“A Diana, la esposa, quien ya
fue chupada y no lo sabe…”
Aquiles Nazoa decía: “Creo en la amistad como el invento más bello del hombre…”.
Esto es tan real, que debemos tratar de ser amigos hasta de nuestros familiares.
Hay gente que sostiene que la amistad no existe y se aíslan de quienes los rodean. Por lo general, son personas problemáticas, egoístas y narcisistas, que sólo creen en su ego.
Afortunadamente, en Venezuela, son pocas las personas que reniegan de la amistad: uno conoce a alguien en la cola de un banco o en un supermercado, y al ratico ya son íntimos y no sólo se han intercambiado teléfonos, sino que se enseñaron las fotos de los hijos, saben cuántas veces se han casado, enfermedades y amantes que han tenido.
Horrible es lo que ocurre en otros países, sobre todo en los desarrollados, en donde nadie quiere a nadie: no se saludan, te puede pasar cualquier cosa y a los demás no les importa, como sucede, por ejemplo, sin ir muy lejos, en Miami, en donde todo el mundo, aunque le vaya bien, anda como sobreviviendo y temen que al acercársele a alguien pondrían en peligro su subsistencia.
En Europa se pueden pasar años sin saber quiénes son tus vecinos, a menos que un día llamen a la policía porque en tu cumpleaños picaron una torta y cantaron el “Happy Birthday”.
Por todo lo anterior, siempre les recomiendo a los venezolanos que andan desesperados diciendo: “Me quiero ir de esta vaina”, que no olviden que en esta vaina es donde están nuestros verdaderos amigos, siempre dispuestos a hacernos cariño, lo necesitemos o no.
Hay amigos a quienes a veces, inexplicablemente, queremos desde hace tiempo o desde hoy. Eso es un misterio: podemos tener un amigo o un amor de toda la vida que conocimos ayer, o podemos ser indiferentes con un conocido de toda la vida. Lo mejor de este enigma es no resolverlo.
En consonancia con lo anterior, hoy le he dedicado este artículo a mi amigo, Alejandro Szilágyi, “el húngaro”, extraño personaje de padres húngaros, circunstancialmente nacido en Venezuela.
El húngaro es un pocotón de cosas, todas disímiles, raras e inútiles, pero interesantes; entre otras, es consultor exitosísimo de muchas reconocidas empresas; también es dibujante, bailarín, escritor, cocinero y, sobre todo, escultor de madera. Es un verdadero comején cuando encuentra un tronco para tallar. Alejandro Szilágyi es un perfecto ejemplo del concepto de la amistad, pero… siempre hay un pero. Resulta que ha aparecido en su vida un pasado oscuro y tenebroso: para actualizar su pasaporte húngaro, hurgó en su ascendencia por allá en Transilvania, y con horror ha descubierto unos antiguos pergaminos escritos en latín medieval sobre piel de perro donde consta, según traducción del cardenal in péctore y profesor de latín Germán Flores, que su tatara-tatarabuela, una tal señora Borbala Kerekes, casose con el conde Vlad Dracúlea en el año de 1452, en Sighisoara, Transilvania.
Esto quiere decir que uno de mis mejores amigos desciende directamente del ¡conde Drácula! Yo siempre sospeché una vaina rara en él, sobre todo al verle los colmillos puyuítos y su odio al ajo; es por eso por lo que ahora estoy aterrorizado de tener a semejante individuo como amigo.
Espero que este artículo sirva de alerta a otras personas que conozcan al húngaro; sobre todo, no le pongan el cuello cerca… ni el del útero. Por cierto, tengo entendido que la viejita Borbala murió anémica.
*Claudio Nazoa, médico, humorista y escritor venezolano, es hijo del poeta Aquiles Nazoa, se graduó de Médico en la Universidad Central de Venezuela, habiendo realizado un postgrado en Psiquiatría en el Hospital Psiquiátrico El Peñón en Caracas. Poseedor de un característico humor ha recibido innumerables premios, curiosamente entre sus grandes atributos está el de mantener una gran armonía en el mundo culinario, dentro del cual también se ha destacado. Ha escrito libros de cocina, infantiles y de literatura y ha trabajado como columnista en los diarios El Mundo y El Nacional.
Por: Claudio Nazoa
Política | Opinión
EL NACIONAL
lunes, 20 de febrero de 2012