Qué bien se ha comportado nuestro
presidente Henrique Capriles
Excelente actitud al no responder los insultos y bravuconadas de parte del Gobierno. Nuestro enfermo Presidente saliente se ha quedado solo insultando al espejo de su casa y, según tengo entendido, también a sus cercanos colaboradores a quienes regaña por cualquier cosa; lo hemos visto cuando en cadena, o en su programa, humilla a algún ministro o funcionario y le echa la culpa de algo, para que la gente crea que él es bueno y que son sus ayudantes quienes no lo hacen bien.
Lo bueno de lo malo es que ya ha insultado tanto y ha dicho tantas groserías, vilipendios, embustes obvios, sobrenombres, acusaciones infundadas y amenazas que ya hasta sus seguidores están hartos de tanto amor odioso, porque el cinismo es tan grande que después de cada insulto endiablado invoca a Cristo diciendo que a él lo que lo mueve es el amor.
Ni hablar de los agravios a la Iglesia; incluso, una de las mayores faltas de respeto que se han cometido en el país fue la de los improperios que partidarios del Gobierno dijeron en el año 2003, en la Catedral de Caracas, a la salida del féretro del cardenal Ignacio Antonio Velasco.
¿Se acuerdan de la decapitación de la estatua de José Gregorio Hernández?, ¿o de la destrucción a balazos de la Virgen de la Divina Pastora en Barquisimeto?, ¿han visto los murales de la Virgen María en el 23 de Enero, cargando al Niño Jesús con una ametralladora en la mano? No olvidemos cuando el Presidente, refiriéndose a algunos obispos miembros de la Conferencia Episcopal, dijo: “Están llenos de pus por dentro…”.
Ahora, con estupor, lo vemos arrodillado, rezándole a la Virgen; paseando en un carro con un Cristo pegado al parabrisas o pidiéndole milagros a José Gregorio Hernández. Realmente, esto es incomprensible para todos, pero, de pronto, uno como que se va acostumbrando a la locura, al insulto, a la grosería y a la blasfemia. Pareciera que nos estamos anestesiando.
Lo anterior es peligroso y bueno a la vez. Lo peligroso es, y valga la redundancia, que es muy peligroso acostumbrarse a lo malo, a que las cosas son así, a que el Presidente es así. Eso es malísimo porque la resignación ante el atropello es el primer paso para convertirse en esclavo. Lo bueno, si acaso se puede hablar de algo bueno, es que ya los insultos, amenazas y las promesas, son tantas, que la gente no le para y cada día le hacen menos caso.
De ahí la importancia de la actitud de nuestro nuevo presidente Henrique Capriles, quien, inteligentemente, ha dejado al bravucón peleando con la sombra acumulada de sus traumas, maldades, ego y frustraciones.
Un día, venía un hombre manejando un Volkswagen y se le atravesó una gandola de 40 ruedas. El chofer de la gandola asomó la cabeza y gritó: ¡Eres un desgraciado majunche! El del Volkswagen, sin inmutarse, respondió: Bájate de la gandola y me lo dices más duro.
El guapetón se baja y le grita más duro: ¡Que eres un majunchón apátrida…! El chofer del carrito, con compasión, le replicó: Acércate más y me lo dices aquí.
El gandolero, fuera de sí, se le acerca hasta la ventana y a gañote limpio le grita: ¡Te dije que eres escuálido cochino recontramajunche…!, ¿me oíste? A lo que el insultado, ya casi marchándose, con voz serena, respondió: Sí. Tienes razón… Yo soy un escuálido cochino recontramajunche pero…
¡¿Pero quééé…?! vociferó demencialmente el gandolero.
…Te tengo controlado… Nos vemos el 7.
Por: Claudio Nazoa
Política | Opinión
EL NACIONAL
lunes, 05 de marzo de 2012