Artillería de Oficio
Para Chávez, la campaña electoral está llena de complejidades, con escollos difíciles para quien no hace otra cosa que insultar y descalificar, que no sabe cómo actuar frente al otro aspirante a la Presidencia, que tiene entre sus fortalezas no caer en provocaciones ni darse por ofendido. Al rotundo fracaso de su gobierno, en problemas que afectan gravemente al pueblo venezolano inseguridad, inflación, empeoramiento de los servicios públicos, corrupción se suma su gran deterioro físico y mental.
El estado de indigencia mental y moral del mandatario es más que evidente.
Hugo Chávez introdujo en la política venezolana un lenguaje escatológico, miserable y soez. Ha cultivado un estilo a lo bestia. Tanto así, que para repudiar al candidato unitario de la oposición no se le ocurrió peor insulto que llamarlo cochino: “Tienes rabo de cochino, tienes orejas de cochino, roncas como un cochino, eres un cochino”. Decirle a alguien que es un cerdo o un cochino o un marrano, un chancho o un puerco es una grave injuria o, como decían los clásicos, una iniuria atrox. Pero lo más espinoso no es la ofensa a su adversario político, extendida a todos los venezolanos que votarán por Capriles Radonsky el próximo 7 de octubre, sino al resto del país y a la comunidad judía, nacional e internacional. La injuria proferida por el mandatario tiene una connotación religiosa para los judíos.
La prohibición de comer cerdo está asociada a la inmundicia, es algo abominable, según explican en los primeros libros del Antiguo Testamento. Como se sabe, además de ser practicante de la fe católica, Capriles Radonsky tiene ascendencia judía. Su madre pertenece a una familia de judíos sefardíes que vinieron a Venezuela huyendo de holocausto nazi.
El antisemitismo es una aberración muy antigua. Los primeros cristianos odiaban tan profundamente a los judíos que verlos y agredirlos era la misma cosa, y no tuvieron otra ocurrencia para insultarlos que llamarlos “cerdos”. En uno de los pasajes bíblicos, en Gadar, Jesucristo les sacó el demonio a unos hombres posesos por el espíritu nefando y se los introdujo a un rebaño de cerdos, que, por tener el diablo dentro, se lanzaron entre grandes gruñidos de espanto hacia un precipicio y murieron. Si el alma que lleva al diablo es al parecer algo horrible, al cerdo que lleva el diablo lo que le espera es el despeñadero y el fin. Hugo Chávez no llamo “cochino” a Capriles por falta de ingenio, aunque leyera desordenadamente la Biblia cuando estuvo preso en Yare, sabe muy bien lo que significa. Está asesorado por los cubanos, que son redomadamente antisemitas, y para colmo espetó la injuria ante la presencia del actor estadounidense Sean Penn, quien también llamo “cerda” en una oportunidad, en el aeropuerto de Los Ángeles a María Conchita Alonso por su posición anticastrista y antichavista.
La semana pasada, desde el Simon Wiesenthal Center le pidieron al presidente Chávez cesar los ataques antisemitas contra el candidato presidencial de la Unidad. El motivo por el cual Chávez intenta “encochinar” la campaña electoral es su apremiante afán de aniquilar con ferocidad verbal a su contrincante por la Presidencia de la República, e impedir que lo desaloje de un poder que cree de su propiedad personal. Alguien debería obsequiarle al Presidente el breve ensayo de Jorge Luis Borges acerca del arte de injuriar.
Catorce años de insultos ininterrumpidos y todavía no ha aprendido nada de la ciencia y el arte del insulto. Pretenderá “encochinar” la campaña, pero se despeñará en el intento, como los cerdos bíblicos.
Por: MARIANELLA SALAZAR
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