Humor en serio
Esta semana podríamos dedicar este editorial humorístico al tema de la justicia, en directa relación con lo acontecido en el TSJ, pero preferimos seguir aquella tradición filosófica que proclama que “no se habla de aquello que no existe”. También mañana se “celebra” un aniversario más del 4 de febrero, que ha mantenido a helicópteros y aviones revoloteando sobre la ciudad capital. Pero mejor dejar también de lado el asunto, porque en los tiempos que vivimos funciona una teoría del golpismo según la cual “golpe malo” es el que me dan a mí y “golpe bueno” es el que yo doy.
Así que, por ahora, mañana se celebra un golpe de los buenos. Mejor, pues, ocuparnos del tema del oro, algo mucho más tangible que la justicia y la patria porque que termina gobernando a las dos. Ya el oro de nuestras reservas fue “repatriado”. Subrayo la palabra, que así apareció en los medios, no vayan a decir en unos meses cuando ya nadie sepa dónde está, que ellos ya lo habían anunciado en su momento y que el oro ya fue “repartido” y que los medios golpistas reseñaron como “repatriado” para generar confusión.
En el último lote vinieron 14 toneladas, que llegaron en 28 cajas. Según la información aparecida en prensa “tenemos” en total 360 toneladas. Tomen nota, compatriotas, tomen nota.
Ha sido depositado en las bóvedas del Banco Central. El presidente de la institución dice que ahora sí que están bien custodiados. No sé por qué, pero yo no estoy tan seguro. Yo como que prefería eso de que alguien confiable los guarde.
Como esas formas de ahorro popular en las cuales se le entrega la plata a una hermana y se le dice: “guárdame estos reales y aunque te los pida no me los des”. A mí no deja de llamarme la atención la sospechosa felicidad de nuestros funcionarios públicos por el acontecimiento y el símbolo “$” que vi dibujado en muchos ojos puyúos. Ya el riesgo que ese oro corrió subiendo de Maiquetía a Caracas, inquieta. Esos lingotes en manos nuestras, si mi conocimiento de nosotros mismos no me falla, corren grave riesgo de desaparecer en la primera borrachera económica que se nos presente.
Como son las vainas aquí yo me imagino situaciones como esta: “mira, sácate unos lingoticos ahí para venderlos en el Centro Joyero, que no cuadra la caja chica petrolera”, o, quizá, algo como: “Oye… nos visita Ahmadineyad, vamos a darle un lingote para que se lo cuelgue al cuello con un cuerito”. Definitivamente, me asusta que nuestro oro nuestro esté tan cerca de nosotros. Me aterra que en unos años cuando vengamos a ver alguien diga: “yo te juro que eso estaba ahí, no sé qué pasó” o “muérete que se metieron unos malandros en la noche y se lo llevaron”. Me inquieta que cualquier contingente de niños armados se sienta con derecho a ir a buscarlo por la fuerza.
Me preocupa que, como todas las cosas que “son del pueblo”, terminen siendo de los administradores del pueblo según el siguiente silogismo: El oro es del pueblo Yo soy el pueblo.
EL ORO ES MÍO
Por las razones y las inquietudes expuestas, siendo que el oro es de todos nosotros, yo prefiero guardar la parte que me toca, No me lo tomen a mal, yo sé que las bóvedas del Banco Central son seguras y confiables, me consta la probidad administrativa de nuestros funcionarios, pero mejor denme la parte que me toca, yo cuido mi vaina.
Por: Laureano Márquez