La llamada “guerra comunicacional”
La principal característica del chavismo es su disposición a irse por el hombrillo. El espíritu medular de este movimiento es su rechazo a las normas, a las instituciones, a todo lo previsible y pactado (incluidos los más elementales códigos de sensatez, de eficiencia y de uso racional de los recursos). Esta contumacia transgresora configura una paradoja: por un lado, el chavismo padece de frondosidad jurídica, pero, aun antes de que sus leyes aparezcan impresas en Gaceta, ya han puesto en marcha los mecanismos para desconocerlas; generalmente, por instrucciones del propio Presidente de la República en sus cadenas audiovisuales (que, por cierto, constituyen un uso anticonstitucional del sistema radioeléctrico nacional, dirigido a su copamiento abusivo y totalitario). Es como si se mandaran a hacer leyes sólo para garantizarse su jubilosa prescindencia.
El jueves 23 de febrero, en cadena de radio y televisión desde el salón Néstor Kirchner de Miraflores, Chávez dejó instrucciones muy precisas en “el tema comunicacional” (sic) para hacer frente a “las matrices de opinión que se van formando”. Desde luego, se refería a los rumores que correrían con respecto a su enfermedad y su destino político. “No permitamos que se fortalezcan esas matrices dijo, que no nos sorprendan, que no nos agarren descolocados. No, rodilla en tierra… tenemos que estar atentos para pulverizar esas matrices”.
Quien conozca poco a Chávez podría pensar que estas instrucciones tenían como destinatario los medios de comunicación que él controla (ya que en ningún momento se plantearía la vía normal: designar un vocero confiable que diera partes médicos a la nación), articulados en una plataforma mediática sin precedentes en Venezuela ni en ningún otro país de América Latina.
Piénsese que el Gobierno cuenta con: 3 diarios financiados por fondos públicos (Vea, Correo del Orinoco y Ciudad CCS); 6 canales de televisión (VTV, Vive TV, Asamblea Nacional TV, TVES y Ávila TV y Telesur); 4 emisoras de radio (que forman el circuito YVKE Mundial); una red de “medios paraestatales”, compuesta por alrededor de 400 emisoras de radio comunitarias, 36 televisoras comunitarias y cerca de 100 periódicos; la Agencia Bolivariana de Noticias (ABN); la Red Digital del Ministerio de Comunicación e Información, que incluye las páginas web de los distintos órganos del aparato estatal, todas llenas de propaganda; el artículo 10 de la Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos, que ordena a los prestadores de esos servicios la difusión de mensajes gratuitos y obligatorios (de contenido laudatorio para Chávez y su régimen); y, desde mayo de 2010, la Misión 2.0: @ChávezCandanga, para cuyo funcionamiento disponen de 200 personas.
Pero no. La orden de movilizarse en lo que el Presidente ha llamado “guerra comunicacional” no fue acogida por los medios oficialistas. Esos no cuentan, quizá porque sus audiencias son escasas o porque de tanto divulgar ditirambos y repetir frases incubadas en laboratorios han perdido toda credibilidad. Quienes acataron el mandato fueron los delincuentes cibernéticos, que inmediatamente se pusieron en marcha.
Al día siguiente, Leonardo Padrón, escritor crítico, fue víctima por segunda vez de una suplantación de su identidad en Twitter, por parte del grupo informático N33, de conocida adscripción oficialista.
El lunes 27, precisamente el día en que Chávez sería operado y las redes sociales hervirían de conjeturas, un grupo irregular usurpó la identidad de Bettsimar Díaz, hija de Simón, usando su nombre (al que le quitaron una t) y su fotografía, para anunciar la falsa muerte de su padre.
Naturalmente, el asunto acaparó de inmediato la atención, hasta que Bettsimar se fue a Globovisión para denunciar la mentira.
El martes 28 hicieron lo mismo con las cuentas de las hijas de Lila Morillo para poner en circulación el embuste del deceso de la cantante. Y el miércoles se dedicaron a socavar la solidez de la banca.
Por un ratico, estas especies llamaron la atención, pero rápidamente fueron desechadas por su falsía y torpeza. La única matriz de opinión que avanza por ancha avenida es aquella según la cual el Presidente está mucho más enfermo de lo que reconoce y que sus esperanzas de presentarse a las elecciones están pulverizadas.
Por: Milagros Socorro
msocorro@el-nacional.com
Politica | Opinión
EL NACIONAL
Domingo, febrero 27, 2012