Venezuela no tiene por qué continuar como
el país enfermo de América Latina
El espíritu atolondrado, mesiánico y totalitario afirma que después de mí el diluvio, aunque él mismo sea el diluvio. Hitler en las últimas del búnker desgañitaba que el pueblo alemán merecía la destrucción como castigo por “traicionarlo” y perder la guerra, mecanismo sicológico para tolerar la debacle de sus propios errores descabellados.
Fidel Castro quiso la guerra mundial en la crisis de los cohetes de 1962. En el Congreso de la Internacional en Moscú, Mao aseguró que pondría trescientas millones de vidas chinas en una guerra final contra el imperialismo.
Los lugares comunes, prejuicios y fárragos de un caudillo totalitario en fase inicial, son los mismos que exponen talentos silvestres en reuniones sociales. Su cabeza es un prontuario de “verdades” de curso corriente, pero algo en ellos subyugaba la intelligentzia y después a las “masas”. Dicen que Trotsky y Hitler ejercían un embrujo inexplicable, mientras Lenin lucía como un “profesor de matemáticas”.
Algunas reglas del juego democrático perviven en Venezuela, la hoja de parra. Y no importaba mucho que hubiera elecciones pues siempre las ganaría el caudillo. La burda oposición que existió hasta 2005, se encargaría de marcarse espectaculares autogoles.
La emergencia ahora de una fuerza tranquila, racional y decidida descompone al gobierno, el entorno se le complica y parece que se les escapa el poder. Ahora que la política se puso seria, en una cabeza enmarañada por dentro puede rondar el protocolo de la “confrontación final”, la guerra atómica para adelantarse a la derrota eventual en octubre.
Luego del levantamiento popular el 11 de abril de 2002, en el que paramilitares chavistas asesinaron dieciocho personas, el régimen se desploma, pero regresa por el consistente apoyo de la OEA a un “presidente electo democráticamente”. Se salvó gracias a la Carta Democrática que se firmaba en Lima casualmente esos días.
¿Generales y políticos deschavetados obedecerán la orden de cortarle el cuello a instituciones que los han protegido y protegerán? ¿Se atreverían a quedarse solos en el mundo y con la responsabilidad de todo lo que ocurra? “La luz del entendimiento me hace ser muy comedido”. ¿Cuánto podría durar una dictadura militar… cómo asimilar repudio y sanciones internacionales… qué hacer frente a unas malencaradas Dilma y Hillary? ¿Y Obama? ¿Y la UE? Sería la extinción.
Es el caso del ratón que juega con el gato ¿planeará el mandamás una matanza en las calles, en un país con trece millones de armas regadas? El espectro de Gaitán no deja de rondar en Colombia y reaparece con frecuencia. Luis Carlos Galán y Samper lo comprueban.
Luego de varias resonancias magnéticas el filósofo gubernamental de la comunicación descubrió unos su-brepticios y sospechosos trazos de “neoliberalismo” en los cerebros de González, Cardoso y Lagos.
González, un socialista no fantoche, es héroe de la lucha contra el franquismo y artífice de la nueva España. Cardoso puso Brasil a librarse del desempleo, la inflación y la pobreza, camino que prosiguen Dilma y Lula, a quien salvó del enjuiciamiento (y con ello al país).
Lagos fue el primer chileno que le dijo a Pinochet por televisión, en su cara, “Presidente: ¡váyase del gobierno!”. Ninguno de los tres es un conspirador barato contra democracias blandas. No traicionaron sus países. No los sumergieron en el desastre. Los liberaron de dictaduras. González decía que “el cementerio de los políticos está lleno de apresurados”.
En su otoño, el patriarca tropical amenaza a través de herederos con una pesadilla peor (y efímera). ¿Le harán el juego los apresurados? No podrán ir a los malls de Florida ni llevar los niños a ver delfines. Ni a España. A Zapatero lo echaron y dejó el país en zozobra. Sólo visitarán a los Castro, Lukashenko, Putin y los inefables becarios de la región. Y no es prudente pasarse este año por Siria e Irán.
Cuando las naciones se quitan los fardos humanos que las oprimen, empobrecen y desprestigian, hartas de incapacidad y locura, sellan acuerdos de gobernabilidad. Uno de los grandes modelos es el Pacto de Punto Fijo. La fuerza que hoy gobierna está invitada a un entendimiento para respetar los resultados electorales, retornar la vigencia de la Constitución y convivir democráticamente.
En España, Chile, Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, Panamá y otro tantos, quienes ocasionaron estragos parecidos, luego de redefiniciones regresaron a reconstruir. Venezuela no tiene por qué continuar como el país enfermo de América Latina. “Presidente: ¡váyase del gobierno!”.
Por: CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
Politica | Opinión
@carlosraulher
EL UNIVERSAL
sábado 17 de marzo de 2012