Aquí y ahora
Para cualquier desprevenido la pregunta parecería inverosímil, pero en nuestra Venezuela, donde todo es posible y la capacidad de asombro se ha vuelto infinita, la respuesta pareciere ser afirmativa.
De hecho, Chávez tiene varios días haciéndolo, ante la pasividad de una sociedad adormecida que pareciera que con el correr de los años se ha acostumbrado a soportarlo todo.
El Presidente ya tiene dos semanas en Cuba, tratándose el cáncer recurrente que lo aqueja. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo regresará. La flamante ministra Sader decía recientemente, en un despertar auspicioso (?) de su prolongado letargo (era ella la que informaría sobre la evolución del paciente), que sería el propio Presidente el que decidiría si sigue el tratamiento en Cuba.
Incluso, su ya no tan nuevo “mejor amigo”, el presidente Santos de Colombia, después de un viaje relámpago a La habana, terminó oficiando de vocero ad hoc e informó que Chávez estaría en Caracas este próximo domingo. En fin, como ha sido la costumbre durante estos tiempos de revolución, la confusión y la opacidad son las mejores armas para escurrir el bulto y no hablarles claro los venezolanos.
Nunca antes se han vuelto tan ciertos el verso de Campoamor: “Nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”. Pero, si aterrizamos en la realidad, nos damos cuenta de que la prolongada ausencia de Chávez (para un presidente es bastante tiempo) incide negativamente en la gobernabilidad del país. Ya hay síntomas preocupantes que dan fe de lo que estoy aseverando.
Por más esfuerzos que haga el caudillo único de la revolución para gobernar dictando lineamientos desde La Habana, a través de la televisión y de Twitter, el clima político nacional se enrarece poco a poco.
Incluso los signos dentro del PSUV son muestra palpable y fehaciente del deterioro y hasta del pesimismo que carcome los cimientos de esa organización política.
No son solamente las declaraciones de Adán Chávez, llamando a desenmascarar a los traidores, que de por sí son sintomáticas, sino los ya visibles y públicos enfrentamientos entre dirigentes regionales aspirantes a gobernaciones y alcaldías, como la pelea a cuchillo en el estado Bolívar contra el gobernador Rangel Gómez, que el mismo Chávez antes de partir se atrevió a criticar ásperamente.
Más recientemente, y de mayor factura, está el fuerte intercambio de declaraciones en todos los medios de comunicación entre el gobernador de Monagas, el Gato Briceño, y el diputado Diosdado Cabello, quien fue acusado de estarle serruchando el cargo a Briceño para colocar a un familiar suyo. También presenciamos la ocupación de la sede del PSUV en Lara. Estas son sólo las puntas del iceberg. La procesión va por dentro…
Y ni hablar del ámbito militar, donde, también, afloran las discrepancias a sotto voce. Es decir, que en las cúpulas chavistas ya se nota nerviosismo e intranquilidad por lo que le pueda ocurrir a Chávez y por cuales serían las consecuencias de ello.
No sería bueno para Venezuela que las ambiciones se desborden hasta despertar los demonios de la violencia ante una eventual sucesión de facto, la cual equivaldría a sufrir las consecuencias de otro golpe de Estado. Es necesaria, a todo evento, una transición pacífica, que le permita al país volver gradualmente a la normalidad.
Lo peor que puede hacer Chávez es seguir jugando (confundiendo) con la opinión pública. Esto, más temprano que tarde, se le puede convertir en un bumerán…
Por: FREDDY LEPAGE
@freddyjlepage
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EL NACIONAL