“Para ganarle hay que mover
hábilmente las fichas…”
Con una masiva participación del 17 por ciento del padrón electoral, la oposición venezolana eligió a Henrique Capriles Radonski como su candidato único a las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre. Algo verdaderamente inusitado que no lograron los socialistas franceses en sus elecciones internas para elegir a François Hollande como candidato frente al presidente Sarkozy, ni el propio Barack Obama para superar a Hillary Clinton en las internas del Partido Demócrata en 2008.
Capriles, un joven abogado de 39 años y actual gobernador del estado Miranda, es un perseverante luchador de la nueva generación de políticos venezolanos que supo soportar la adversidad que significa caer preso y ahora tiene por delante el mayor reto de su vida: sacar del poder al presidente Hugo Chávez por la vía democrática.
Lo cierto es que sus más de un millón ochocientos mil votos que corresponden al 64 por ciento de los electores que participaron en la contienda, conseguidos gracias a su trabajo sistemático iniciado desde cuando en 1998 llegó al extinto Congreso de Venezuela y se convirtió en el presidente más joven de la Cámara de Diputados, y ciertamente gracias también al apoyo sorpresivo pero definitorio de Leopoldo López, el más carismático de los nuevos políticos venezolanos, no son sin embargo suficientes para derrotar al todopoderoso titular.
Para ganar, Capriles necesita que se sumen varios millones más de electores a su propuesta de país.
Hasta ahora el mensaje moderado de Capriles, contrario al radical y confrontacional presentado por María Corina Machado, Diego Arria y Pablo Medina, produjo mejores resultados electorales. Sin embargo, sigue siendo un mensaje abstracto, distante y poco convincente para atraer a los votantes blandos del chavismo, que son quienes en últimas definirán el ganador.
Se necesita construir un discurso que no se quede en enunciados abstractos que no emocionan suficientemente.
Para atraer el favor de dichos votantes, se requiere ante todo valorar los avances iniciales que tuvo el chavismo en varios frentes sociales, que fueron respuestas acertadas a las demandas sentidas de una enorme población excluida hasta entonces, a las que el nuevo régimen respondió con interesantes programas en educación, salud y vivienda que con el tiempo fueron abandonados a su suerte, para ser reemplazados por otras prioridades políticas e ideológicas del presidente Chávez.
Para ganar hay que mover hábilmente las fichas del tablero que hoy tienen por delante Capriles y sus estrategas.
Estamos hablando no de cualquier elección sino quizás de la más importante elección de Venezuela en su historia, ya que lo que está en juego es el futuro de los venezolanos que representados en quienes votaron el 12F, enviaron al mundo entero el mensaje de que desean cambiar el sistema confrontacional y autocrático que hoy tienen, por uno más democrático, más incluyente, más respetuoso del que se beneficien todos por igual, los que están y los que no están con el presidente.
A quienes en su momento votaron por un cambio que se quedó a medias, hay que ofrecerles un cambio alternativo, creíble y particularmente sostenible. Un cambio que genere esperanzas, construya confianza y responda a las enormes expectativas que aún mantienen vivas millones de venezolanos que desean progresar y tener una mejor calidad de vida.
Si bien el presidente Chávez tiene la capacidad con su carisma y su discurso de revivir la esperanza, sus promesas cada vez resultan menos creíbles, pues la gente ya sabe de lo que él es capaz, pero sobre todo de lo que no ha sido capaz como gobernante.
El triunfo de Capriles pone en evidencia ante la población que “hay un camino”, que en primer lugar es capaz de consolidar la unidad de los venezolanos.
En segundo lugar está liderado por un venezolano que está decidido a trabajar por y para los venezolanos; es decir, alguien que en lugar de estar regalando la riqueza nacional para que vivan mejor los cubanos, los bolivianos o los nicaragüenses, invertirá todos los recursos en programas de desarrollo económico y social sostenibles, que beneficien principalmente a los venezolanos.
Y en tercer lugar, decidido a recuperar la plena seguridad para los venezolanos, ya que Venezuela, ante la mirada impune del gobierno nacional, se ha convertido en uno de los países más inseguros y peligrosos del mundo.
Finalmente, Capriles debe aprender rápidamente a emocionar a las multitudes, pues su discurso no logra hacerlo ni en la forma ni en el fondo, y en eso su contendor, el presidente Chávez, es un maestro.
Por: Mauricio de Vengoechea
Managing partner de Newlink.
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