Los que migraron a la PNB reclaman
la homologación de los sueldos
■ En Caracas sobreviven 280 agentes que intentan rescatar en la ciudadanía el respeto a las normas de tránsito.
Antes de soplar el pito, Epiménides Peña, de 59 años de edad, habrá entrecerrado los párpados para aguzar la mirada y determinar el punto de la transgresión. Discreto, desde una esquina de la avenida Vollmer de San Bernardino encontrará al culpable del accidente que paralizó el tránsito de vehículos. El infractor, Frank Izarra, intentará persuadirlo de que no saque su libreta y lo apunte en la lista de los multados del día. “Yo sé que no hay excusas, me comí la luz del semáforo y eso hizo que se cayera un motorizado, pero vamos a ver cómo arreglamos esto.
Prometo que respetaré las normas”, argumenta.
Peña fue entrenado para controlar el tránsito. En su vida profesional pesan 17 años dedicados a monitorear la movilidad en las calles. “Hasta el más pintado puede ser multado”, le responde a Izarra y procede a hacerle la boleta.
El fiscal pertenece al reducido grupo de miembros del Cuerpo Técnico de Vigilancia de Tránsito Terrestre, reconocidos por el uniforme con los colores marrón y beige, que custodia las vías de la ciudad.
“Tenemos la misión de garantizar el bienestar de la gente en las calles. Por eso, me siento orgulloso de ser parte de este gremio”, responde.
El uniforme ya casi no se ve en el país. Desde que se creó la Policía Nacional pesa una condena de muerte sobre el organismo. Los fiscales de tránsito migraron al organismo policial o, en el peor de los casos, se retiraron. Sólo 280 funcionarios sobreviven en el antiguo cuerpo de vigilancia vial, según fuentes vinculadas a esa institución.
“Al principio se contaba con aproximadamente 8.500 funcionarios en el país. De esa cantidad, 2.000 fueron transferidos a la PN la mayoría está en Caracas, mientras que otros se negaron a abandonar el organismo u optaron por retirarse. Sin embargo, el problema no ha radicado tanto en la cantidad, sino en la calidad.
Con el traspaso de los agentes de tránsito a la PN se perdieron algunos logros obtenidos en una lucha de años”, explicó un antiguo funcionario del cuerpo.
La labor de los fiscales es apoyada por más de 500 policías viales distribuidos en los municipios del Distrito Capital y por 800 de las Vías Rápidas de la PN.
Pese a la cantidad, los funcionarios afrontan déficit de equipos.
En la capital hay 30 patrullas y más de 50 motocicletas para la supervisión de las vías, según fuentes del organismo.
Aunque en 2008 fueron adquiridos 7.000 teléfonos HTC, que conectaban con una plataforma para verificar la identificación de los infractores e integrarla a una base de datos, son muchos los vigilantes que todavía utilizan libretas y papel para colocar las multas.
“El problema de prescindir de la tecnología está en que el oficial tiene tiempo de negociar con el infractor. Si a ello aunamos los bajos sueldos de los vigilantes de tránsito, aumentan las probabilidades de acuerdos irregulares”, asegura una fuente del cuerpo de vigilantes.
La transferencia a la Policía Nacional no dio los resultados esperados, según indican funcionarios. Los fiscales devengan un sueldo básico de 1.700 bolívares, lo que ha causado controversia sobre el tema de la homologación. Aseguran que un sargento con 15 años de experiencia en tránsito no gana más de 2.000 bolívares, mientras que un agente raso de la PN devenga 3.000 bolívares.
“Hasta el mas pintado puede ser multado”
Epiménides Peña,
Fiscal de Tránsito
Lidiar con la delincuencia es parte del día a día:
En la actualidad, violar las normas de tránsito se convierte en ley sobre el asfalto de Caracas. “En la mañana y en la tarde, debajo y fuera del puente, se produce colapso vial. Peatones, conductores y motorizados son muy imprudentes. Yo diría que eso ocasiona 99% de los accidentes. Esto es un caos, pero si uno no los controla pudiera ser peor”, confiesa el fiscal Epiménides Peña.
Aunque en las recién creadas Vías Rápidas, los funcionarios de la Policía Nacional superan en número a los del Cuerpo Técnico de Vigilancia de Tránsito Terrestre, los conductores tienen la sensación de encontrarse desamparados.
Para Carlos Iturbe, taxista, no hay vigilancia en las autopistas y avenidas de la capital. “Antes se veía a la gente del Vivex y se sentía más seguridad. Yo, por ejemplo, no veo movilización de funcionarios de las vías rápidas”, dijo.
Yoselín Hidalgo, conductora, opina que el caos en las vías se eleva como espuma: “Hay anarquía y, como tal, no existe nadie que controle. Los fiscales son puestos para hacer de todo, pero no se ven enfocados en la educación vial”.
Lidiar con las armas de fuego se convirtió en otro reto para los fiscales de tránsito que migraron a la PN. El agente J. P., que prefiere no ser identificado por miedo a represalias laborales, asegura que no se acostumbra a colocar el dedo en el gatillo. “Ningún entrenamiento te da fortaleza para disparar contra un ser humano.
Yo creo que se nace policía, así como se nace fiscal de tránsito. Hasta ahora no he tenido con disparar, pero solamente pensar que algún día llegará el momento me pone nervioso. No me queda otra, necesito ganar dinero para mantener a mi familia. Además, los funcionarios que quieren ocuparse del tránsito no cuentan con la preparación requerida para ejercer, pues se les dictan cursos muy básicos”, dijo.
Antes de ingresar a la Policía Nacional se dictan cursos sobre el uso progresivo y diferenciado de la fuerza, Derechos Humanos y manejo y control del tránsito terrestre. En Chile, España, Colombia y Cuba son delimitadas las funciones de los fiscales de tránsito, aunque también formen parte de la nómina de la Policía Nacional. “Cuando hay un accidente de tránsito nadie interfiere en sus funciones, se dedican exclusivamente a la fiscalización. Sin embargo, el caso de Venezuela destaca porque los funcionarios adscritos a la PN deben estar pendientes de los delincuentes y de la educación vial, entre otras materias”, explica J. P. Peña, sin embargo, cree que los fiscales están dotados de dos valiosas armas que permiten cumplir con el oficio: “El lápiz y el pito. Con el lápiz anoto las sanciones, mientras el pito me sirve para alertar a los infractores. No necesitamos más nada para desempeñar íntegramente nuestra labor”.
Por: MAOLIS CASTRO
macastro@el-nacional.com
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