua potable a las ciudades capitales de los estados Carabobo y Aragua, Valencia y Maracay y algunos de sus más importantes centros poblados.

Oigamos al experto, Edison Durán, director del Movimiento por la Calidad del Agua, referirse a los hechos:” Se estima que más del 80 n% de las aguas cloacales de Maracay, y 20 de las de Carabobo, caen al Lago de Valencia sin ningín tratamiento. El lago surte el embalce Pao-Cachinche directamente, y de allá el agua es enviada a las plantas de tratamiento que sirven a la población,

Y:”Esto ha desmejorado de tal manera las aguas del Pao-Cachinche que si nos atenemos a las leyes, no pueden ser potabilizadas por esas plantas de tratamiento”.

Y ya se sienten los síntomas en personas y grupos humanos expuestos a tamaño deterioro en el suministro de agua para consumo humano, con afecciones cutáneas, trastornos estomacales, y problemas hepáticos y renales.

Sin llegar a pandemias, claro está, pero si como amenazas feroces que de no ser atendidas con prontitud expondrían a cientos de miles de personas a males colectivos difíciles de tratar y curar.

Y termino pensando en el enfermo Chávez que regresa de un tratamiento anticancerígeno en Cuba y pasó por una operación y un postoperatorio que incluirá sesiones de radioterapia.

Pero que quizá después de echarle un vistazo a la Venezuela que lo espera vuelva a escaparse a La Habana, pero esta vez, no para insistir en superar la enfermedad que lo aqueja, sino para exilarse de la catástrofe que le ha generado al país y quien sabe si para no regresar jamás.


Por: Manuel Malaver
Politica | Opinión
Lunes, 19 de marzo de 2012