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PEDRO LLORENS: Gran Misión Lástima

La mosca en la oreja

 

Como si no fuera suficiente con la despedida llanera en el Teresa Carreño, en la que no se cantó “El jalabola” (“¡Soy el propio jalabola / jalo de verdad, verdad!”, dice la letra del joropo), porque allí todos lo eran… O con haber cubierto los edificios públicos de gigantografías con el ¡”Pa’lante comandante, viviremos y venceremos”!, cuidando de no mencionar la palabra muerte que tanto le gustaba, hasta el punto de omitirla al parafrasear la última proclama de Bolívar y convertirla en un cómico remedo: “¡Si mi enfermedad contribuye… yo regresaré para vivir viviendo!”…

Y con la caravana que arrancó de Miraflores, llevando al despedido en una camioneta quemacoco que atravesó (y trancó) la avenida Sucre en medio de una multitud de guardaespaldas y una lluvia de pétalos lanzados a su paso (sólo faltó un mariachi que cantara “Las golondrinas”: “Adónde irá / veloz y fatigaaada / la golondrina / que de aquí se vaaa”)…

Antes de partir creó grupos comando, con ministros que dejaron al garete sus despachos (siempre lo han estado), para mantener contacto permanente entre La Habana y Caracas, y anunció el comando Batalla de Carabobo para la campaña electoral, encabezado por Jorge Rodríguez, experto en marramucias.

Estas y otras extravagancias de lo que popularmente ya se conoce como Misión Lástima (en realidad debiera ser Misión Lástima II o Gran Misión Lástima, porque la primera comenzó oficialmente el 10 de junio de 2011, cuando el canciller Nicolás Maduro informó: “El Presidente fue operado de urgencia en La Habana de un absceso pélvico”) van a terminar costando más que cada una del resto de las misiones, desde la Barrio Adentro hasta la Misión Amor, tanto que hasta ha sido necesaria una rectificación del presupuesto de gastos del Ministerio del Despacho de la Presidencia.

También fue encendida la cruz del Ávila y se produjo una ola de apagones en varias urbanizaciones de Caracas (los semáforos dejaron de funcionar y hubo colas, ¿choques?, ¿atracos?, en las zonas afectadas). El ministro de Electricidad, Héctor Navarro, aseguró que la crisis eléctrica es culpa del gobierno anterior y en algo debe tener razón porque muchos de los responsables de este desastre, de no ser por Caldera, debieron cumplir condenas que probablemente los habrían mantenido presos hasta este año. De un militar que gritaba patria o muerte, ponía rodilla en tierra y desafiaba (de boquilla) al imperio, cabría esperar algún desapego a la vida, a lo Fernando Fernández, cuando cantaba “… A mí la muerte y el diablo, pos, nomás me hacen reír”.


Por: PEDRO LLORENS
pllorens@el-nacional.com
Política | Opinión
EL NACIONAL