Atentan contra el candidato opositor y los
cargos judiciales son ¡contra la víctima!
■ A Carla Angola.
■ La maquinaria del odio no ha podido someter la voluntad de libertad en Venezuela.
Herzen escribió espantado de que la eventual revolución en Rusia fuera “un Genghis Khan con telégrafo” y Lenin la definía como “soviets más electricidad”. ¿Hasta dónde podrá avanzar una supuesta anacronía, el totalitarismo en la era de Twitter, Facebook y los medios descentralizados?
En Venezuela no existe información oficial, solo un aparato propagandístico nacionalsocialista de centenares de emisoras de radio y televisión nacionales y regionales, tomadas in crescendo. Apenas el 27-3 el Gobierno impidió la entrada de la periodista Laure Nicotra a su programa en Telellano. Ahora controlan las tres televisoras de Barinas. Despliegan sus operaciones en las cuatro líneas del odio. Reversión de la realidad, voltear las acusaciones. El Gobierno produce escasez e inflación y culpa a los “acaparadores”. Hunde la agricultura y señala la banca por no dar créditos. Guerra sicológica para asustar con terrorismo, violación de la privacidad, ultrajes.
Engaño metódico; casi nada de lo que dice el Gobierno es cierto. Y deshumanización de los demócratas, curas, periodistas, empresarios, estudiantes a los que se asocia con bestias “ratas, sabandijas, cerdos, diablos desgraciados, degenerados, apátridas, malnacidos”, para aflojar escrúpulos a la hora de la violencia física.
En otras épocas acusaban de todo lo malo a las brujas, los trotskistas o los “gusanos”. Durante la Peste Negra del siglo XIV que devastó Europa, atribuyeron a los judíos envenenar las aguas. Si la cosecha se perdía, o las esposas abortaban, eran los sortilegios de alguna solitaria mujer. Ese es el quilate moral e intelectual de varios “comunicadores” del socialismo del siglo XXI.
Pistoleros en moto atentan contra la vida del candidato de la oposición y los mandamases amenazan con imputaciones e investigaciones judiciales ¡contra la víctima! Y, de paso, con una matanza si se atreve a ganar las elecciones. Nada sobre el asesino en grado de frustración, ampliamente reconocido y fotografiado.
Un analista nazi, Eugen Hadamovsky, llamaba esto propaganda de poder y explica que su objetivo era crear la idea de que los gánsters y todo aquél al servicio de la causa gozaban de impunidad, mientras los opositores estaban indefensos.
En la Isla del Dr., Castro lo practicaban así: en la rumba del solar o la barriada, un buen día recalaba la policía a llevarse la mulata deseada y popular o alguna anciana venerable que todos apreciaban, insospechables siquiera de tener opiniones políticas. El cargo, “actividades contrarrevolucionarias”.
Lección aterradora para los que sí murmuraban del régimen (“si eso le pasó a ella que no tiene nada que ver, qué me pasará a mí”) La propaganda de poder totalitario asocia la democracia y los demócratas con un mundo decadente, en destrucción. La “Constitución moribunda”, los cuarenta años, la salvadora ruptura entre antes y después. Cuarta y quinta repúblicas.
En su histórico discurso ante el comité central en 1930, Stalin arremetió contra la derecha endógena como “representantes de las clases moribundas”. Y Hitler en 1939 habló igual de “clases moribundas… (que debían) eliminarse sin muchos aspavientos”. Fidel Castro tomó la frase de Hitler: “la historia me absolverá”.
Un historiador se asombra de la “fantástica insinceridad” del Führer… la ausencia de realidad demostrable en casi todas sus expresiones… su indiferencia ante los hechos”, y a Kruschev lo escandaliza la “repugnancia de Stalin a considerar las realidades de la vida… su indiferencia ante la verdadera situación de los asuntos”. Eran mitómanos ideológicos.
Asistimos “al fin de la crisis eléctrica”, la entrega de 150 mil viviendas, la recuperación de la agricultura y el control eficiente del reventón petrolero de Monagas. Se toma “leche de Machiques, leche socialista”.
La maquinaria del odio no ha podido someter la voluntad de libertad en Venezuela, construida sobre el lecho rocoso de cuarenta años de democracia. Las elecciones del 7 de octubre anuncian una gran remezón y si la propaganda del odio va tan en serio como la voluntad inquebrantable de los opositores, podrían presentarse sombríos momentos y fuerzas fuera de control.
Cien años de Soledad, fácilmente accesible para ministros en edición electrónica, plasma espeluznante la profundidad de la impronta del crimen político -contra Aureliano Buendía- en el alma de una comunidad. El hilo de sangre corría por las calles entre los viandantes indetenible y sin fin. Como una pesadilla shakesperiana, el final de la huella estaba más allá de la conciencia.
Por: CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
Politica | Opinión
@carlosraulher
EL UNIVERSAL
sábado 10 de marzo de 2012