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El Editorial: Malandros electorales

¡“El pueblo igualito salió a recibirnos!”. Advirtió Capriles.

El “peligro” bolivariano

 

Ayer las escuadras de malandros bolivarianos volvieron a poner en práctica sus viejas tácticas fascistas y arremetieron con armas en la mano contra los simpatizantes del candidato de la oposición Henrique Capriles, que lo acompañaban en un recorrido por Cotiza, una de las tantas zonas populares de Caracas que está en el mayor de los abandonos.

No fue un simulacro de ataque del lumpen que compone la base fundamental del chavismo en los barrios, sino de un intento serio de demostrar que la campaña electoral que quiere Hugo Chávez va a estar sistemáticamente signada por la arremetida armada contra la oposición, y organizada entre dos polos específicos: violencia y miedo. Eso fue lo que ocurrió en la Alemania nazi cuando las instituciones fueron asaltadas por el Partido Nacionalsocialista.

A quienes piensen que esto es una exageración de la parte opositora habría que mostrarles como prueba irrefutable que el hijo del diputado y candidato a la Alcaldía de Libertador, el joven estudiante de Medicina Ismael García, resultó herido de bala y debió ser internado en una clínica privada. Los hospitales públicos están sobrepasados en su capacidad de atención y carecen, por lo general, de los más elementales medicamentos.

Que la revolución recurra a matones y a bandas de barrios para acallar las protestas nos dice mucho de la bajeza moral en la que se está hundiendo el chavismo. Nada de marxismo, de protagonismo histórico de la clase obrera y menos que nunca de respeto a la libertad de los sectores populares para expresar sus opiniones y criticar lo que funciona mal. O siquiera preguntar sobre el destino de los dineros de Estado que son engullidos por una claque que sólo piensan en sus propios intereses. Nada de democracia popular: silencio y complicidad es lo que se le exige a los militantes.

De manera que cuando un líder joven recorre los barrios populares y lleva un mensaje de revisar y terminar con tanta corrupción, entonces cunde entre el malandraje el miedo a ser descubierto en sus trapisondas, en sus redes de corrupción locales, en su capacidad armada de pistolas y revólveres para que la gente se haga de la vista gorda, que los deje hacer sus negocios y que obedezcan al comandante. De alguna forma esto nos recuerda cómo se fue haciendo del poder político la mafia en Sicilia y Nápoles, y en general en el mezzogiorno y en el sur de Italia.

Si alguna verdad está clara para los venezolanos es que desde el lado de la oposición lo que hay es gente pacífica, honesta y trabajadora, mujeres profesionales y muchas amas de casa que quieren salir adelante, aprender y formarse para no depender de nadie. Igual sucede con los jóvenes: exigen becas y oportunidades de trabajo. No quieren revólveres ni pistolas, no quieren herir o matar a nadie. No son malandros. Esa es la Venezuela diferente, la que no cultiva odios sino que busca oportunidades.

Merecidas, por lo demás.


Por: Redacción
05, de marzoo 2012
Política | Opinión
EL NACIONAL