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CLAUDIO NAZOA: Pianisto, arpisto y bateristo



“El idiolecto” de Chávez

 

A D. Francisco Javier Pérez, Presidente de la Academia de la Lengua.

Razón tiene mi profesor de literatura, el cardenal in péctore Germán Flores, al estar preocupado por lo que él denomina “el idiolecto” de Chávez, ya que los venezolanos estamos siendo afectados por la forma de hablar del Presidente. Repetimos o aceptamos como graciosos los sobrenombres con los que insulta, creando una especie de idioma lleno de cuentos en donde liga lo ficticio con lo real. Inventa pensamientos de Bolívar y utiliza la ficción al hablar de sí mismo o de su historia familiar y personal. Cada vez que se refiere al “golpe” que le dieron (no el que él dio, ese se le olvidó), inventa una historia nueva de su “heroicidad”, aunque todos conocemos la realidad.

Hay que estar atentos con esta forma de utilizar el idioma, ya que podemos, entre otras cosas, llegar a hacer el ridículo si seguimos la línea que nos quieren imponer. A los autócratas y a los dictadores siempre les ha gustado cambiar a su antojo los términos y significados de las cosas: los símbolos, los escudos, la historia, las banderas, los límites geográficos, el idioma, la moneda e incluso hasta la hora, entre otras cosas.

Hitler “descubría” en los países que invadía material arqueológico que daba fe de que ese territorio alguna vez fue germano y que él lo estaba rescatando; para sustentar eso contaba con la anuencia de respetables arqueólogos alemanes que se prestaron para la ignominia.

Stalin bautizó San Petersburgo con su nombre: Stalingrado.

Otros, como los horribles dictadores de Corea del Norte, abuelo, padre e hijo, han llegado a la absoluta locura, inventado cosas que si no fuera por los millones de muertos, serían cómicas: “…Un rayo de luz que venía del cielo, indicó el lugar del parto…”.

En cada casa de Corea del Norte es obligatorio colgar una foto de estos monstruos, etc.

Ni hablar de Saparmyrat Nyýazow de Turkmenistán (una región de la antigua URSS), quien sustituyó la palabra “pan” por “Gurbansoltanedzhe”, el nombre de su madre; los meses de enero y abril pasaron a llevar su nombre y el de su madre respectivamente; cambió la fiesta nacional al 12 de febrero, día de su cumpleaños; reemplazó los nombres de los días de la semana, por el de sus familiares… y etc.

Pero regresemos con nuestra pequeña y aparentemente inofensiva y absurda ridiculez idiomática, rechazada por la Academia de la Lengua, como lo es el hecho de que obligatoriamente tenemos que usar el femenino en todo, con la hipócrita, populista y engañosa excusa de que estamos evitando el sexismo en el idioma. Lo peor ha sido la irracional e impertinente reacción de algunos respetados y admirados intelectuales que arremetieron contra la academia; son los mismos que antes estaban atentos ante cualquier desmán o cursilería militar o civil que cometían los gobiernos de la cuarta república, y que ahora están ciegos ante la evidente locura que nos lleva por el despeñadero.

Pero como palo por palo no es palo, o en lenguaje revolucionario: pala por pala no es pala, me gustaría saber, en medio de este absurdo, cómo nombramos algunas palabras sin ser sexista al revés, por ejemplo: pianista, arpista y baterista.

El idioma castellano es susceptible al cambio, no es estático, pero no puede ser cambiado porque yo soy arrecho o arrecha, o porque soy autoritario o autoritaria. Si aceptamos este “idiolecto” que nos quieren imponer, nos vamos a convertir en burros o burras, ignorantes o ignorantas…


Por: Claudio Nazoa
Política | Opinión
EL NACIONAL
lunes, 19 Marzo, 2012