“Un bohemio, amigo mío,
me dijo una vez…”
“Es mejor estar despechado que enamorado, porque allí es donde se siente el amor”. Siempre recordaba una novia que tuvo y no le conocí más amoríos como ese. Ese amigo mío murió, lo quise tanto, pero nunca logré entender por qué me decía que el despecho era mejor que el amor. En estos últimos días siento que mi país vive un despecho por esa mujer que tuvo (la democracia) y ahora observo que mientras el amor se profundiza más por ella, entiendo mejor las palabras de mi amigo. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
En nuestro país vivimos varias décadas de amorío, para llegar a este despecho. Fallamos, cometimos errores, es verdad, pero en el libro Sagrado al hablar del amor cristiano, el Apóstol Pablo subraya: “El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.Cor 13, 4-7). Somos un país que cree en Dios, el amor de nuestro país es el amor de Dios, el amor de Cristo, el amor del Espíritu Santo. Hemos puesto nuestra confianza en Dios y no en el hombre, por eso el amor nuestro será eterno. No permitamos que por nuestra culpa vivamos en despecho.
Si tenemos el amor que nos viene de Dios, si sentimos la patria, si sentimos en ella el amor cívico que el hombre y la mujer ofrecen y reciben de su tierra amada, si sentimos el amor de nuestra familia, de nuestros hijos, de nuestros padres, por qué entonces nosotros vamos a dejar a la deriva el amor que nuestro país sembró en nosotros o que nosotros sembramos en nuestro país. ¡No!, ese amor, como el que nos muestra el Apóstol Pablo, ni se vende ni se compra. Ese sale de las entrañas de nuestro corazón, de nuestro espíritu. No podemos pretender amar a otro país más que al nuestro, no porque no seamos serviciales, ni porque dejemos de ser solidarios con las ideologías del mundo, sino porque debemos respetar lo nuestro, porque en nosotros mismos encontramos nuestras emociones, encontramos el amor a nuestra patria.
Luchemos por conquistar el amor, el amor que tenemos por la democracia. Aquí está nuestro amor, aquí nacimos, aquí hemos visto crecer a nuestros hijos. Con la ayuda de Dios sembramos aquí nuestro amor, nuestro deseo de ser libres, de ser felices abrazados al amorío de nuestra patria, con toques del perfume de nuestra rica naturaleza. Tenemos 600 mil compatriotas que están fuera, unos como exiliados políticos, otros buscando mejor vida y otros huyendo de la adversidad, pero todos pensando como el poeta Pérez Bonalde en su “Vuelta a la Patria”, añorando las calles, las viejas casas, la risa de las mujeres y el abrazo de sus amigos. Luchemos, luchemos, luchemos porque ellos vuelvan. Hagamos felices a los demás para ser felices nosotros.
El amor nos invita a ver el futuro con alegría, a seguir soñando. Digámosle al mundo que estamos alegres, que nuestro amor por la patria sigue intacto, que el amor que Dios sembró en nosotros lo verán florecer más temprano que tarde y que el amor de nuestro país no está sujeto al destino de una persona, sino a la voluntad de Dios. Venezuela seguirá siendo nuestra, no será amor para otro país, sino nuestro propio amor. El 7 de octubre terminará nuestro despecho, porque ese día reconciliaremos el amor con nuestra patria. ¡Qué viva el amor!
Por: Lenín Valero
(Periodista)
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